Capítulo tres (segunda parte)

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En este trance no hubo memorias perdidas, ni luz brillante para despertarla. Solo oscuridad, una oscuridad inmensa que lo cubría todo. Luego de lo que pareció una eternidad consiguió salir del agujero de su mente y despertar esta vez, definitivamente. Pero al hacerlo, ya no estaba afuera en el suelo sino en una camilla dentro de lo que parecía ser una antigua sala de emergencias de un hospital, que se veía muy cuidado e higiénico. Se sintió a gusto. Notó que su almohada respiraba y se sobresaltó antes de percatarse de que no era una almohada sino Kedar que se encontraba debajo de ella profundamente dormido y soñando algo ya que sus ojos se movían veloces bajo sus párpados. Disfrutando de la sensación de contacto físico con él se quedó en esa posición un buen rato, hasta que decidió que era momento de levantarse. Lentamente despegó su cuerpo pegajoso por el sudor de la mañana del de Kedar y se levantó de la cama que era bastante alta hasta para ella. Caminó sin rumbo fuera de la sala de emergencias y dio con un pasillo que parecía sacado de una revista de Beverly Hills, el cual desentonaba notablemente con la habitación de la que acababa de salir. Escogió una puerta al azar y entró. En la primera encontró una elegante cocina con espaciosas mesadas repletas de ingredientes para preparar todo tipo de platillos. Asqueada al ver tanta comida salió de allí y entró en la siguiente y encontró un baño; no desaprovechó la oportunidad. Se lavó la cara y gran parte del torso sobre todo la parte que tenía desnuda por haberle dado su remera a Kedar para vendar a Asad. Asad. Lo recordó entonces, se secó un poco aunque no demasiado ya que tenía calor y regresó al cuarto de hospital y lo vio: estaba en la cama enfrente a Kedar donde momentos antes había estado ella, el pobre muchacho estaba mal herido y las vendas que cubrían todas sus heridas estaban bañadas en líquido dorado que brillaba incluso a través de las telas. Ali sintió la necesidad de juntar un frasco de esa sangre para poder admirarla eternamente, era hermosa.

Notó que Kedar se movía a su espalda y se giró para contemplarlo, se movía aún en su sueño. Se sentó junto a él tras un gran esfuerzo por subir a la alta camilla, estaba dolorida.

-Kedar...- inició suave- Kedar despierta, tengo que volver a casa...

El muchacho murmuró algo sin sentido que Ali asoció como parte de su ensueño. Un instante después abrió los ojos y contempló somnoliento a la chica y una sonrisa amenazó con transformar su rostro, tras un leve momento de confusión evidente en su expresión, se tensó. Ali no supo el motivo hasta que el joven habló

-Tengo que llevarte a casa- dijo y levantó una impulsiva mano que dejó caer antes de llegar al pómulo de la muchacha que rápidamente se ruborizó. Kedar sonrió distraídamente y se levantó, aún sin la remera y se percató de ello al mismo tiempo que veía a Asad tendido en la cama enfrente a la suya. Kedar lo observó por un momento antes de acercarse a quitarle los vendajes.

Alicia no pudo creer lo que veía: las heridas habían sanado, ya no sangraba aquél líquido dorado, el costado que tenía desaparecido cuando lo vio en el parque comenzaba a reconstruirse y sintió un gran alivio de saber que Asad, por más que ella no lo conociera se encontraba bien. Kedar tocó delicadamente el hombro de su amigo para luego tomar la remera de Ali y su campera. Salieron de la sala de emergencias y entraron en el baño en que Ali había estado un momento antes con una clara diferencia: Kedar conocía el camino. Ella lo siguió. Tan pronto como entró algo que volaba por los aires la golpeó directo en la cara sin herirla. Soltó un grito ahogado.

-No te asustes- dijo Kedar con aire superior pero esta vez fingido- es solo tu remera. Lavala y nos iremos enseguida. Irritada por el golpe, se puso a hacerlo en un lavamanos junto a él.

-Me debes una gran explicación.- sentenció Ali y para su sorpresa escuchó cautela en la respuesta de Kedar «Lo sé, pero no aquí. No ahora» Se limitaron a lavar la ropa en sumo silencio y supo que no debía seguir preguntando, por la forma en que el verde de los ojos de Kedar se había ensombrecido con su comentario. Al estar listos, se vistieron y con la ropa húmeda salieron del baño. Caminaron por los pasillos y ella se distrajo contemplándolos, tan lujosos y vistosos. Se preguntaba si todas las habitaciones serían así, amuebladas con ese estilo antiguo y un fino gusto en la decoración. Había bajado la velocidad de su paso sin notarlo y tuvo que correr un tramo para alcanzar a Kedar que con sus largas piernas le sacaba ventaja rápidamente. Doblaron algunas curvas de pasillos hasta dar con un gran salón muy moderno, sillones de diseño, cuadros de magníficas obras abstractas llenas de color que eran lo único que no era blanco o negro de la habitación. Había grandes pantallas de televisión sobre las cuatro paredes las que solo proyectaban un reflejo de la habitación porque estaban apagadas y frente a ellas mesitas de café y sillones bajos que apuntaban a las mismas en diferentes grupos. Era como si toda la sala estuviera dividida en diferentes islas dónde Ali se imaginó que los que vivieran allí se sentarían a pasar el rato mirando televisión o quizá algún DVD. Al mirar al frente vio que había una enorme e imponente puerta de un aspecto antiguo que nada tenía que ver con el interior del edificio. Al salir por ella siguiendo a Kedar aparecieron en el lugar que le sonó muy familiar, no fue sino hasta que se volteó y contempló la imagen desde afuera que lo reconoció: Allí era donde el tal San Sanator había apareciendo. Recordó sus desmayos, la sensación de caer le invadió el cuerpo y se estremeció para sacarla de su ser. Kedar debe haber pensado que se debía a la leve brisa que corría sumada a la remera mojada por lo que la guió hacia un claro no muy adentrado en el bosque donde se sentaron al sol.
-Se que te debo explicaciones Alicia - inició sin miramientos. A ella le gustaba que él fuera directo, era una abismal diferencia con los chicos que conocía habitualmente: siempre tenían algún problema para decir lo que pensaban o sentían. Kedar por el contrario, cuando quería algo iba en su búsqueda. Era excitante aunque sabía que no era solo eso lo que le gustaba del muchacho.- Pero creo que será mejor para que entiendas si preguntas lo que te inquieta.
Un breve silencio. Ella centró su mente y preguntó:
«-¿Dónde estamos?-»

Los Guerreros CelestialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora