10

5.3K 534 137
                                    



Midoriya despertó esa mañana sintiéndose "extraño", y si bien extraño es un termino ambiguo, era el único que parecía convenir cuando intentaba preguntarse a sí mismo qué era exactamente lo que ocurría. Era como "estar bien pero sentir que algo es fuera de la norma, algo no termina por estar bien"; no importaba qué tanto intentara entenderse a sí mismo o a su problema, no llegaba a la solución, a la raíz de todo. ¿Hambre? No. ¿Sed? No. ¿Necesidad de ir al baño, ducharse? ¿Calor, frío, u otro? ¿Nauseas? ¿Resfriado quizá? Todas las respuestas eran un rotundo: no. Nada físico le pasaba, su salud estaba en la cúspide de la cúspide, y su aspecto, igual de saludable y colorido le respaldaba que todo estaba bien, todo estaba bien, pero no podía aceptarlo, porque no se sentía bien, no estaba feliz, no sabía qué pasaba, no sabía, no sabía, ¿y por qué no sabía? ¿No debería saber? ¿No debería ser capaz de ponerlo en palabras? No... no lograba hacerlo.

"Quizás, si me pongo a pensar en qué ha pasado podré entenderme", pensó Midoriya, más que convencido de que esto era un asunto psicológico y que, posiblemente, la introspección era el camino más adecuado a seguir cuando no se sabe de qué se padece, porque bien podría ser que la respuesta se esconda, porque se dejó amontada en la pila de asuntos "para atender después" en donde se suelen dejar las cosas que de hecho merecerían un poco más de atención.

Tomó asiento y buscó su diario, preparó su pluma para escribir en él, y entonces observó algo que lo inquietó... en la primera hoja, donde iba colocando una pequeña linea por cada día que él creía que pasaba, hubo un punto en donde los palitos comenzaban a estar circulados, muy recientemente, y el día actual ya parecía estar marcado. ¿Lo habría hecho... por error, quizás? ¿O ya lo había marcado y sencillamente su cabeza le jugaba una mala pasada? Posiblemente era eso, y con aquello en mente Midoriya volvió a darle otra repasada al circulo de dicho palito, seguro de que las cosas tendrían un nuevo orden ahora que le había prestado atención a ese detalle, pero no fue así.

Leyó entre las paginas, y encontró algo muy extraño, extrañisimo de verdad... en unas paginas mencionaba a un joven rubio de amable sonrisa, su androide asistente, pero en lugar de ser llamado "Hawks", él había escrito claramente "Kaminari", ¿Quién era este Kaminari? Bien podría ser que el nombre completo de Hawks fuese "Kaminari Hawks", no obstante, de ser esto así, ¿por qué no recordaba... eso? ¿Por qué no podía recordar realmente la primera vez que se había topado con Hawks? Tenía recuerdos extrañisimos, difusos, lejanos, parecían escaparse entre su dedos entre más intentaba aferrarse a ellos. ¿Tendría esto relación con su sentimientos? De solo pensarlo Midoriya sacudía su cabeza, sonriendo, ¡Mira que pensaba tonterías a veces! Seguramente esto tenía una explicación mucho más lógica de lo que él creía, sí, seguro era eso, ¡Nada más estaba pensando demasiado las cosas como de costumbre!

Salió de la habitación, se adentró en los pasillos, subió las escaleras para el segundo piso, para luego subir los siguientes y hablar con Hawks, y así aclarar todo; algo lo detuvo, un sonido, un pequeño y agudo sonido, que se transformó en un alarido, ¿era llanto? ¿Eran gritos de dolor? Pensó que sí, pero, al observar una de las habitaciones de oscuro decorado cerradas... fue entonces que comprendió qué era lo que estaba sucediendo. "Alguien está... con Kacchan...", apretó los puños; la furia escaló lentamente, estaba molesto, más que enojado, quería entrar y golpear a cualquiera que estuviese en la habitación con Bakugo. Midoriya sabía que era ridículo ponerse así, sabía bien que quien tenía derecho a quejarse era Bakugo, que quien debía estar de hecho furioso con todo era él, y que, Midoriya, no solo no tenía derecho a enojarse, sino que él era igual o peor que el resto. Pero, no importaba lo que sabía que era correcto o no, no importaba nada, porque no estaba siendo alguien razonable o racional, estaba siendo victima de algo que era desconocido para él, una violencia que jamás había sido asociada a su forma de comportarse; era inexplicable, no lo soportaba, iba a enloquecer, y, peor aun, lo que escuchó fue:

Proyecto colmenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora