17

4.1K 401 331
                                    


Tres pequeños crecían poco a poco y a Bakugo no parecía importarle. Se mantenía indiferente, como si eso no fuera asunto suyo. Algo que decía ser tan especial era tan ajeno a su corazón que no podía sino mirarlo todo con apatía. Después de aquella copula donde le embriagó el poder y esa naturaleza enfermiza, al despertar sólo quedó vestigios de aquello, una especie de resaca y una oleada de depresión que mantenía a Bakugo en los brazos de los tres zánganos que intentaban animarle y alegrarle; era inútil, Bakugo solo suspiraba con hastío. Era casi como si estuviese sufriendo los efectos secundarios después de haber consumido una potente droga. Solo que, contrario a la adicción, no quería volver a perderse de esa forma. Al menos se sentía él mismo de nuevo. ¿Por cuánto tiempo le dejarían ser él mismo?

Los ojos de Bakugo viajaron para observar las caras de esos tres chicos que alguna vez fueron personas normales, ellos estaban como si nada, parecía que jamás volverían, ¿A dónde se habían ido? ¿Dónde estaban sus verdaderos 'yo'? No había nada más desalentador que pensar que tal vez no había tal cosa y esos eran sus verdaderos 'yo' ahora. ¿Realmente sabían sus padres que esto pasaría? ¿De verdad? ¿Estaban conscientes de que sus hijos serían transformados de esa forma? La simple idea le llenaba aún más el corazón de desesperación.

—Kacchan, eres hermoso, te amo... te amo tanto —le susurró Midoriya al oído, su voz era amable y dulce, repleta de adoración; a Bakugo le parecía un mero zumbido—. Ya quiero ver a nuestro bebé, si tiene tus ojos apuesto a que será el más hermoso.

Midoriya parecía apaciguado, el frenesí y ansiedad se habían ido, no había ímpetu por devorar, solo paz, calma en esa extraña atmosfera de perfecta homeostasis. Cariñoso acariciaba la rubia melena de su querido.

Todoroki, que se había recostado descansando su cabeza en el abdomen de Bakugo, besó suavemente la zona y añadió.

—Fue tan hermoso verte dar a luz... y será hermoso sin importar cuantas veces lo vea, tendremos muchos bebés, serán tan hermosos, Katsuki... te amo, me haces tan feliz.

—Bakugo —Kirishima sostenía su mano, besando sus nudillos como si fuese algo frágil y preciado—, ¿estás cansado? No has dicho nada desde hace rato... debes estar cansado, pero cuidaremos de ti, yo te amo Bakugo, por fin eres nuestro.

—Nuestro Kacchan —secundó Midoriya.

—Nuestro amado Katsuki —terció Todoroki.

Quiero gritar, mi voz no sale. Quiero huir, mis piernas no se mueven. Quiero pelear, pero ya no me queda fuerza, no me queda nada, ¿importa a estas alturas? Mi jodido cuerpo ya no es mío. ¿Podré siquiera volver a tener una vida si llego a salir de aquí? Ah, aún pienso que saldré de aquí. Qué maldito imbécil soy. No voy a salir de aquí, nunca. Kaminari, lo siento, apenas puedo recordar... solo quiero dormir, que esto sea solo un mal sueño.

—¿Imaginan cuantos bebés podremos tener juntos? —comentó Kirishima, sonriendo, aun sedado.

—Tantos como sea posible —añadió Midoriya, riendo suavemente, era una risa torcida—. Kacchan, te asustamos tanto, ¿verdad? Pero por fin nos aceptaste, ya no te haremos daño nunca más, podremos ser tan felices... esto es el paraíso.

Bakugo cerró los ojos, ni una palabra o sonido escapó de sus labios, no valía la pena, estaba exhausto.

Solo un milagro podría salvarle.

[...]

La colmena no estaba situada en el cielo o flotando, como Dabi les había dicho, eso fue una mentira para matar los deseos de los chicos de escapar. Si ellos hubiesen sabido donde estaban tal vez habrían buscado escapar hace tiempo. Fue algo inteligente, proveyeron a todos información falsa que ninguno dudó dado a las condiciones de su situación. Pero ahora yo sé donde están.

Proyecto colmenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora