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"Enloquecí y no estoy seguro de haber recuperado todavía la cordura." –Los Girasoles Ciegos.


Nikki miró la foto de perfil de Weasly de nuevo. Estaba saltando mientras agarraba el balón de fútbol americano en el aire. Llevaba un bañador corto rojo e iba sin camiseta. Su cabello oscuro estaba mojado, probablemente por la piscina de Hannah,  y le tapaba un poco los ojos.

Llamar o no llamar, esa era la pregunta que Nikki llevaba un tiempo dándole vueltas. Ella sabía que qué demonios hacer, para ser sincera. Era una semana y media sin haber hablado cara a cara con él, mucho menos mantenido una conversación fluida que no fuese por mensaje. Sabía cómo lo estaba pasando, se enviaban fotos y normalmente hablaban hasta que él se iba a dormir. No habían vuelto a tratar el tema ese de la distancia, la cual al enviarse mensajes se iba desvaneciendo, probablemente porque Nikki tenía siempre un trocito de Weasly en su corazón.

Pulsó llamar y después tiró el teléfono a su cama como si quemase. No es que tampoco tuviese mucho tiempo para hablar, había quedado con Ray y Dylan para ir a comprar las cosas para la cena de esa noche, pero ella ya estaba preparada para tener tiempo y hablar con él.

Nikki parecía casi aliviada a medida que leía cómo aparecía el mensaje de "marcando...". Eso, claro está, antes de que empezase a avanzar el contador y una voz grave apareciese al otro lado.

-¿Luna?

Ella ya era libido puro. No había caído de que allí serían cerca de las ocho de la mañana y que tal vez estaría despertándolo. Aunque una parte de ella estaba feliz por escuchar esa voz grave, se sentía aterrada.

Se agachó frente al borde de la cama y miró al teléfono esperando que Weasly le cortase. No estaba preparada para ver las secuelas del daño que le había hecho a él. Ella no quería herir a nadie más. Estaba peleando para conseguir lo mejor sin dañar a nadie pero no sabía si lo estaba consiguiendo, pues esa distancia también la estaba hiriendo a ella.

-Puedo escucharte respirar –Weasly parecía esta vez un poco más despierto. Nikki creía que su corazón iba a explotar de emoción y terror. Nikki, la misma que había conseguido becas universitarias, un piso en la zona de Wisconsin, hecho trucos de magia para distraer a mafiosos italianos y controlado con ocho años las sobredosis de su madre drogadicta, era la misma que estaba aterrada de hablar con el chico que le gustaba-. No sé por qué me llamaste pero no voy a colgarte –Le informó él y Nikki sonrió débilmente-. Tú esperaste hasta que yo te hablase y yo haré lo mismo.

Eso último le dio fuerzas a Nikki para agarrar de nuevo el teléfono, llevárselo a la oreja y soltar un suspiro. Tal vez las cosas solo eran incómodas si ellos las hacían. Ambos, antes de que cualquier cosa entre ellos pasase, eran amigos. Y los amigos se ayudan en todo.

-La primera vez que vi a mi hermano después de haberse mudado a Los Ángeles me explicó que lo primero que hizo fue buscar un trabajo y empezar a estudiar. Se metió en una rutina y solamente sacaba tiempo para llamarme o mandarme un mensaje. Mientras lloraba me explicó que me echaba tanto de menos que buscó ocupar su mente con otras cosas que no fuese cuánto me extrañaba. Entonces y-yo he copiado su ejemplo. He ido a la maldita playa con todos los que he podido, dejado el teléfono en el piso, hablado con las chicas porque también las extraño, visto muchas series y películas. P-pero cuando apagaba la luz de la habitación de invitados y miraba a la luz que entraba por la ventana me di cuenta de que en Nueva York era de día ya, que tú estarías desayunando y que acababa de empezar otro día allí donde no iba a poder abrazarte.

>> Lo que quiero decir es que yo de verdad pensaba que estaba haciendo lo mejor pero tanto jet-lag me dio que pensar. ¿Lo mejor para quién? Porque yo te juro, Wes, que ya no sé si te hacía un favor a ti, a mí o que tengo tanto miedo de mantener una relación contigo y después perderte que preferí dejarlo todo ir. No puedo, no lo soporto, Wes. Porque mire a donde mire, aunque tenga los ojos cerrados, te veo a ti y solo a ti, y me está matando lentamente. Ni siquiera me he atrevido a llamarte en estas dos semanas. Pero ya es que no puedo ni dormir porque no sé qué demonios hacer con la situación. ¿Hice bien, Weasly? Porque no puedo dejar de pensar que no.

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