El mundo está muerto.
O eso me gusta imaginar. También existe otra alternativa, una un tanto más caótica pero mucho menos pesimista: Puede ser que ahora, la vida tan solo esté comenzando a funcionar correctamente. Que esté intentando volver a sus inicios y guiarse a través de instintos e impulsos... Después de todo, siempre se ha tratado de eso, de sobrevivir.
Siempre hemos estado sobreviviendo.
Simplemente no nos habíamos dado cuenta, hasta ahora. Porque éramos una plaga, una que amenazaba con destruir cada parte del planeta. Es por eso que... ¿Ahora estamos siendo cazados y exterminados?
En los últimos meses he estado pensando constantemente en ello. Ha pasado poco menos de dos meses desde que todo comenzó, y aunque no quiera pensar en ello, sé que más del 80% de la humanidad ha sido arrasada por los no-muertos. Y el porcentaje restante... Ese 20% que continúa resistiendo... Está enfermo. La humanidad tal y como la habíamos conocido ya no existe. Ahora todo se trata de una fácil y sencilla expresión: Elige entre los otros o tú.
Y por supuesto, me elijo a mí misma.
Comencé a darme cuenta de que esa era la única manera de sobrevivir cuando ellos me abandonaron en aquellas sangrientas vías del tren. Dejándome completamente sola en aquella ciudad plagada de muertos... Seúl.
Y lo termino de afirmar mientras estoy siendo perseguida por el espeso bosque en el que me escondo. Las personas ya no son seguras, traicionan y hacen daño. Los tres hombres que corren tras mí e intentan alcanzarme ahora son lobos hambrientos.
— ¡Vamos, chica! Ven con nosotros, no querrás ir sola por este bosque. ¡Está lleno de muertos!
Tendrían el doble de edad que yo. Vestidos con ropa desgastada, barbas de un par de días y varios cuchillos brillando bajo la permanente luz del sol. ¿Pensaban que era tonta?
— ¿Tienes un grupo? ¡Podemos ayudarnos entre todos!
Claro que no tenía un grupo, quién lo necesitaba. Y de todas maneras, sabía qué pretendían. En cuanto les guiara hacia mi supuesto grupo arrasarían con él, matando a todos para quedarse todos y cada uno de nuestros suministros. No era la primera vez que lo veía. Familias enteras asesinadas por un par de bolsas de fideos instantáneos y armas.
Intenté correr con más fuerza, mis desgastadas botas cubiertas de barro pisaban con fuerza contra la tierra húmeda. Entonces un gruñido sonó a mi derecha, sorprendiéndome. Un no-muerto a un par de metros lanzándose contra mí. No lo había visto venir. Solté un gritó y tropecé, haciendo que mi pie derecho resbalara por una pendiente y cayera rodando con fuerza.
Ella cayó sobre mí, con sus podridos dientes intentando alcanzar cualquier parte de mi cuerpo. Quería desgarrar, matar, comer. Parte de sus cabellos habían quedado y su boca se encontraba deformada a causa de una horrible herida que dejaba a la vista toda su encía. Cuando mi cuerpo se estampó contra el suelo firme con aquella mujer muerta encima, agarré con fuerza su cabeza, en un patético intento de que no acercara sus dientes a mí. Usé toda mi fuerza, con la respiración alterada y mi corazón latiendo con fuerza contra mi pecho. Gruñí a causa del esfuerzo y finalmente conseguí alcanzar uno de mis cuchillos y atravesar su sien con este.
— Vete a la mierda... —Gruñí, en cuanto su cuerpo inerte cayó sobre mí.
Quise suspirar de alivio, pero un nuevo sonido me alarmó. Y fue el del seguro de un arma ser liberado. Me incorporé inmediatamente. Sobre la colina por la que había caído uno de aquellos hombres me apuntaba directamente con un arma de fuego.