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— ɴ ᴜ ʀ ɪ ᴀ.
Había pasado un día desde que Clod había decidido irse. Los demás estaban molestos, y yo tan solo me limitaba a observar. No podía negar que una minúscula parte de mí estaba indignada con el hecho de que hubiera decidido emprender un viaje sola, dejándonos atrás, como si molestáramos y solo fuéramos una carga que llevar a cuestas. Sin embargo, la mayor parte de mí solo estaba preocupada por ella y tenía miedo de que por culpa de esto no volviéramos a verla nunca más... Al fin y al cabo, no podía enfadarme con ella.
Había sido una noche vacía, donde prácticamente ninguno de nosotros habíamos podido dormir por culpa de esa ausencia... Ese vacío que se formaba en el grupo cada vez que disminuíamos en número, era una sensación desagradable y deterioraba nuestras fuerzas poco a poco, carcomiéndonos por dentro: Y era algo que no nos había abandonado en ningún momento desde que todo comenzó. Tres pérdidas, ahora... Posiblemente una cuarta.
¿Cuántos más...?
Sacudí mi cabeza un par de veces, intentando convencerme a mí misma de que todo iba a ir bien esta vez. Clod regresaría sana y salva, tenía que creer en ella y ser positiva. Aunque nada fuera a nuestro favor.
Regresé la mirada al frente, intentando dejar mis pensamientos para otro momento y enfocarme en la conversación que estaban teniendo en ese mismo momento. El grupo entero nos habíamos reunido en aquél desolado salón, todavía era temprano y hacía apenas unas horas que había comenzado a amanecer.
— Alguno tiene que quedarse mientras el resto estamos fuera. —Volví a la realidad cuando Andrea habló. ¿De qué estaban hablando? Mierda.
— Sí, no podemos dejar la casa sin nadie, si regresa Clod podría pensar que nos hemos marchado sin ella. —Respondió Raúl, y el silencio reinó por unos instantes.
Entonces, casi como si hubiera sido totalmente planificado, los tres desviaron su mirada hacia mí al mismo tiempo, evaluándome. Me quedé petrificada, sin saber qué decir; y entonces lo comprendí. No, ni de coña iba a quedarme sola aquí, es que no.
— Ni de coña, no podemos dejar a Nuria sola. —Terminó diciendo Stella tras unos instantes, como si me hubiera leído la mente.
— No, la verdad es que no.
— No, imposible. En qué pensábamos.
Los demás le dieron la razón y suspiraron, sin saber cómo organizarse. A veces, solo a veces, pensaba que era una carga para ellos. Sabía que los demás no pensaban en mí de esa manera, pero mientras que todos habían comenzado a tener más experiencia y seguridad a la hora de enfrentarse a los muertos, yo continuaba paralizándome por culpa del miedo cada vez que había un caminante cerca. Mis manos comenzaban a temblar sin control y no podía sujetar ni un cuchillo en alto.
No podía evitarlo, después de todo... Nunca me había gustado luchar.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo ante la simple idea de tener que enfrentarme a uno de ellos yo sola, y al imaginar su apagada y muerta mirada sobre mí mientras intentaba devorarme.