— ʟ ᴀ ᴜ ʀ ᴀ .
Los primeros rayos de luz apenas se habían plasmado aquella madrugada cuando mis ojos se abrieron de golpe. Me quedé estática, intentando captar a través de mis sentidos cualquier movimiento o ruido fuera de lugar. Tan solo encontré calma, el relajante sonido de las hojas de los altos árboles siendo mecidas por la brisa helada de la mañana, un par de respiraciones calmadas y erráticas a mi lado y el gruñido de aquella vieja cabaña de madera en la que habíamos pasado la noche.
Inspiré, acurrucándome un poco más entre aquella colcha de algodón que me habían prestado, a pesar de su intenso olor a humedad y suciedad, era caliente y mullida y me había protegido de las tablas duras de madera. No había dormido en toda la noche. No había querido, y aunque me lo hubiera propuesto no podría haberlo conseguido. Todo mi cuerpo estaba en tensión, alerta de cualquier pequeño ruido que pudiera interceptar; habían pasado meses desde que pasaba la noche en compañía. Algo en mí continuaba sin fiarse de aquellos dos y no pensaba pasar mis horas de sueño, cuando más indefensa me encontraba, a su lado.
Giré lentamente sobre mi espalda, entornando los ojos para analizarlos. Jared se encontraba a un par de palmos de mí, dormía boca arriba y sus labios se encontraban ligeramente entreabiertos. Su respiración era lenta y sus manos se apoyaban sobre su estómago en perfecta armonía, supe al instante que todavía dormía profundamente: Aunque no tardaría mucho en despertar. Hyun estaba encogido en la esquina más alejada, dándome la espalda mientras se aferraba con vehemencia a aquella gastada colcha con la que había dormido.
Entonces me incorporé, intentando ser lo más cautelosa posible. Los restos de la hoguera que Hyun había encendido anoche ya no ardían, Jared se había encargado de apagarla antes de dormir: El humo era traicionero y una evidente señal, debías llevar cuidado si no querías ser rastreado por los mercenarios que sobrevivían en grupos por toda la zona.
En parte, yo también era una mercenaria más, igual de sucia y rastrera. O eso pensé, mientras rebuscaba entre los suministros del grupo algo de comida y provisiones. Mi mochila terminó pesando un poco más que antes, con varias botellas de agua potable en ella, tres barritas energéticas y latas de conserva que aguantarían todavía meses sin caducar. Cuando bajé por la inestable escalera de madera, balanceaba una manzana fresca juguetonamente entre mis manos en señal de victoria.
No me sentía mal por dejarlos atrás. Ni mucho menos haberles cogido prestada algo de su comida. Era algo que había decidido desde el comienzo, los grupos y la compañía no eran para mí. Estaba mucho mejor sola. Cuando mis pies se hundieron sobre la tierra humedecida por el rocío de la madrugada, esbocé una sonrisa divertida y comencé a caminar. Lanzaba la manzana que tenía en mi mano una y otra vez al aire, atrapándola con la palma de mi mano cada vez que volvía a descender. Sin embargo, un ligero siseo traspasó el aire en una de aquellas veces, la manzana no cayó sobre mi mano y elevé la mirada, encontrándomela clavada en el tronco del árbol más cercano, con un fino puñal atravesándola.
— ¿Es divertido irte sin avisar, pequeña ladrona?
La voz de Hyun hizo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Cuando me giré, su afilada mirada estaba puesta sobre mis iris, fijamente, amenazante y segura. Sin embargo, lo que me heló no fue aquella clara amenaza... Si no su rostro, sin ser cubierto por la capucha oscura que la noche anterior había llevado en todo momento. Pude reconocer sus rasgos delicados pero marcados, sus ojos rasgados pero dulces, aquél lunar que siempre había estado en la parte superior de su pómulo... Justo debajo de su almendrada mirada.