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— ᴀ ɴ ᴅ ʀ ᴇ ᴀ.
Nos habíamos deshecho del resto de muertos en menos de cinco segundos, y el pequeño aparcamiento había quedado totalmente despejado, permitiéndonos pasar. Cuando Stella forzó la cerradura del supermercado con unas tenazas, el chirrido metálico del candado siendo roto resonó por todo el lugar.
Nuria dio un pequeño respingo, y entonces golpeé la persiana de hierro un par de veces, queriéndome asegurar de que no había más caminantes en el interior del edificio. Esperamos unos cuantos segundos y entonces, decidimos entrar.
El lugar estaba claramente abandonado, los rayos de luz atravesaban los sucios ventanales, resaltando las virutas de polvo que flotaban y se deslizaban por el ambiente. El silencio se adueñaba del lugar y los estantes, la mayor parte de ellos vacíos, se encontraban cubiertos por una densa capa de suciedad. Hacía meses que nadie entraba a este lugar, o eso parecía a simple vista.
— No os separéis. —Murmuré, con un suave hilo de voz.
Atravesamos uno de los pasillos, verdura putrefacta continuaba puesta sobre los estantes, los insectos alimentándose de ella poco a poco, el olor era nauseabundo. Y por eso mismo decidimos desviarnos lejos de la carnicería o la pescadería, ya que probablemente el olor nos haría vomitar.
En el resto del supermercado, el tiempo parecía haberse parado: El silencio era tan mordaz que incluso llegaba a resultar incómodo, a lo lejos podía escuchar el golpeteo de unas gotas de agua estallarse contra el mármol una y otra vez, creando eco por los pasillos, posiblemente se trataría de alguna cañería rota. Y aparte de eso... Nada. Las latas de comida conservada continuaban perfectamente colocadas sobre los estantes, había botellas de agua en algunas vitrinas e incluso alcohol. No sabía por qué, pero esta última sustancia era difícil de conseguir, parecían que todos los vivos hubieran querido desahogar sus penas mediante el alcohol cuando todo se fue a la mierda. Y ahora, era incluso más difícil conseguir una botella de vodka que comida para toda una semana.
Stella pasó de largo directamente, hacia la comida.
— Vamos a llevarnos algunas botellas, hay grupos que querrían hacer un buen intercambio por una de estas. —Comenté yo, alargando una mano hacia una de las botellas—. Aquí hay comida como para alimentarnos durante medio año, chicas.
Entonces, antes de que pudiera alcanzarla, la mano de Nuria sujetó con fuerza mi muñeca, deteniéndome. Desvié la mirada hacia ella, confundida. Su expresión era neutra, pero supe enseguida que algo la inquietaba.
— ¿No os parece algo raro? Todo esto. —Stella se giró hacia nosotras en cuanto la escuchó, prestando atención—. Quiero decir, es un supermercado, cerca de la civilización... Los supermercados fueron lo primero que atracaron para conseguir comida, y... No nos ha costado prácticamente nada entrar. Está todo igual, ¿de verdad pensáis que nadie habrá intentado entrar aquí antes? Han pasado meses.
Ladeé la cabeza en busca de Stella, quien nos observaba a ambas con el ceño suavemente fruncido, se había vuelto a acercar. Y después, dirigió la mirada por todos los estantes llenos de comida, lentamente, como si buscara algo... Entonces se agachó, pegando la cara al suelo.