Ahora no

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Jikken, solitario niño de cabellos oscuros y dos ojos tan brillantes como el sol, se encontraba sentado frente a la ventana; la cobardia narcisista del personaje del libro que acaba de leer le causaba molestia. Se preguntó si debía tomar más decisiones en su vida y actuar de manera más inteligente. Era un poco problemático que un niño de seis años pensara de esa forma pero Jikken no se acomodaba a su edad, con el mismo egocentrismo de su madre, mostraba una actitud altiva y poco predecible.

Había prometido a su madre que se quedaría en casa; y lo haría, debía hacerlo porque estaba seguro de confiar en cada una de las palabras del pelinegro. Pero necesitaba tanto de su madre; y le extraño tanto como jamás se atrevería a decir.

Un niño grande. Era eso lo que siempre trataba de convencerse; debía comportarse como un niño grande. Aunque en su interior le hubiera gustado decirle a su madre que regresara con él a casa y que jamás volviera a irse.

Miró las calles con mayor detalle y entonces distinguió a una madre con su hijo. Intentó apartar los ojos, porque sabía lo que sentiría, ya lo había sentido otras veces, pero no pudo evitarlo. Se quedó mirando como la dulce mujer levantaba al niño que acaba de caerse, le limpiaba las rodillas y le acariciaba las mejillas tratando de calmarlo. Jikken no pudo evitar recordar un evento similar vivido con su madre cuando era más pequeño.

_ Mi mamá es mejor - murmuró con cierta molestia y los ojitos le empezaron a lagrimear 

Claro que su madre lo amaba, Jikken creía que sí. Podía recordar los días que pasaron juntos, en su memoria revivía una y otra vez las tardes en que se quedó dormido sobre su regazo; el tacto de su madre sobre su frente y las dulces palabras que le profesaba. Pero después su madre se alejó lentamente, él no se dio cuenta hasta que el tiempo en que no pudo verlo fueron dos meses. Y luego sería más, y más. Tendría que contentarse con escuchar noticias suyas por la voz de Sakura, la dueña del lugar donde vivía, para saber algo de su madre; porque tampoco podía llamarlo.

Aquello le molestaba, le entristecia demasiado. Sobre todo proque los otros niños del lugar decían que su madre lo había abandonado; pero Jikken no creía en eso. Su madre le había dejado mucho qué hacer y cuánto más rápido hiciera sus obligaciones más rápido lo vería. Sin embargo, no podía evitar sentirse afectado por las palabsras de esos niños; ellos veían a sus madres todos los dias y él debía observar lo felices que eran.

Jikken, quien había sacado una personalidad retorcida y poseía un odio infantil fue el primero en cuestionar acerca de los "padres"; ninguno de los niños del lugar tenía un papá y él sabía la razón; o creía saberla por lo que su madre le dijo acerca del suyo. Pero los otros niños no, ellos habían sido mentidos, Jikken era diferente y cuando se cansó de escucharlos hablar de que su madre jamás volvería empezó un pequeño plan que logró hacer llorar a todos los niños del lugar y dejó un pequeño trauma. Jikken no se asustaría con ese tipo de verdad, él no lo haría porque leía mucho y su madre se había encargado de informarle por fragmentos; de manera precisa desde las partes más suaves hasta las que resultaran más obscenas para la mente de un niño. Izaya siempre fue sincero, jamás le dijo una mentira a su hijo.

Jikken, con inteligencia, no dejó que se descubriera que él lo había hecho; pero su madre lo supo. Se alegró tanto al verle aquel día que planeó hacer más de esos planes, pero entonces el informante le dijo que si quería conocer a su padre debía saber una serie de cosas; le había malinterpretado, pero cuando escuchó que parte del plan era ir a vivir con su madre no le pareció tan mal y aceptó.

Ahora estaba solo y se sentía triste. Le pareció que nada había cambiado, su madre seguía dejándolo a un lado.

Y en ese momento escuchó un golpe en la puerta. Su madre no le mencionó acerca de una visita y no creyó correcto abrir la puerta.

Izaya... ¿Qué Ocultas? (Shizaya) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora