La espera.

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Letto había abandonado Teshaner por la mañana.
No habían pasado ni un par de horas y ya la añoraba.
Unna era maravillosa.
Desde pequeña había sido un torrente de energía.
Apenas medía unos 45 cm, pero su media melena ondulada, que variaba desde un verde lima hasta un azul turquesa en las puntas, se podía distinguir desde kilómetros.
Su piel era morena, no demasiado oscura, pero no demasiado blanca.
Y sus ojos, brillantes, eran de un precioso tono azul verdoso, a juego con su pelo.
Siempre vestía ropas ligeras, pero le encantaban las prendas grandes y poco ajustadas.
Desde la última vez que se habían visto, la joven llevaba un colgante con una gema azul (que originalmente era una pulsera de Letto, pero para su tamaño, era demasiado grande como para usarla de pulsera también).

Todo eso le resultaba irresistiblemente atractivo al elfo, sin embargo, lo que verdaderamente había enamorado a Letto desde la primera vez que la vio, fue su tierno rostro, siempre con una inmensa sonrisa en él.

...

Hamlet pensó, pensó, y pensó...
No debería haberla dejado sola, se tendrían que haber quedado unos días más aquella vez, sin embargo, se fue. Igual que hacía ahora.
La única diferencia era que, esta vez, Unna sí quería que se fuera.
No sabía el motivo, pero confiaba en la mediana y estaba dispuesto a esperarla como y donde le había dicho.
Da igual cuánto tardara en volver.
Esta vez no se iría.

Rol y la magia de vivirloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora