Capitulo 1

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“I Walk Alone, I Walk”.

Esa rima sonaba en mi cabeza como tambor. Me relajaba la verdad de esa rima, además, esa canción es hermosa.

Yo caminaba sola, solo mi sombra me acompañaba, pero a veces me preguntaba si mi sombra se cansaba de mí como todos los demás. A veces suelo ser demasiado despreciable para la gente, que se alejan sin tomarle la importancia a mis sentimientos, ¿Saben algo? Los tengo y tal vez más desarrollados como cualquier chica deprimida y suicida, sentimos más porque sabemos que es sufrir, amar y odiar.

Me gustaría volver a ver el sol por la ventana y jugar en el patio, bañarme en ese césped verde de alegría. Pero por mala suerte, la alegría se me había ido como agua entre las manos.

Recuerdo esos pequeños momentos de felicidad, al salir de fiesta con mi familia, cuando nos reuníamos todos a comer un rico asado, mi tío contaba chistes de los cuales se reían todos como locos, mis primos jugando con nosotros, contando chismes o viendo películas de terror.

Ahora todo eso se volvió arena.

La familia se volvió nada. Seguimos unidos pero de una forma menor.

Todos los momentos felices se disolvieron en mi mente. Ya no existen para mí, los veo demasiado lejanos.

Ahora solo existen momentos tristes y dolorosos. Las peleas de mi madre, las de mis hermanos, las de la escuela. Por eso me fui de ella, no soportaba a mis compañeros, eran tan engreídos, me molestaban pensando que eran geniales mientras lo hacían. Mis compañeras eran unas putas más, me golpearon más de una vez, me humillaron mucho, me lanzaban al barro o simplemente me mandaban mensajes en clases, como: “Hola, suicida ¿Cuándo nos mostraras tus cicatrices?” o “¿Por qué no te suicidas y nos dejas vivir en paz, imbécil”. Era el momento donde les tiraba el papel en la cara. Me habían suspendido muchas veces por conducta, por gritar a mis compañeros y profesores.

Aun recuerdo la vez que me echaron de la escuela.

Era de mañana, yo estaba sentada en el pupitre de atrás, sin nadie a mi lado, cuando un papel de esas putas llega a mi mesa. Al desenvolverlo me asuste más que antes, ya que el papel traía una amenaza que decía:

“Mira, suicida, no me importa tu problema de mierda, ni tu vida, ni tus atrocidades, pero te lo advierto, si vuelves a ver a mi novio, te partiré la maldita cara de imbécil que tienes”.

Como siempre arrugue el papel mirando para todos lados, quería ver quien de las putas me acusaba de esa estupidez. Y me di cuenta. La jefa de las putitas, Rebeca. Me miraba con enojo y rabia. No sabía que tenía conmigo, yo nunca estuve con el estúpido de Diego, su novio.

Fue como pase toda la hora dibujando su muerte. Me gustaba mucho dibujar, igual que cantar y escribir, lo encontraba como una forma de desahogarme más eficaz que nada. (A parte de mi tortura).

Al terminar la clase fui donde Rebeca y su grupito, quería aclarar las cosas, no quería más problemas de los que tenia. Pero todo empeoro.

Había llegado a su pupitre, ella me miraba con rabia diciendo:

-¿Qué quieres?

-Solo quiero aclarar las cosas, no tengo nada con tu maldito novio, ¿ok? Deja de matarme

-¿Matarte?- Su voz sonaba sarcástica como queriendo dejar salir una risa histérica- Perdón, suicida, pero la única que se está matando aquí eres tu- Me indico con su dedo pintado- ¿Por qué no mejor te suicidas pronto?

-Porque así no veré como trabajas en la esquina, zorra

Todas me miraron con asombro. La suicida dijo un insulto, la que se callaba y se guardaba la rabia para ella.

Rebeca frunció el ceño enojada. Toco sus dedos mirando a sus amigas.

-Agárrenla

Dijo con la rabia en la lengua.

Intente escapar, pero sus amigas me habían cerrado el paso, ya no tenía salida, estaba rodeada por ellas. El terror se apodero de mí, en el momento menos indicado. Me tomaron del los brazos impidiendo cada movimiento que daba para salir de sus agarres. Rebeca se acerco con un libro de matemáticas (Los más grandes en ese tiempo) y lo estrello contra mi mejilla dejándome con una quemazón terrible en la misma. Las lágrimas salían de mis ojos, agitaba mis brazos para librarme, pero cada intento de zafarme era inútil.

Rebeca noto las lágrimas y mis intentos de salir, me volvió a golpear, pero esta vez fue un puñetazo en el estomago.

-Llora, suicida, llora. Es lo único que sabes hacer

Las demás se reían.

Mi respiración se agotaba de a poco, el puñetazo me debilito mucho.

-Suéltame, por favor, suéltame

Ella volvió a golpearme. No podía creer el dolor que me llenaba al igual que la ira, me invadían, entraban en mi con mucha rapidez. Lo único que quería en ese momento era romperle la cabeza contra el suelo, que gimiera por piedad, igual que sus amigas, esas malditas putas.

Fue en un momento donde sentí que el agarre de sus amigas se disminuía, lo cual me dio tiempo de recobrar fuerzas y soltarme lo más fuerte que pude para poder botarlas en el suelo dándome tiempo para tomar un paraguas de los que habían en el perchero más cercano y estrellárselo en la cara con toda mi rabia.

Tire el paraguas al verla en el suelo, con la boca llena de sangre, tome el paraguas para clavárselo, sin antes, darle unos buenos puñetazos por la cara. Y justo en el momento en donde se lo clavaria, acabaría con todo, llego la maestra con todos los alumnos detrás de ella

Me miro horrorizada.

Pero eso no me iba a detener para matar a Rebeca, le quite los ojos de encima a la maestra dejándolos fijos en los de Rebeca que gritaba con gárgaras de sangre. Iba a bajar el maldito paraguas, pero sentí a alguien rodeándome la cintura, un agarre firme para llevarme. Note que me levantaban de encima de Rebeca que lloraba en los brazos de la maestra. Cuando me gire vi a otro profesor sujetándome. Yo solo le pataleaba todo el camino para que me dejara, no quería hablar con nadie, solo quería matarlos, a todos. Por malditos, por todo.

Me llevo a la oficina del director. El me dijo que ya era mucho, que debía suspenderme por lo menos unos meses. Mi enojo era tan grande que le grite que me expulsara, que no me importaba, ya tenía dieciséis años y podía hacer lo que quisiera con mi vida.

Así fue como llamo a mi madre y hablo con ella.

Me habían expulsado.

Mi madre no me dijo nada más, solo me golpeo al llegar a la casa, recibí los insultos de mis hermanos y me fui a dormir. Desde ese día jamás volví a pisar una escuela. He permanecido en mi casa desde entonces.

No he salido de mi casa ya hace meses, para mí es una pérdida de tiempo. He permanecido informada gracias al internet. Mi madre solo lo paga por mí, sabe que si no tengo algo, no puedo hacer nada, sabe que si no tengo en que entretenerme me entran unas crisis terribles, me pongo a gritar y empiezo a golpearme o golpear a cualquiera.

Sinceramente, amo esto. No me importa en absoluto el encierro, lo único que me tiene al pendiente del mundo real es la ventana. Hay dejo mis lagrimas caer y mis cortes sangrar.

O como dicen en la película Suicide Room:

Estoy viviendo, sangrando en silencio”.

Suicide SouldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora