El Dios del Fuego

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-Cuánto tiempo, ¿no lo crees Marcos?-

- Solo han pasado dos meses, no fastidies-

- Pero en la guerra, ver a tu mejor amigo vivo es un milagro –

- Eso da igual, lo único que cuenta es la habilidad para eliminar a los objetivos, nada más-

- Eres un maldito terco, Marcos-

- No es necesario que hables más, ya me lo has dicho muchas veces-

En aquel entonces las charlas con Marcos eran siempre iguales, por lo menos antes de aquella noche. Vigilábamos la puerta sur de la ciudad, aunque no eran más que viejas ruinas por la batalla entre los Káiser y los Vangelis.

Hace más de 4 años que era igual, desde el cielo llegaron los arrogantes y blindados Vangelis, no creo poder decir que poseyendo alas sean ángeles del cielo, pues comenzaron a disparar con sus armas sobre Nueva York, matando a más de la mitad de la población en un abrir y cerrar de ojos.

Aquel entonces, los fuertes sismos por fin habían generado una apertura en la falla de San Andrés, y de la nada surgieron de allí los poderosos Káisers, seres fornidos de piel roja, mucho más altos que un humano. Estos no tenían armas tan devastadoras como sus Hermanos caídos del cielo, aun así su potente y rústica armadura, hecha con basura, escombros y restos de extraños metales, les permitió sobrevivir y hacerles frente a sus alados enemigos, sobretodo cuerpo a cuerpo.

Y para finalizar estábamos los humanos, los sobrevivientes de aquella masacre del 25 de diciembre, Lost Christmas se le denominó a ese día en el cual la tierra perdió a más de la mitad de su población en tan solo 6 horas.

- Estoy cansado, no entiendo por qué debemos vigilar, los Káisers nunca aparecen de noche, se esconden de los Vangelis pues estos los cazan todas las noches-

- Aun así Marcos- Intenté reafirmar con mi voz temblorosa.

Marcos  había perdido toda esperanza de vida, eso lo veía claramente en sus ojos, pero no podíamos retirarnos, la raza humana decidió comenzar una guerra contra ambas especies invasoras, sin embargo tanto Káisers como Vangelis  parecían ignorarnos la mayoría del tiempo.

- La semana pasada murieron muchos a causa de la lluvia de acero- Intenté iniciar el diálogo con mi desanimado compañero de armas.

- Ni lo menciones, gracias a los residuos de esas pequeñas luces que dejaron los Vangelis al bajar del cielo, la lluvia se transforma en algunas ocasiones en pequeñas agujas y  a veces lanzas, espadas e incluso cuchillos, que maldición.  Al menos la nieve no reacciona frente a esas luces- Añadió Marcos, intentando hacerme recordar lo ocurrido aquel fatídico día del que yo no tenía memoria, quién sabe si fue para olvidar algún tipo de trauma o un shock emocional.

Desde el Lost Christmas había olvidado muchas cosas, pero, el catastrófico acontecimiento en sí no lo podía recordar a pesar de que estuve en el epicentro de la devastación según muchos de mis amigos. Hace 3 años que había sucedido y nunca había podido hablar ni recordar nada de ello, solo me hacía el entendido en el tema cada vez que alguien hablaba de ello, era una situación bastante incómoda.

Aun teniendo 21 años, ser obligado a matar a todo ser  que intentara acercarse a la ciudad,  empuñar un rifle y ver desde lejos los feroces combates entre los Vangelis y Káisers. No era vida la que siempre soñé,  lo tenía bastante claro, esperaba que algo cambiara el mundo y llegara por fin una nueva era. Esa era mi esperanza, ver un mundo en paz, un mundo donde no existiera la guerra. Sin embargo, con cada día que pasaba mi esperanza había comenzado a menguar lentamente, como si se tratase de una herida que drenaba mis pocos ánimos de vida.

Bajo el Ardiente CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora