Capítulo 18

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Su voz se escuchaba nítida y rara. Era como si no creyera que yo me encontraba ahí, arrodillado frente a ella. Su cara estaba como estatua, pero sus ojos estaban experimentando una infinidad de emociones, a los cuales ni siquiera sabía que me depararía.

Pensé que en ese momento me llevaría una bofetada, algunos gritos de odio y desprecio y al final el correrme de su casa, pero nada llegó. Y eso me asusto más. Después de mencionar mi nombre todo lo demás fue silencio. Hice el intento por hacerle saber que estaba ahí, pero era inutíl. Era como si ella estuviera en otro mundo y fue cuando caí en cuenta de las cantidades de alcohol que había digerido.

-Eres tú.-Me sorprendió que lo dijera de una manera tan especial y poco usual en ella, como si me hubiera estado esperando hace mucho tiempo.- Estas aquí.

-Si, aquí estoy. Tranquila dejame ayudarte.- Como pude le limpie el resto de sus lágrimas y la cargué rumbo hacía arriba en busca de su habitación, tardamos un poco pero pude dar con ello. La recosté tranquilamente mientras le quitaba algunos mechones de cabello que cubrían su rostro.

-¿Realmente eres tú? ¿No estoy soñando?

-Claro que estoy aquí, ¿no me...

Fuí interrumpido por sus labios, aquellos que tanto extrañé, aquellos labios que encajaban perfectamente con los mios. Su beso era demandante y desesperado como si quisiera corroborar que fuera real y no un sueño. Sus labios se sentian tan bien en contraste con su sabor a alcohol que en cierto modo me intrigaba saber lo fuerte de aquellas bebidas. El beso fue subiendo un poco de intensidad ya que en un dos por tres giro conmigo, poniendose a horcajadas sobre mi, sin dejar de besarme y verme. Yo no quería aprovecharme de su estado y trate torpemente de quitarla de encíma, pero entre más forcejeaba, más se aferraba a mi cercania. Y algo que era cierto, es que ella tenía todas las armas para hacerme loco, pero no quería hacer lo mismo que Laín. Y con ello un sentimiento amargo y frustrante se apodero de mi.
Como pude, ejercí algo de fuerza para quitarla de encíma y cuando lo logré ella comenzó a llorar.

-¡Ya no me quieres! ¿verdad? ¡Por eso prefieres a la modelo!

-¿Qué? ¡No! Solo tranquilizate ¿si?

-¡Por eso me cambiaste porque no me quieres, porque a ella si...

Lo que me estaba diciendo me estaba matando y lo único que se me ocurrió en ese momento fue besarla, ella tardo un poco en reaccionar pero al final correspondio. Me separé un poco de ella para observarla, acariciarla y decirle mirandola a los ojos:

-No digas eso, nadie puede sustituirte, nadie.

Y volví a besarla. No estaba pensando con claridad, lo único que imagine es que quería infundirle aquella confianza que ella me adjudico antes. Queria que se sintiera querida y supiera cuanto la amaba. Dios, ni siquiera estaba enterado de los motivos por los cuales ella se volvió así y como mis acciones tuvieron un alto impacto en ella. Sin querer evitarlo, se fue recostando sin separarse de mi y yo emplie de toda mi fuerza para no aplastarla y no ceder ante mis impulsos, porque la amaba y la quería para mí pero de una forma especial, no aprovechandome de su estado.

-Te amo.

Aquellas palabras eran tan reales, las sentía con ella a mi lado, sin importar que. Ella abrió los ojos y en ellos volví a ver la chispa, aquello que ilumina tu mirada de una forma única.

-Perdóname por todo el daño que te cause.- Tome delicadamente su mano que anteriormente estaba lastimada por mi, por la noticia, la besé.- Solo yo tuve la culpa de lo que paso, de verdad perdóname.

-No tienes que hacerlo, yo... también tuve la culpa.

Reaccione ante sus palabras, ya que estaba hablando coherentemente y tuve conciencia de la posición en la que nos encontrabamos en su cama. Me apene tanto que intente levantarme pero ella me lo impidio abrazandome y haciendo que nuestros cuerpos se juntaran.

-No te alejes de mi.

-No voy a hacerlo, pero supongo que debes sentirte incomoda con mi...

-¡No!

Me sorprendio que gritara y apretara aún más su agarré en mi. Al parecer se dió cuenta y poco a poco me va dejando libre. -Lo siento.

-Descuida. -Alcé un poco mi cuerpo para verla mejor.- ¿De verdad no estas íncomoda con mi cercanía?

-Tenerte cerca fue lo que siempre quise.

Me sorprendio la velocidad de su respuesta, tanto que de seguro hice una cara graciosa porque empezo a reírse. Amaba su sonrisa.

-Debes descansar, no estas en tus sentidos. Debes cambiarte ya que te mojaste o te vas a...

-Estoy consiente de lo que quiero, y eso eres tú. Te quiero, Jimin.

Casí tuve que pellízcarme para creer lo que estaba pasando, nunca imaginé que algo hacía podría hacerse, pensé que jamás volvería a tenerla en mis brazos. Todas mis preocupaciones se esfumaron en ese instante, no había dudas en su mirada, no existían. No sabía si reír o llorar o hacer ambas. Ella volvió a acercarme a su cuerpo, a besarme con locura y yo me deje llevar por el sentimiento que ambos estabamos sintiendo.

Lentamente sus caricias iban de mi cabello a mi cuello, pasaban por mi espalda y pecho. Sus besos se hacían demandantes, intensos. Poco a poco la temperatura incrementó. Ella tiraba de mi camisa y recorría mi abdomen con sus suaves manos. Una mordida en mi labio inferior me arrancó un gemido lastimero, que al parecer eso motivo a mi amada a quererme bajar los pantalones. Baje a su cuello donde empecé a repartir besos tibios hasta que decidí meter algunas mordidas y ella tiraba de mi cabello, acercandome más a ella, gimiendo mi nombre. La ropa que llevaba puesta consistia en una camisa que resaltaba perfectamente su figura y un short. Acaricié sus piernas mientras mis labios iban bajando por el valle de sus senos. Por donde recorría su piel se ponía de gallina, nuestras respiraciones se aceleraban y el sentimiento seguía ahí.

Le quite la camisa, despacio, sin prisa y dandole el tiempo para que ella reaccionaría y me dijera si quería continuar o no. Nuestras prendas desaparecieron entre nuestros roces, besos y caricias. Ella recostada en ropa interior y yo encima de ella de la misma manera. El roce de nuestras pieles nos dejaba ardiendo, pero aún no quería dejarme llevar por completo.

-Si te sientes incomoda yo...

-Hazme tuya.

Fue una órden. La mujer que había conocido estaba ahí, mirandome a mí, deseandome solamente a mí. Sonreí un poco y deje llevarme por mis sentimientos e impulsos. La ropa dejó de ser una barrera, mientras ambos nos besabamos y repetiamos palabras de amor. Me acomode entre sus piernas y sin dejar de verla entre poco a poco en ella. Dios, la sensación era íncreible. Espere a que ella se adaptara ya que note cierta mueca de dolor en sus facciones. Recibí su afirmación a través de los besos para poderme mover. Poco a poco las embestidas fueron tomando fuerza y velocidad mientras me esforzaba por no aplastarla ni lastimarla.

Sus uñas rasguñando mi espalda.

Sus gemidos.

Nuestras respiraciones frenéticas.

Y lo mejor de todo... su mirada al decirme te amo.

Sueño OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora