Presas.

Capítulo Nueve.

Me hallo de pie en una penumbra en la cual no se puede ver ni por lo menos donde empieza o dónde acaba, lo que me pone de nervios. Echo la vista en todas las direcciones en busca de luz o algo que me indique que no hay peligro alguno. Internamente sé que eso no pasara.

Frente de mi un haz de luz se enciende a una distancia muy considerable. Bajo de esa luz que se proyecta con fuerza yace mi Vinculado. Axel, quien por alguna razón está atado de manos y pies a una silla de madera, me ve con la mirada perdida y cansina.

—Axel —Le llamo, pero no produzco sonido alguno, a pesar de que articulo y siento las palabras en mi garganta. —. Axel. —Repito en vano.

En el momento que decido acercarme a él una figura aparece de la nada para bloquear mi camino. Dicha silueta viste un uniforme de camufle y una máscara de conejo, así que no puedo identificarle.

No me muevo debido a que el terror que la figura frente a mí me infunde es descomunal y desconocido, me paraliza. Tras de mi siento como me sujetan por debajo de las axilas, formando de esa manera un candado. Comienzo a forcejear sin mucho éxito. La fuerza de quien sea que me esté sujetando está muy por arriba de la mía.

La persona con la máscara de conejo se encamina hasta donde Axel se encuentra. Una vez que está cerca de él extrae desde su pantalón un arma, la cual posa en la cabeza de mi Vinculado.

Forcejeo nuevamente, aun a sabiendas de que no podré deshacerme del candado que me apresa por más fuerza que aplique. Grito con desespero a pesar de que mis alaridos son sordos.

¿Por qué deseo salvar tanto a Axel?

¿Se supone que yo...?

—Está bien Theo, Así ha de ser. —Es lo último que mi aliado dice antes de que un disparo a quema ropa detonase en su cabeza.

Un sentimiento extraño se hace lugar y se comienza a esparcir en mi interior.

Me siento abatido al ver el cuerpo de Axel en el suelo, aun atado a la silla, y por sobre todo, confundido. No siento que le tenga el apego o afecto suficiente como para sentirme así...

¿O tal vez sí...?

La figura con la máscara de conejo regresa hasta donde estoy.

Sé que sus intenciones no son buenas.

No hay nada más que hacer. Salvo, aceptar mi destino.

El cañón del arma se posa en mi frente y miro a la cara al sujeto que está por acabar con mi vida.

—No hay escape sin perdidas. —Las palabras suenan aporreadamente por el plástico de la máscara.

Jalan el gatillo...

[•••••]

—Buenos días, amigo.

La voz grave de Axel me recibe al despertar.

Una punzada se origina en la parte interna de mi cabeza. Seguramente ha de ser producto de dormir en el suelo.

Aún está oscuro, no obstante, diviso algunos tonos naranjas en el cielo. Dentro de poco amanecerá.

—¿Cuánto he dormido?

—Más de lo suficiente. No te preocupes.

Trato de incorporarme. Al hacerlo olvido por completo mi herida. El dolor que surge y se extiende me hace arrugar la cara y apretar los dientes.

—Iba a preguntar por ello, pero ya veo que no estás bien —Comenta Axel al notar mi expresión. —. Lo mejor será que sigas sentado. Dentro de poco nos moveremos, hemos estado expuestos durante mucho tiempo.