Capitulo 7: Los egipcios

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-Los egipcios han llegado a México-. Dijo Elizabeth con preocupación. 

-Se suponía que el idiota ese mandó a los niños a un lugar seguro-. Replicó Jonathan.

-Si pero como tú lo has dicho, es un  idiota, hay egipcios de la edad de nuestros padres, de hecho los envió justo al país en donde nació el cuerpo humano del hijo de Ra.

       La cosa en los Ángeles California también estaba tensa, Kop se encontraba en su estudio, no había salido ni a comer, sostenía una hoja de papel en su mano temblorosa y el sobre estaba roto encima del escritorio. Finbar Kavanagh era el asistente personal de Kop, un chico rubio, blanco y con algunas pecas en sus mejillas, también era su confidente y a pesar de se un humano sabía todo el asunto de los no humanos y los Egipcios.

-Deben ser solo bromas de los que lo odian, señor-. Dijo Finbar algo dudoso.

-Si-. Murmuró Kop. -Eso debe ser, claro, claro-. Reía nerviosamente mientras guardaba la hoja de nuevo en el sobre. Al terminar se recargó en su silla con la mano puesta en la boca mientras pensaba. -Pero ¿cómo sabrían mi nombre real?

         Finbar hizo una mueca de preocupación, ni si quiera el sabía su verdadero nombre, pero en la carta lo mencionaban, eso tenía muy preocupado a su jefe.

-Tráeme morfina-. Ordenó Kop.

-Señor.

-Tráemela-. Gritó.

-Le traeré hierba si quiere, pero no morfina, ya no-. Finbar salió de ahí con paso firme y una mirada de suma tristeza y preocupación, ¿eran los egipcios los que molestaban a Kop?

Kop se levantó por fin de su silla, guardó la carta en un cajón que aparentemente tenía más de aquellas amenazas en el, se recostó en un sillón color vino cerca de la ventana para esperar a Finbar, quien tardó no más de 15 minutos en volver. 

-Aquí está, señor-. Dijo Finbar entregándole una pipa llena, la cual, Kop fumó en menos de cinco minutos.

          El hijo de Afrodita recién había heredado el ejercito y debía empezar a dirigirlo, dar instrucciones y armar planes. 

-Quiero que el grupo uno esté en la entrada vigilando, el grupo dos dará rondas por todo el lugar, si ven algo fuera de lugar deben informarme inmediatamente. Michael, tu vienes conmigo ¿De acuerdo?-. Giles era un chico rubio, alto y algo delgado, con brazos y pecho musculoso. 

-Sí señor-. Dijo Michael siguiéndolo.

-El Olimpo ha estado muy tranquilo últimamente, creo que cierta persona ya desistió de su meta.

-Eso espero, señor.

-Oh, mis hermanas están en el parque justo ahora, acompáñame por ellas, no son molestas.

Michael rió por lo bajo un momento.

      Dos niñas de aproximadamente doce años salieron del parque, corrían hacia Giles. Una de ellas tenía el cabello negro y ropa negra, botas, mayas y playera, a pesar de ser una vestimenta casual, se veía bastante arreglada, la otra tenía el cabello rubio, casi blanco, un vestido al estilo griego con un toque moderno. Ambas de piel pálida y ojos oscuros. Kop no pudo evitar quedarse mirando a ambas, seis años no eran un problema para que alguien te gustara en el Olimpo, pero estaba seguro que Giles no lo aceptaría de ninguna manera, así que volteo la mirada  a la izquierda y puso su mano en sus nariz tratando de ocultar lo sonrojado de sus mejillas, se trataba de las niñas más lindas que había visto, la belleza de la misma Afrodita, pero con un toque de ternura e inocencia de parte de ambas.

-¡Giles!- Gritaron ambas.

-Vámonos, es hora de que las lleve a sus casas.

-¿Sus casas?-. Preguntó Michael en un susurro.

-Si, la de ropa negra se llama-. Hizo una pausa y se acercó a susurrarle el nombre a Michael. -Ella vive con mamá y Hefesto, la de blanco vive con Ares, es su hija. 

      Algo parecía raro para Michael, Giles no quería decir en voz alta el nombre de sus hermanas, aunque podía ser por el riesgo que corrían todos con la locura que le había agarrado al hijo de Ra.

      Michael era un soldado de élite en el ejército de Giles, a los quince años se había vuelto sargento y con dieciocho ya era general brigadier. Era un joven de piel blanca, cabello negro hasta las mejillas y abierto por en medio, labios rosados, ojos negros muy profundos y nariz respingada.

      Una semana después del encuentro, Michael se encontraba bañándose en el lago, estaba seguro que nadie lo miraba, hasta que empezó a escuchar algunas risas nerviosas. <<Deben ser ninfas>> Pensó y se hundió más en el agua, poniendo una cara de fastidio tras eso. Las risas se intensificaban más. Michael decidió salir de ahí antes de comprometerse y cuando dejó el agua, las risas se hicieron más fuertes y ahí notó que no se trataban de risas de ninfas, sino de niñas pubertas. Volteó rápidamente a donde vio movimiento y se encontró con las miradas traviesas de las niñas, o como ahora el les llamaba, el ángel negro y el ángel blanco. Quiso morir de la vergüenza en ese momento y solo se tiró de un clavado al agua nuevamente, con la esperanza de que se fueran de ahí cuando el saliera.

Olimpo: Una infancia complicadaWhere stories live. Discover now