Día 2: Negocios

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-Mira, es él de nuevo-

Yugo miró hacia donde su amiga Rin señalaba y no pudo evitar sonreír, se trataba del chico número uno de la escuela, excelentes calificaciones, excelente comportamiento pero, por sobretodo excelente físico, Yuto era el sueño de cualquier chica o chico del instituto... bueno, de todos menos suyo.

-Pobre, se ve agobiado- murmuró Rin mirando al joven de ojos grises, se notaba a leguas que quería estar en cualquier otro lugar menos ahí, entre un montón de sus fans, pero tampoco se podía permitir el ser grosero con ellas.

-Si, pobre- murmuró Yugo, divertido, parecía que la perfección no era todo.

Unos momentos después su celular sonó, frunció el ceño mientras veía la pantallita del antiguo y resistente teléfono.

-Maldición- se despidió de Rin rápidamente y echó a correr, esperaba no fuera nada malo.

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Llegó al hospital y se apresuró al cuarto donde estaba su hermanito.

-¡Yuya!- entró como una tromba sobresaltando al chico de ojos carmesí que había estado leyendo un libro tranquilamente en la cama.

-Yugo... me asustaste- murmuró Yuya bajando el libro y llevando una mano a su pecho.

-Lo siento- se disculpó el mencionado acercándose a la cama mientras intentaba recuperar la respiración -me asusté cuando llamaron de la escuela, te desmayaste de nuevo-

-Lo siento- fue el turno de Yuya de sonrojarse y apartar la mirada, culpable.

-Está bien- contestó Yugo acariciando la cabeza de su hermanito que, por supuesto se quejó -lo bueno es que ahora estás bien-

-Ya tengo 16 años, deja de tratarme como a un niño- se quejó, pero el puchero en sus labios lo hacía ver tan adorable.

Yugo sonrió, para él, que tenía 19 años, su hermanito de 16 seguía siendo un niño, sobretodo con lo adorable que era.

-Yugo, llegaste- se dio la vuelta para ver a sus padres en el marco de la puerta de la habitación.

-Vine en cuanto pude- contestó el joven de ojos azules sonriendo.

-Me alegra que hayas venido, seguro Yuya también está muy feliz- dijo su madre pasando por su lado para colocar la bandeja con alimentos del hospital en el regazo del chico de ojos carmesí -parece que olvidé las servilletas- comentó mirando la bandeja -¿puedes ir por unas Yugo?- preguntó amablemente a su hijo mayor.

Yugo asintió y se dio la vuelta para salir.

-Yo lo acompaño- dijo su padre antes de seguirlo.

Por supuesto, no pasó mucho tiempo para que el hombre detuviera a su hijo.

-Yugo, tenemos que hablar-

El joven de ojos azules suspiró y se dio la vuelta para ver al hombre mayor cuyos ojos azules tan idénticos a los suyos lucían llenos de pesar. Sabía que tenía que haber una razón por la que el hombre había buscado hablar con él a solas.

-¿Cuál es el problema?- preguntó sintiendo su corazón latir con fuerza, esperaba que no fueran malas noticias, rezaba porque no fuera algo sobre Yuya.

-Tu hermano... su condición empeoró-

Maldita sea, Yugo odiaba que sus malos presentimientos siempre fueran verdad.

-¿Qué puedo hacer para ayudar?- a él no le importaba, daría la vida por su hermanito si era necesario, lo amaba tanto.

-Necesita una costosa cirugía- y ahí fue cuando Yugo entendió el problema, los ojos de su padre se llenaron de lágrimas, pero siendo el hombre fuerte que era no lloró, apretó sus puños y resistió, porque era su deber como jefe de la familia.

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