✪Las lágrimas de un ángel✪

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Tras el mal trago que la pobre morena había tenido que pasar aquella noche ante la aparición de aquellos entes que habían aparecido en su habitación.
El demonio se había quedado cuidándola. Toda la noche permaneció a su lado, acunándola en sus brazos mientras trataba de calmarla con dulces palabras, o simplemente tonterías para que ella no pensase tanto.

Ella seguía confundida, asustada y levemente traumatizada, no comprendía porque le estaba ocurriendo todo aquello. Se sentía ofuscada y temblorosa, veía sombras que la vigilaban desde cada pequeño recoveco de su habitación. Desde el ataque de aquel zorro, todo cada vez iba a peor.

Lo único que la reconfortaba en aquel instante, eran esos fuertes brazos que la sostenían con dulzura y cuidado. Algo que jamás pudo esperar al principio del azabache, pero que sin duda, había experimentado más de una vez dicha sensación.
Tras esa noche los entes no volvieron a hacer acto de presencia. Y eso en verdad lo agradecía. No sabía realmente lo que tenía que hacer, aunque el demonio por suerte sí y por ello le había regalado un pequeño amuleto, que alejaría a esos seres de ella. El chico de pelo negro le había advertido que seguiría viéndolos, si no cambiaba nada, pero que ya no podrían tocarle mientras llevase puesta la pulsera que le había dado.

Pero sabía que con eso solo no podía bastar, debía buscar a mayor profundidad de la que lo había hecho. Y le pediría ayuda al demonio, pero... todavía no estaba del todo segura si podía confiar en él. Era mínima la proporción, pero su desconfianza seguía latente en su interior.

Tras esa noche, se sentía realmente agotada, aunque sus ojos no mostrasen ese cansancio, el cómo se perdía en su cabeza en las clases de la universidad hacía que se le notase, y algunos compañeros le preguntaban, pero ella simplemente evadía responder ante eso.
Lo único bueno de la noche, es que teniendo cerca a Tom, podía descansar sabiendo que ningún otro ser diabólico iba a acercarse a ella.

Entonces, una de las tantas noches que hacían acto de presencia con el transcurso del tiempo, cuando la luna estaba en la cima del cosmos.
Caeli se quedó observando al gato que se encontraba echado a su lado. Viendo como su suave respiración hacía que su estómago subiese y bajase con tranquilidad. Los ojos del felino permanecían cerrados, realmente no sabía si Tom estaba dormido o solamente se hacía el dormido para permanecer a su lado.

Pero de una u otra forma. Se lo agradecía, el sentir su presencia cerca de ella, le calmaba, le hacía sentir protegida.

Gracie gattino... ―susurró la fémina acariciando el suave pelaje del animal a su lado para tomarlo con sumo cuidado y pegarlo a su pecho, asegurándose de no llevar la cruz que podría hacerle daño.

Un quedo suspiró escapó de ambos ante la cercanía que había creado la menor. Ambos esa noche se quedaron así, uno junto al otro. Ambos durmiendo plácidamente, mientras sentían el latido del otro resonar en su cuerpo.

[...]

El felino por la mañana abría sus ojos, y se encontraba embriagado por el aroma de aquella joven que le sostenía con delicadeza.
Tom alzó su mirada y observó el durmiente rostro de la chica descansar.

Con un suave suspiro, él se acomodó, aprovechando para poder escuchar los latidos de aquel relajado corazón.
Pero la paz no le duró demasiado, debido que tenía que marcharse, por mucho que le doliese moverse y salir del confort que le daban los brazos de la chica.

En ese instante, con tranquilidad se escurrió del agarre de la chica, y sin problema bajaba de la cama para transformarse en aquel apuesto chico de cabellos rebeldes. Mientras que dejaba una pequeña almohada en los brazos de Caeli para que ella no despertase.

El chico observó como ella estrechó con cuidado la almohada y pronto él sonrió acariciando la cabeza ajena.
Pero en el momento que se giró, su expresión cambió drásticamente. Y pronto, creó un portal para marcharse de ahí. Pues había una vieja amiga a la que quería visitar.

My Demon ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora