3-Huele a Carne Quemada

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Casi todos los que estaban ante mí fueron despedazados la fuerza de la onda expansiva parecían afiladas dagas cortando la carne, traté de sostenerme poniendo mis manos en cruz delante de mi rostro, pero fue en vano.

Ensangrentado de pies a cabeza caí varios metros desde donde estaba, mi armadura se aplastó y se destrozó dejando parte de mis pies y mi piel descubiertos

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Ensangrentado de pies a cabeza caí varios metros desde donde estaba, mi armadura se aplastó y se destrozó dejando parte de mis pies y mi piel descubiertos. El suelo se quemó casi por completo, (con manchas de pasto negro y ensangrentado por todos lados, como las marcas de latigazos en la piel de un condenado). El cielo se oscureció por completo y de él caían cenizas como si de un volcán en erupción se tratase. El hedor de la carne podrida y quemada era infernal, las cenizas encendidas quemaban y destrozaban la piel de mis pies, que se caía por cachos, se transformaba desde ampollas de líquido seroso, hasta la carne viva, rojiza y negra, pero aun así no sentía dolor, al parecer la bestialidad vibraba en mi corazón, esperando el momento de apoderarse de mí. Unos pocos habían sobrevivido, la gran mayoría habían quedado carbonizados y mutilados, algunos ya habían sucumbido a su salvajismo, se habían vuelto bestias grotescas y feroces, pero aun con rasgos humanoides.

Yo estaba anonadado lo había perdido todo, ya no sentía dolor, ni el sabor, ni el olor, ni siquiera el fuego quemando mis pies, mucho menos podía llorar, ya casi no podía pensar, mi mente estaba saturada, la parte humana que me quedaba se desmoronaba segundo a segundo, las fuerzas flaqueaban, pero aun así comencé andar casi por instinto, he intentaba recordar como hacía unos minutos atrás se podía ver ondear las banderas del castillo, habían caído, una negra y espesa columna de humo se elevaba, cubría todo, el poco sol que había dejó de brillar, todo quedó en tinieblas.

El calor abrasador hacía sudar mi cuerpo, como si me estuviera quemando por dentro. Mi garganta estaba seca, el polvo y la ceniza se alojaban en mi nariz y en mi boca haciendo que respirar fuese un infierno. Puse una de mis manos en tapando mi boca y mi nariz para mitigar un poco aquel infierno y en la otra arrastro mi espada.

Cuando ya había avanzado unos metros empecé a ver a muy pocos con vida, a pesar de poder andar dejar el campo de batalla y llegar hasta el castillo fue realmente una agonía: cada paso era una eternidad, no solo por el dolor en mi corazón si no por...

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Cuando ya había avanzado unos metros empecé a ver a muy pocos con vida, a pesar de poder andar dejar el campo de batalla y llegar hasta el castillo fue realmente una agonía: cada paso era una eternidad, no solo por el dolor en mi corazón si no por todo lo que vi allí, a pesar de que debía estar en el suelo mi humanidad flaqueaba y la bestialidad se apoderaba de mi corazón, cada vez más oscuro y frágil pero sediento de sangre. Según me acercaba al castillo le quité la vida a todos los que agonizaban de sus quemaduras realmente muy pocos incluyendo enemigos y hasta mis propios compañeros.

El Maestro Sun dijo:

Las armas desgastadas, el ardor de las tropas en declive, las fuerzas consumidas, los recursos económicos arruinados: los Estados vecinos aprovecharán la ocasión para alzarse contra ti. En ese caso, ni tus estrategas más hábiles podrán hacer nada para preservar tu porvenir.

- ¿Pero qué porvenir puedo tener si lo he perdido todo?, ¿Qué voy hacer si ya no tengo nada? – Pensaba mientras caminaba tropezando con trozos quemados.

Aron se detiene, mira el destrozado castillo, levanta la cabeza al nublado cielo como pidiendo una plegaria, las cenizas caen por todos lados, también sobre su rostro. Sentía que su deber era seguir y terminar la gesta que se había forjado. Su furia se reflejaba en su rostro, con ira levanta su espada, ya sus pensamientos solo se centran en llegar a York y hacerle pagar toda la masacre.

- Mi nombre es Aron, Lo voy a destruir... 

Oscuridad por HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora