1-El Día que Nació "El Dios del Mal".

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El maestro sun dijo:

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El maestro sun dijo:

El enojado puede contentarse de nuevo pero los muertos no pueden volver a la vida.

En los tiempos de este relato la guerra no es como la conoces, en este mundo antiguo y medieval la guerra debe ser librada empuñando una espada, con una armadura de metal espeso y ligero, donde los rasguños y las abolladuras demuestran que hacen días, quizás semanas que estoy peleando. Mi mugrienta y destrozada espada indica cuántos combates he acabado, la sangre de color marrón y arenoso, cuarteada sobre mi armadura me hace dudar cuanto llevo en este combate. Es algún día de septiembre, ya no recuerdo qué día es hoy.

Tampoco sé cuántos he matado, solo sé que han sido muchos, cuántos huesos rotos, cuánta sangre, cuánta muerte y podredumbre.

Estamos en una vasta llanura, hierba no es muy alta, el sol apenas está saliendo y un aroma a pasto mojado invade mi nariz pero en ocasiones  la carne putrefacta mitiga ese hermoso olor de por las mañanas. Justo a mi espalda están mis soldados, muchos soldados, los lidero para salvar cuanto amamos. Hemos resistido cuatro asedios en los últimos días. Y hoy hemos llevado la batalla fuera del castillo, ya no habrá más muertes inocentes. Hoy será el fin de esta batalla, eso hemos jurado a nuestro señor y a nuestros dioses.

Hace días nos atacan estos malditos y ahora somos lo único que está entre estos paganos y el reino donde vivimos, ellos también son muchos. 

 Yo no me siento bien, aunque siempre voy con entusiasmo al combate. Fuertes náuseas invaden mi estómago. Pero la batalla debe comenzar. Y mi objetivo es motivarlos para aplastar a todo aquel que se atreva a enfrentarnos.

- Soldados, hoy será el último combate, muchos caerán, pero sabemos que aun así debemos luchar por nuestra gente, debemos preservar lo que tenemos, no importa el costo.

- Lucharemos hasta el final, no olvidemos que nos hace fuertes. ¡Que el creador nos guíe!

- ¡¡POR ASGALOR!!

Una pequeña carrera comienza el enfrentamiento corté una, dos tres cabezas, mis soldados pelean con un ímpetu salvaje, y el olor a sangre invade el campo de batalla una vez más.

Algo me detiene por un instante y mi mente me hace dudar, no sé qué me pasa, mi estomago me arde, algo no anda bien, Miré detrás de nuestro ejército, nuestro castillo un castillo de estructuras rectangulares y de murallas enormes, algo me decía que debía estar allí.

El ambiente seguía frío y nublado, el pasto estaba aplastado y cubierto de mucha sangre, aunque por momentos entre tantos olores, una brisa fría me dejaba sentir ese olor a pasto mojado nuevamente, ese que te da tranquilidad y deseos de suspirar felicidad (yo no estaba para nada feliz, pero si deseaba estarlo, por eso continuaba luchando y desmembrando cuanto hombre o bestia emprendiese hacia mi).

Nuevamente sentí un frío vacío en el estómago, como si algo malo fuese a suceder, pensé que era el hedor a carne podrida que había en el ambiente o la sangre que me había salpicado en el rostro solo un instante atrás, cuando destrocé el cráneo de aquel chico. Pensé que cortaría su cabeza, pero mi espada estaba destrozada de romper tantos huesos y armaduras. El casco se aplastó y sus ojos salieron de su órbita como las semillas de un melon destrozado, la sangre y los sesos que salieron de su casco, cayeron en mi rostro. Inclusive pude sentir el sabor metálico de la sangre en mi lengua. Quedan pocos en pie, de ambos bandos.

Eso tampoco era lo que me hacía sentir tan mal, tampoco tenía hambre, ni sueño a pesar de que no recuerdo cuándo fue que dormí bien por última vez. Tal vez estaba molesto por tropezar con los cadáveres mutilados de mis amigos, descuartizados y tendidos en el suelo, bañados de sangre. Las espadas, lanzas y flechas clavadas en los cuerpos hacían que mantenerse en pie fuera algo aún más difícil. al caminar entre ellos los charcos de sangre inundaban la armadura, de mis pies haciendo resbalar la piel con el metal, así fue hasta que mis piernas se hincharon al punto de querer salirse de la armadura. Siento escalofríos que me erizan la espalda, creo que tengo fiebre, también me duelen los huesos y la verdad estoy un poco cansado, en realidad estoy muy cansado, pero quiero seguir peleando, el fin de la batalla estaba cerca, solo hay que terminar con unos pocos enemigos más. El frío de mi estómago me invade a cada segundo, pero con la celebración de victoria lo olvidé por un instante, gritabamos y reíamos ayudando a los heridos.

Pero el frío se introdujo aún más debajo de mi abdomen y aquel sudor frío me estremeció nuevamente, las sonrisas se acabaron y los rostros de pavor de mis soldados me dejaron trémulo. Un silencio de desconsuelo fue interrumpido por unas palabras en una lengua que ningún humano tal vez conozca, y los pocos pájaros que habían cerca huyeron despavoridos.

Desde una roca enorme a unos doscientos metros, estaba York uno de los más poderosos, antiguo y soberano gigante de la tierra. Sus palabras y sus movimientos eran los de un mago a punto de lanzar un brutal hechizo, luego sucedió lo inesperado. Una enorme bola de fuego de color púrpura oscuro con azules cercanos al negro que parecía Magia Arcana, pasó por encima de nuestras cabezas con un calor abrasador que me hizo ver hacia arriba.   

   

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Oscuridad por HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora