4-Carne y Huesos.

7 1 0
                                    

Luego de terminar con algunos de mis enemigos he inclusive con varios soldados bajo mi mando de repente detrás de mí y de entre los demás se levantó uno de mis compañeros y amigo Lautrec que increíblemente herido podía caminar también, lo ayudé a llegar a la pared de la muralla lo sostuve con uno de sus brazos sobre mi cuello cuando lo baje para que se sentara este se deslizo en la ceniza, guarde mi espada y puse un pie a cada lado de su cuerpo y me agache como para recogerlo, lo tome de cada lado de la armadura por donde salen los brazo y lo alcé hasta que quedó bien sentado, lo poco que habló fue para darme gracias y orar a los dioses. Puse mi mano en el suelo y me dejé caer junto a él,

Yo ya no quería orar, mi mente solo quería venganza y ver con mis propios ojos lo que había sido de mi familia, en ocasiones perdía la orientación de donde estaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Yo ya no quería orar, mi mente solo quería venganza y ver con mis propios ojos lo que había sido de mi familia, en ocasiones perdía la orientación de donde estaba. Sentado en el suelo recordé con desprecio mis alardes de un reino poderoso e invencible que florecería por siempre, no lo podía creer.

 Nuevamente me incorporé a la marcha y Lautrec quiso ir conmigo.

- Comandante permítame ir con usted. - Dijo Lautrec tosiendo un poco de sangre, a lo que respondí.

- Quédese aquí joven soldado, debo ir solo, ya no hay nada más que hacer. Trate de recuperar fuerzas y encuentre sobrevivientes que puedan ser salvados. Hay algo que debo hacer.

- Señor... dijo Lautrec siendo interrumpido por mis palabras.

- ¡Es una orden! - Le grité.  Yo ya estaba en pie, mi mano, en mi espada enfundada a la  cintura y con la otra mano arranqué un pedazo de la armadura en mi hombro.

Lautrec solo bajó la cabeza y dijo

- Sí señor.

Y continué mi camino dándole la espalda. En las afueras de la muralla justo antes de entrar por su enorme puente pude tomar una bocanada de fuerzas. La madera del puente se había carbonizado y las cadenas de más de quince centímetros de espesor, se habían derretido casi por completo. Cuando llegaba a salir del puente, una de las cadenas se rompió e impactó destrozando parte de él y sin darme cuenta se me atasca un pie por entre la madera, luego de forcejear por unos pocos segundos logré sacar mi pie, se me desgarra la piel, la sangre goteaba por entre mis dedos. Rodé, con un simple salto sin fuerzas, para no caer de lo que quedaba del puente.

Cuando entré a la plaza principal me quedé paralizado ante tal atrocidad, todo estaba peor que el campo de batalla, tantas personas quemadas y petrificadas, era una masacre, todos quedaron inertes, pareciendo haber muerto sin saber lo que había sucedido, esculturas de cenizas totalmente negras.

Cuando entré a la plaza principal me quedé paralizado ante tal atrocidad, todo estaba peor que el campo de batalla, tantas personas quemadas y petrificadas, era una masacre, todos quedaron inertes, pareciendo haber muerto sin saber lo que había su...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Poco a poco recuperaba mis fuerzas, me alimentaba de ira y dolor y por momentos la bestialidad se apoderaba de mi corazón. Por un instante corrí y todos a mí alrededor se desvanecieron; y luego de recorrer unas cuantas escaleras y pasillos llegué a la planta más alta del castillo, era mi hogar, cada paso hacía que mi dolor creciera, cada rincón me hacía recordar los tiempos de paz, con mi familia y la fama que una vez tenía. Llegué a una puerta, casi no la conocía, no era aquella puerta azul de madera tallada y con detalles en color verde claro, con una pequeña ventana de cristal, su manija de metal dorado gastado por el tiempo se había derretido, el cristal se había fundido y la madera estaba negra como las paredes, al tocarla se deshizo por completo, entré con el temor de ver a mi familia, no lo podía creer, estaban allí, sin vida, petrificados, un dolor profundo se apodera de mi corazón o lo que quedaba de él, en verdad lo había perdido todo, lo que me había atado a este mundo ya no existía, mi esposa estaba de rodillas aun orando seguramente por mí, después de ver su rostro tan tranquilo que parecía estar viva, quise tomarla en brazos, pude abrazar solo sus cenizas, se deshizo poco a poco, intento recoger algo, no puedo, se escurría entre mis manos, unas lágrimas negras ruedan por mis mejillas dejando una línea clara en mi rostro.

De repente reacciono, recuerdo a mi pequeño, mi hijo, Adam. Súbitamente me levanto y corro a la pequeña cama donde solía estar, solo encuentro cenizas, no había quedado nada, lo único que me quedaba en ese instante eran deseos de venganza atragantados en mi garganta, la furia me hacía creer que podría con él, pero en el fondo sabía que iba a ser difícil, muy difícil, pues ¿Quién lucharía contra un dios?, mucho menos yo, que soy un simple humano; como podría acabar con semejante monstruo y semejante poder?. Pero nadie podía imaginar lo que los dioses tenían preparado para mí, era imposible pensar que saldría de esa negra, triste y moribunda habitación...

Oscuridad por HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora