5. Amores perros, más bien dolientes.

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A lo lejos lo ví, no se veía diferente a como narran siempre en las historias de amor, tampoco se veía más interesante... Simplemente se veía como siempre solía verlo: alto, descuidado, moreno, feliz. Era la quinta vez que lo veía en el mismo lugar, y no sé si fue atrevimiento o simplemente cortesía pero le saludé de lejos, como cuando éramos amigos.

El sol estaba en todo su apogeo, pero eso no me hacía sentirme loca al respecto. Él me saludo de regreso, con una sonrisa, agitando su mano y ajustando su mochila como pensando que lo mejor era acercarse. Y aunque lo dudó por un minuto terminó caminando a mi dirección.

Mis manos comenzaron a sudar, ésto no era correcto, algo me decía que no lo era... Él tenía novia ahora y yo ya estaba casada. Y aunque en ese preciso momento no estuviera bien en mi matrimonio, eso no me daba el derecho para hacer algo indebido o que pareciera malo.

— Hola —me saludó un poco apenado y apretando las tiras de su mochila—, ¿Trabajas aquí? —preguntó tratando de lucir casual y confiado, como siempre solía verse.

— Sí, es mi segunda semana —respondí tomando fuertemente el palo que usaba para bajar la ropa—, imagino que tú vienes de la escuela, ¿No? —pregunté, porque era algo evidente.

— Sí —sonrió y después saco de su bolsillo su celular observando la hora—, ¿Y a qué hora sales? —preguntó guardándolo nuevamente.

— Estaba por cerrar —respondí pidiendo al cielo que se fuera y mirando de vez en cuando de reojo que no llegara él.

— ¿Quieres ayuda? —se ofreció de inmediato bajando su mochila.

¿Estaría mal aceptar su ayuda? No lo sabía con exactitud en ese preciso momento, pero algo provocaba que me diera unas leves agitaciones al corazón... Algo me decía que era malo lo que pasaría si él me ayudaba.

— No te preocupes —respondí brindándole una sonrisa—, puedo hacerlo sola —le aseguré—, además debes ir a tu casa —le recordé—; es tarde.

— ¡Tonterías! —respondió quitando de mi mano la vara que sostenía—. No me quitarás mucho tiempo —me aseguró y aunque no estaba segura de ello, acepte su ayuda y comencé a meter la ropa con él—. ¿Y cómo te a ido? —preguntó curioso—. Supe que te casaste —siguió hablando aunque ésta vez sonaba un poco dolido—, ¿Planeas retomar tu carrera? —esa última pregunta dolía un poco, porque mi marido ya no me permitía seguir estudiando... Pero eso obviamente no se lo diría.

— Bien, no me quejo —respondí un poco desanimada—, él me da todo lo que necesito y tiene un trabajo estable —aseguré sin saber porqué decía todo eso—. Y referente a mi carrera, no lo he pensado aún, ¿Y tú qué tal?

— Oh, me alegro por ti entonces —volvió a sonreír cerrando un poco sus ojos, sus bellos ojos rasgados que lucían pequeños cada que hacía eso—. Yo he estado normal, ya sabes, la escuela, los maestros, los proyectos... Es algo pesado pero es lo que quiero —colocó la vara en la pared y yo puse una silla para poder bajar la cortina de metal—. Además resulta un poco complicado con la novia que tengo, es muy dada a querer estar siempre conmigo.

— Me imagino —comenté tranquila aunque la mención de su novia me dolía un poco, yo solía ser así con él—, ¿Me das permiso? Necesito bajar ésto —le pedí amablemente tratando de cambiar el tema.

— ¿Sigues sin poder bajar las cosas sin una silla? —preguntó burlándose de mí—. Déjame hacerlo por ti —dijo bajando sin estirarse tanto la cortina. Él era muy alto.

— Ya no voy a crecer —respondí irónicamente—, pero gracias.

Sin darme cuenta habíamos quedado juntos, a oscuras, pero sin estar completamente a ciegas pues pese a todo, veía su mirada puesta en mí y aunque lo tratase de negar... Se sentía bien ser observada así, con tranquilidad, respeto... Y con amor.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2020 ⏰

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