Al final de nuestros dias.

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La brisa era suave y delicada.
El cielo nocturno despejado.
¿Las estrellas?
Una sola.
Pintada en la inmensidad de un firmamento obscuro.
Mi vista se aclaraba poco a poco.
Me hallaba sentado en un asiento de metal con respaldo acolchado y frente a mi tenía un tubo de seguridad. Mis piernas estaban suspendidas en el aire pero no corría el riesgo de caerme.
Avanzaba mientras iba colgando en el aire.
Era… ¿un teleférico?
Notaba un sentimiento mezclado de nostalgia, culpabilidad y… las inmensas ganas de permanecer en ese momento para siempre.
Me empeñé en tratar de  examinar un poco más mis alrededores e intenté mirar hacia la derecha, luego, abajo sólo con la mirada.
Luces, música, muchas personas. Pero cada sonido que residía abajo era imperceptible

¿Habria alguien a mi lado?
Volteé …

Sus palabras eran mudas.
Sólo pude notar el movimiento de sus labios hablando de algo que no podía escuchar pero que ciertamente me fascinaba.
Su mirada estaba llena de encanto e inocencia. Sus ojos eran hermosos bajo una tenue "luz de noche" y me miraban fijamente al articular cada oración que ella terminaba con una sonrisa. El brillo de la obsidiana reposaba en sus pupilas y su sonrisa, tan alegre y blanca,  provocaba que mi ritmo cardíaco subiera a mil por hora, sus mejillas enrojecidas me hacian querer mirarla por siempre ; acompañadas de hoyuelos simétricamente marcados en cada mejilla, las curvas de su rostro contrastadas por luces provenientes de la parte inferior. Su cabello igual de brillante y liso hacía juego con el negro de sus ojos. Nariz pequeña y tierna, redonda y que hacia resaltar la belleza de su rostro. Como un puzzle con cada pieza resuelta, en su lugar y perfectamente acomodada.
Jamás la había visto más hermosa que en esos instantes.
No existen tales palabras para poder describir enteramente la belleza que contemplaba.

En un momento…
Sus dedos y los míos estaban… haciendo roce.
Los tocaba despacio. Una textura suave, Semejante al pétalo de una rosa, rojo, liso, hermoso.

Entrelacé mis dedos con los suyos, y miré.
Plasmaría ese recuerdo y lo vería miles de veces más el resto de mis noches.
Ella tomaba mi mano y yo la suya. No la solitaría en un buen rato. No quisiera dejar de hacerlo. Y si lo hiciera, sería para repetir el momento tan emotivo en que la tomé y crucé mis dedos con los suyos. Era el ambiente de romance perfecto.

Había dejado de hablar.
Segundos después…
Ella me miró.
Se sonrojó y perdió la mirada en el cielo.
Yo sonreí. Me conmoví al punto de sentir una lágrima resbalando por mi pómulo derecho. Con mi mano libre, giré su rostro lentamente hasta encontrar su mirada, siempre tierna, siempre inocente, siempre sincera y llena de tranquilidad.
Llevé lentamente mi frente hacía su hombro y me apoyé ahi. Como habia supuesto, el aroma de su ropa y el aroma de su persona eran identicos al de una flor al abrirse después del alba.

Luego, subi mi cabeza y apoyamos la frente juntos y muy despacio. Su mirada ahora era distinta pero mejor que hace unos segundos. De reojo noté la curvatura de sus labios; labios rojos y carnosos, intensos, dulces y bien dibujados.

Cerré los ojos.
Percibí una última vez su aroma.
Acerqué mis labios suavemente a los suyos.

                       ¿Mi anhelo se cumpliría?

¡Por fin! Podría besarla ahora… sin ningún impedimento… y…

¿April?
¿¡April!?

¡¡¡April!!!

Un largo eco.

No habia nada
El suelo no era mas que pasto húmedo.
Y yo permanecía ahi.

La Estrella ya no estaba.
Sólo una luna inmensa.
Brillante.
Y a lo lejos las luces débiles de una ciudad.

Corria aire muy pesado.
A la vez calmante.

Permanecia vacío.

Mi único consuelo…
Recuerdos.








Cuando dos mundos chocanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora