La teoría de la hetero

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Una ducha. Es todo lo que necesitaba para calmar los nervios, un poco de agua caliente y sentir como cada gota resbalaba por mi piel. Salí de la ducha y me envolví el cuerpo con una toalla y me planté frente al espejo. No dejaba de mirar mi cara llena de ojeras y mi rostro desmejorado. Iba a necesitar muchas capas de pintura para arreglar los estragos de esa noche, así que me puse manos a la obra.

—¿Qué te vas a poner? —La voz de Julia resonaba en mi habitación. No me hacía falta entrar para saber que estaba hurgando en mi armario. Tenía la extraña manía de robarme siempre la ropa así que, para ella era una vez más.

—No lo sé. Cualquier cosa —Dije mientras aplicaba un poco de espuma en mi pelo y dibujaba mis rizos.

—Ni hablar amiga, —su voz se acercaba a mi espalda— no te vas a poner cualquier cosa. Te vas a poner algo que diga que eres una chica buena pero puedes ser muy mala. Que eres la novia perfecta, que lo tienes todo, que sabes ser dulce y salvaje, protectora y tierna, divertida y formal.

—Juls, ¿y cómo esperas que una prenda pueda decir todo eso?

—Una no, dos. Te vas a poner ¡LA CHAQUETA! —dejó las manos alzadas como si estuviera invocando a alguien —Y un top lencero.

—Uff, la chaqueta son palabras mayores —dije muy consciente de lo que ponerme esa chaqueta implicaba.

Había tenido esa chaqueta desde hace años. Era mi talismán la chaqueta de la suerte cuando quería dejar de sentirme insegura y verme un poco más guapa de lo habitual. Fue la chaqueta con la que conocí a Paula y también su favorita. Ella siempre decía que no se habría fijado jamás en mí de no ser por esa chaqueta, que me daba un aire misterioso. Toque las mangas que colgaban de la percha, mientras mi cabeza pedía perdón a su recuerdo.

—Miriam, —Julia me puso la mano sobre el hombro— no la estas traicionando. Ella se fue y seguro que quería que siguieras adelante. Sobre todo con una chica como Ana.

Me emocioné con las palabras de mi amiga pero intenté guardarlas para mí. No quería tener que rehacer el maquillaje al completo.

—No sé amiga, es muy extraño. —Cogió mi mano entre las suyas.

—Lo sé. Mira, sé tú misma y déjate llevar, no te pido más. Estoy convencida de que entre vosotras puede haber una historia muy bonita, si os tragáis el orgullo y decidís comportaros como dos adultas en lugar de dos crías. Anda vamos a mi coche, Ana ya debe estar despierta.

Mis dedos tamborileaban nerviosos sobre el salpicadero del vehículo. El tráfico estaba muy denso y ya casi había pasado una hora desde que salimos de mi casa lo que no ayudaba para nada a mi estado actual.

—Para ya. —dijo Julia sujetando mi mano izquierda— Vas a hacer un agujero en el coche. Miriam que vas a hablar con ella para pedirle disculpas, no a pedirle matrimonio.

—No es eso, —resoplé— es el maldito tráfico. Me siento ahogada aquí dentro. Sé perfectamente que lo de hoy con Ana no va a llevarme a ninguna parte.

—Eso nunca se sabe.

—Bueno, tú porque eres muy optimista pero Ana es hetero.

—¡Hetero mis cojones! —contestó con ímpetu— Por lo que yo veo ella está bastante interesada.

—Aún así Juls creo que ambas podemos estar confundiendo signos. Sabes bien como yo que a veces parece una cosa y luego no lo es. Una cosa es tontear y otra muy distinta comerle la boca a una tía.

Julia tiró del freno de mano, muy segura de que, en medio de ese tráfico, no íbamos a irnos a ninguna parte. Acto seguido se quitó el cinturón y se dio la vuelta mirando hacia mí.

Tu compañera de piso (wariam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora