Realization

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No dormí demasiado esa noche. La discusión con Miriam me había alterado bastante más de lo que había querido reconocer. No entendía bien que me estaba pasando. Ni tan siquiera fui capaz de darle una explicación a Julia sobre lo que había pasado esa noche. El caso es que Miriam no me caía mal, pero su comportamiento me irritaba y yo no entendía bien por qué.

Miré el reloj. Apenas eran las siete de la mañana y el sol ya estaba calentando el dormitorio. Maldije la falta de cortinas en este país y me levanté, rebuscado entre mis cosas. Si teníamos piscina sería mejor aprovecharla. Seguro que el agua me ayudaría a calmar los nervios y despejarme.
Salí de mi cuarto solo con el bikini, la crema y una camiseta ancha encima.

Pasé por delante del cuarto de Julia. Vi su puerta cerrada y supuse que seguiría durmiendo, así que pasé de largo. Aún quedaban un par de días antes de empezar mis prácticas y pensaba aprovecharlos.

Oí un ruido de fondo y me asusté un poco. Si  Julia estaba durmiendo no sabía quién podía estar haciendo esos ruidos. Agudizé el oído, algo se movía en el garaje. ¿Un animal quizás? Decidí echarle valor e ir hacia allí armada con una escoba que cogí de la cocina. Y aunque no era creyente, debo reconocer que me puse a rezar para que, efectivamente, se tratara de un animal y no de un ladrón.

Puse la mano en el pomo de la puerta mientras empuñaba el manto de la escoba con fuerza. Con el corazón en la garganta conté despacio...una, dos y...

-¡Miriam! Joder casi me matas del susto.

La leona no se dió la vuelta. Miraba hacia delante mientras corría sobre la cinta muy concentrada. Tenía unos cascos puestos por eso no me había oído. Intenté darme la vuelta pero no pude. La cadencia de los movimientos de Miri, la forma en la que botaba su melena rubia y rizada, las gotas de sudor que resbalaban por su cuello eran casi hipnóticas. Tragué saliva y noté como mis labios se abrían ligeramente. No podía apartar la mirada de esa imagen. Era tan poderosa. El ruido me sacó de la ensoñación en la que me encontraba, en un segundo todo se precipitó. Había dejado caer la escoba. Miriam había vuelto la cabeza al oír el estruendo y perdido el pie. Y ahora luchaba en vano por no caerse de bruces sobre la cinta.

-Me cago en tu estampa canaria. ¿Quieres matarme?

Una carcajada escapó involuntaria de mi boca. Vi la expresión de enfado de la leona y me acerqué a ayudarla.

-Lo siento, de verdad que sí, pero tenías que haberte visto la cara.

-Tú ríete, pero como me haya hecho daño te toca hacer a tí la coreo esta noche. Creo que me he jodido la espalda al caerme.

-No exageres. A ver déjame ver -dije mientras me arrodillaba al lado de Miriam. Miriam me miró desconfiada pero permitió que le levantara ligeramente la camiseta.

-No veo ningún golpe. -Le ofrecí mi mano para ayudar a levantarse.

-Ha sido un tirón. Duele bastante -Comentó mientras se llevaba la mano hasta la zona del riñón. Tía no puedo permitirme un físio, este mes voy pelada.

Me sentía culpable. Viendo la casa de Julia una tendía a pensar que todas las personas que la rodeaban tenían las mismas facilidades económicas que ella. Estaba claro que con Miriam no pasaba eso.

-Mira, Miriam -dije mientras cogía su mano y la sacaba hacia la zona de la piscina- no suelo hacer esto por todo el mundo, pero sé dar masajes. Y puesto que esto ha sido culpa mía. Me ofrezco a arreglarte la espalda.

-¿Estas segura de que sabes lo que haces? No quiero que me dejes lisiada.

-No seas exagerada. No vas a morirte por un masaje. Te prometo que no habrá secuelas permanentes. Anda, échate en una tumbona. Voy a por la crema.

El bote de crema tampoco duró mucho en mis manos. Nada más salir de la casa me encontré con la leona en bikini debajo de la ducha y mi cuerpo se olvidó de cómo se sujetaban las cosas. Miriam se quedó mirando mientras yo avergonzada me agachaba a recoger el bote.

-Como seas igual de hábil para todo mi espalda está en serio peligro.

No sabía cómo pero las torneadas piernas de Miriam estaban justo enfrente mia. Me levanté como pude y golpee su hombro intentado seguirle la broma.

-No te creas soy bastante hábil con las manos.

Miriam levantó una ceja y soltó una sonora carcajada mientras se tumbaba boca abajo y desabrochaba la parte de arriba de su bikini.

-Está bien canaria. Demuéstrame lo que eres capaz de hacer con esas manos mágicas. Vuélveme loca.

Miriam no paraba de reír. No fuí consciente de lo que había dicho hasta justo ese instante y me puse completamente roja. Lo que había dicho, precisamente a una chica como la leona, podía considerarse una insinuación y yo no quería malentendidos.

-Bueno que -comentó la rubia impaciente- ¿Voy a tener lo que me has prometido o tengo que preparar para una nueva decepción como la del sushi?No me digas que eres de esas a las que les gusta dejar a las chicas a medias.

Y ahí estaba de nuevo, la Miriam que me irritaba. Por un momento pensé en largarme, pero no lo hice.

-Yo siempre cumplo mis promesas Leona. Lo que pasa es que esto -mencioné señalando la tumbona en la que estaba- no es precisamente una camilla de masaje. No tengo dónde poner me.

-Siéntate encima mía tía.

-No quiero hacerte más daño.

- Ana tia, eres un peso pluma. No vas a aplastarme si es lo que te preocupa.

Obviamente no era eso lo que me preocupaba. Sabía que no la iba a aplastarme con mi peso, eso era imposible. Era más bien el hecho de tener que sentarme en su perfecto trasero lo que me hacía sentir incómoda. Era una postura un tanto...no sabía cómo definirlo ¿Erótica? Era la palabra que se venía a mi mente. A pesar de todo lo hice. Al fin y al cabo, una promesa era promesa.

Puse una buena cantidad de crema entre mis manos, intentado calentarla y empecé a masajear la espalda de Miriam. Mis manos subían y bajaban por su espalda mientras que mis pulgares trazaban pequeños círculos a ambos lados de su columna. La leona empezó a respirar de modo distinto, emitiendo pequeños suspiros cada vez que mis manos se acercaban al borde de la parte de abajo del bikini. Pero la leona no era la única que parecía estar disfrutando de la experiencia. Poco a poco mis manos, que parecían tener vida propia, se volvieron más audaces y abandonaron los lados de su espina dorsal para empezar a aventurarse en su costado. Mi mente se repetía que parase, que estaba traspasando los límites, pero mis manos no obedecían. Un gemido escapó de la boca de la leona cuando mis manos rozaron casi de modo accidental el borde de su pecho. Yo las retiré asustada, avergonzada por mi propio comportamiento.

-No se te ocurra parar ahora -La voz de Miriam sonó amenazante y mis manos volvieron a su espalda. Esta vez limitándose a las zonas seguras, pero danzando por su espalda mientras mis ojos estaban clavados en la piel morena de la gallega.

No sabía cuánto tiempo llevaba masajeando la espalda de Miriam pero parecía que era una tarea que ninguna de las dos quería terminar. Hasta que oímos una voz a nuestras espaldas.

-Joder que suerte tienen algunas. En dos días tienen a la chica dándole un sensual masaje.

Me levanté avergonzada al oír la voz de Julia.

- Er, esto...Miriam tiene un tirón pero ya he terminado. Voy a hacer el desayuno.

Dije mientras me escabullía hacia la cocina. Una vez allí, cogí la botella de agua fría y la puse sobre mi cuello. ¿Se puede saber que te está pasando Ana?


Tu compañera de piso (wariam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora