"El cuervo te observa esperando tu sentencia,sus ojos negros ven dentro de tu alma,observando cada pecado,¿Estás listo para ir con él?"
Mis ojos se abren lentamente siendo lastimados inmediatamente por la luz blanca que rebotaba en la habitación, costándome que poco a poco mi vista se acostumbrara a tanta luz.
Odio el blanco.Aún tengo la camisa de fuerza sosteniéndome de los brazos, así que me limito a ver el cuarto completo a mí alrededor a pesar de que me la pasaba aquí todo el tiempo.
La cama hace un chirrido en cuanto intento levantarme a causa de los viejos resortes que llevan años sin cambiarse. Me asomó a mirar mi propio reflejo en el escusado del baño mirándome la demacrada cara.
Los pómulos se me hundían en la piel a causa de la falta de alimento, la agresividad de los medicamentos se reflejaba en todo mi cuerpo; en el cabello reseco y crespo, en mi seca y sin ninguna suavidad y en mi físico tan delgado y asqueado.
El sonido de la pequeña ventanilla (realmente pequeña) que apenas y dejaba entrar un poco de luz llamó mi atención, una pluma entro entre las rejillas cayendo de manera delicada y con toda la gracia que pudiera reflejarse. De inmediato de esta cual milagro fue transformándose en una delicada y fina mujer; Alicia.
-Hola, Esteban.- Saludo con tacto mirándome. El hecho de verla me oprimía el pecho, me sentía tan pero tan decepcionado. No conteste.- Hola.
Vuelve a repetir como con esperanza de que le dirigiera la palabra de nuevo en un saludo amistoso.
-Ah...-Suspiré.
-¿Sabes por qué estoy aquí?- Vuelve a preguntar con resignación. Negué con la cabeza, se supone que vienen a "redimir" mi pecado de estar con un demonio; pero generalmente venia algún otro ángel que ni conocía. -Vine a... ya sabes.
Pronto su propia energía imponente me hace sentarme en el piso cual niño, aunque en realidad ya no tenía fuerzas para poner resistencia.
- Esteban, tú tienes la culpa...- su voz suena quebrada me habla de nuevo, realmente se veía que no quería hacerlo-...Que tu familia, tenga que pasar estos gastos...-
Mi garganta se hace un nudo.
-...Que hayas degrado a la familia Valentines...- mis ojos se aguadan ante cada palabra que tú dices- ...De todo lo malo que ha pasado Albert...-un sollozo escapa de mi boca y no puedo evitarlo.- Tú tienes la culpa... tu siempre has tenido la culpa.
El pecho comienza a quemarme de las palabras que me golpean con tanta fuerza, y aunque el llanto se ha convertido en suaves lamentos que apenas llenan la habitación, Alicia también llora.
-¡Albert está muerto!- Me grita la rubia con la voz quebrada.
- ¡Albert!- Ahora era yo quien gritaba con fuerza, con dolor. Debo reconocer que mi mente se ha vuelto débil. -¡Perdóname!... ¡Perdóname!...
- Así es, tú tienes la culpa... y no tendrás... nunca su perdón- ella se limpia una lagrima que sale de sus ojos con discreción.
-Mátame...- Rogué negando de un lado a otro. Aunque esa sesión de castigo había sido realmente corta; era suficiente para querer azotar la cabeza contra el suelo hasta morir.- Perdóname... amor mío
Cuando levanté la cabeza, Alicia simplemente me había dejado e la soledad de mi habitación.
El piso se me tambalea en cuanto me pongo de pie, y las lágrimas no me dejan ver ni si quiera mis pies. Pero logro llegar a la puerta fría de hierro que me encierra.
Moví mi cabeza para atrás antes de azotarla con fuerza con la puerta, una y otra vez, la vista se me empezó a poner borrosa con cada golpe estruendoso que alertaba a todo el mundo.
-¡Ah!- Gritó la enfermera horrorizada cuando me vio entre las rejillas azotarme con fuerza y el charco que apenas comenzaba a formarse a mis pies.
Tiró las llaves varias veces antes de poder abrir la puerta, la verdad es que ya no podía sostener mi propio cuerpo de pie y me fui boca abajo por el impulso de querer azotar la cabeza.
-Ah...ah...- Jadeaba de mareo.
-Estos locos sí que causan problemas.- Hablo la enfermera con asco, a pesar de que escuchaba y sentía a distancia.
Sus manos vendaron mi cabeza para parar la sangre, dejándome en el suelo a mi propia suerte.
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Sin pecado concebido (Yaoi)
Romance"Él no existe." Son palabras que suelen repetirme tan constantemente que empiezo a creerlas. Nadie recuerda los acontecimientos sucedidos, nadie recuerda el terrible caos que una iglesia provocó, ni la enigmática polémica que generé cuando me enc...