Epílogo.

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"Estoy loco por ti. 

Quien sabe lo que haría.

 Incluso moriría por ti."

La puerta comenzó a retumbar entre las paredes de nuestro agradable hogar, de inmediato caminé con toda tranquilidad con dirección a la puerta y tomé el abrigo color militar que siempre colgaba en el perchero al lado de la puerta. De inmediato abrí sintiendo el frío del exterior entrar y golpear mi rostro.

-¿Cómo estás, Esteban?- Preguntó de inmediato la agradable voz de Alex frente a mí.

- No me quejo.- Me encogí de hombros divertido.

- ¡Genial!- Entro sin permiso aventando sus abrigos en los sillones, llenando estos con residuos de nieve alrededor; no pude evitar reírme ante aquel acto.

-Eres el último que faltaba en llegar.- Le dije quitándome también el abrigo y cerrando la puerta.

-La verdad es que pensaba llegar desde ayer.- Se sacudió el pelo cual perro moviendo también el trasero.

-¿Y por qué no lo hiciste?

-Es que de camino para acá vi un gatito en las entradas de la ciudad, estaba maullando solito y me dio mucha tristeza.- Comentó narrando sus historia.- ¡Me deprimí y lloré en mi casa todo el día! ¿Qué es ese aroma? ¡Huele delicioso!

Y echo a correr al comedor cual perrito emocionado, no pude evitar reírme antes de seguirle.

Ahí están todos reunidos mientras comían alegremente.

Ellise y Alicia estaban tomadas de la mano mientras comían; la primera mencionada en cuanto se solucionó esto no quería vernos más, solo quería estar con Alicia todo el tiempo que había perdido...y era comprensible, después de todo Albert le había hecho mucho daño, sin embargo Alicia había implorado para que conviviera con nosotros (porque al parecer Alicia estaba muy arrepentida por lo ocurrido) e impresionantemente Ellise accedió solo por Alicia.

Hugo se llevaba bien con la rubia, le había perdonado todo. Sin embargo habíamos llegado a la conclusión de que hiciera que mis padres me tomaran por perdido y lo logró; solo él en mi familia sabía dónde estaba.

Alex había sido todo un caso; habíamos planeado que en su próxima depresión fingiera estar muerto (después de todo su familia lo había abandonado en ese Hospital) y gracias a que su respiración y ritmo cardiaco desaparecían casi por sus tristezas lo logramos. Ahora vive en una ciudad cercana donde vivimos, tratando de llevar una vida normal a pesar de su enfermedad.

Albert y yo nos habíamos quedado en Rusia, en una parte donde la gente casi no habitaba debido a que cuando llegaba el invierno solía llegar de lo más agresivo. Pero vivíamos perfectamente.

¿Cómo pudo pasar el tiempo tan rápido?

Por su parte Annie ya no estaba aquí...

-¿Seguro que va a ser buena idea dejarla aquí?- Preguntó Gabriel antes de marcharse mirando directo a Annie con ojos de bala.

-¿Mh?- Miguel volteó mirándola también.

Annie temblaba de rabia, de frío y de miedo. Iba a quedar a manos de arcángeles que simplemente tomaban decisiones demasiado drásticas.

-No se atrevan a tocarme...- Jadeó retrocediendo con pánico.

-Después de todo, ella expuso el mundo espiritual ante todos.- Gabriel sonrió.

-Como gustes, hermano Gabriel.- Decidió Miguel volviendo a mirar hacía enfrente.- Si decides que es lo mejor, llévalo con hermano Azrael para que la juzgues o con la Santa Muerte.

-Claro.- Gabriel se comenzó a acercar hacía Annie, quien como resorte saltó corriendo hacía Albert.

-¡Ayúdame! ¡Ayúdame demonio! – Chilló agarrando a Ellise y a Albert con desesperación, tratado de huir inútilmente de Gabriel.

-Ven para acá.- Gabriel la tomó del cuello de su suéter arrastrándola hacía atrás.

-¡No! ¡No!- Annie se revolcaba con pánico.- ¡Esteban! ¡Yo te amo, ayúdame!

Y entre berreos y gritos histéricos desapareció. La verdad es que nunca volvimos a saber de ella.

-¿Amor?- La voz de Albert me trajo de vuelta a la realidad. Me encontré que todos me miraban raro, pareció que me perdí en mis recuerdos.

-¿Te encuentras bien? ¿Quieres acostarte?- Preguntó Hugo preocupado, pues después de todo aún quedaban efectos secundarios en mi por los medicamentos contra la "Esquizofrenia" que sufría.

-Perdona. Me perdí un momento.- Caminé a sentarme al lado de Albert. Quien de inmediato me sirvió un pedazo de pavo con puré.

-Te amo Esteban.-Me dijo abrazándome por la cintura..

- Y yo a ti, Albert.

Hoy en día estaba tan contento de poder estar aquí, ambos no habíamos cometido un pecado.

Estábamos Sin pecado concebido. 

Sin pecado concebido (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora