"Oh, bello ser de la oscuridad, bella bestia que surge de las tinieblas,oh, bello cuervo de alas negras, vuela en la noche,oh, bello ser monstruoso, ¿Por qué me has abandonando?"
Pared blanca, piso blanco, ropa blanca, muebles blancos, inodoro blanco, enfermeras de blanco, colchón blanco, sábanas blancas, reloj blanco, corredores blanco, puerta blanca, medicamentos blancos... aquí todo es color blanco.
Odio el blanco. Oh al menos, comenzaba a aborrecerlo con todo mi ser.
Las paredes a mi alrededor parecen no tener sentimientos por los pacientes de aquí, pues claro; son solo paredes que han pasado por manos de tantos pacientes mentales y enfermeras que no tiene la culpa de estar horriblemente sucias y apestosas. Pero las enfermeras no tendrían por qué ser casi como objetos inanimados, no lo son...o tal vez, si lo sean.
Depende de lo perturbadas que estén, como todo es blanco talvez confundan todo o a sus ojos todo sea igual; personas y cosas.
¿Ya había mencionado que odio el blanco?
Pues si lo odio, tanto como odio este hospital psiquiátrico, aquí todo es blanco y yo odio el blanco, es un color sin nada.
- Señorito Esteban, sus padres lo esperan en el patio trasero.- anunció aquella enfermera de blanco mientras entraba junto con otros dos hombres a mi habitación colocándome medicina para que no me volviera "agresivo", al igual que una camisa de fuerza y un bozal; claro todos saben que los esquizofrénicos son MUY peligrosos.
Creo que mi cabeza esta caída de lado a mi hombro derecho...los pacientes y enfermeros se veían de lado: Todo está inclinado, hasta el patio y mis amados padres los cuales me esperan con una caja en la mesa y la mejor sonrisa que pueden plantar en su rostro.
-Aquí está su hijo, señor y señora Valentines.- Habló la enfermera posicionándome frente a mis padres de manera en que quedáramos frente a frente pero separados por la mesa, mi padre asintió y con un movimiento, ordenó que se fuera.
-Hola amor, ¿cómo te encuentras?- Mi madre me preguntó mientras temblaba de lo incomoda que estaba por estar en este lugar. Como siempre; no respondí de lo drogado que estaba por los medicamentos.
-Hijo, feliz cumpleaños- Mi padre dijo golpeado mientras de la caja sacaba un pastel con los números en velitas azules "22". Mi mirada y mi mente no podían creer que ya había pasado un año...
-Feliz cumpleaños...- Habló nuevamente mi madre. ¿Cómo podría ser un feliz cumpleaños, si ya casi se cumplía un año de la muerte de Albert?
Mi madre se levantó algo asustada al verme como trataba de moverme para aventar el pastel aún lado y cerró la caja lo más rápido que pudo.
- Hijo...-Mi padre nuevamente tomó la palabra mientras jugueteaba con sus manos con nerviosismo.- ¿Por qué no lo superas de una vez? ¡Albert no existe!
-Amor...- Mi madre interrumpió golpeadamente mientras lo miraba severa.
-No Cris, no guardare silencio. – Dirigió su mirada de nuevo a mí casi subiéndose a la mesa.- ¡Supéralo! ¡Albert, no existe! ¡NUNCA EXISTIÓ
-Lárguense...-susurré lo mejor que pude con la garganta seca y rasposa, mis padres abrieron los ojos sorprendidos puesto que no les había dirigido la palabra desde hace casi siete meses. -¡NO LOS QUIERO VOLVER A VER!
-Esteban...- Mamá me llamó la atención sabiendo que iba a alertar a los enfermeros si seguía gritando con ese tono de voz.
-¡Nunca están aquí, nunca pasan tiempo conmigo!- La ira era obvia en mi voz.- No lo suficiente...
Los pasos apresurados de las enfermeras se escucharon por detrás de mí, un nuevo pinchazo en mi cuello hizo que cerrara los ojos y callera a la oscuridad, aquella obscuridad que amo tanto...
Aquella oscuridad, en la que tal vez, algún día, pueda encontrar aquellos ojos carmesí, aquel ser al cual le di todo.
Albert...El bello ser de la noche y de la muerte.
Te amo tanto...
Que duele...
Volviendo a hacer magia desde tiempos inmemorables 7u7r haciendo capítulos de 542 palabras a una de 649.
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Sin pecado concebido (Yaoi)
Romance"Él no existe." Son palabras que suelen repetirme tan constantemente que empiezo a creerlas. Nadie recuerda los acontecimientos sucedidos, nadie recuerda el terrible caos que una iglesia provocó, ni la enigmática polémica que generé cuando me enc...