Un corazón

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¿A partir de qué se forma un corazón?

Hablo de un corazón con su abismo estrellado,

uno de esos corazones que tiemblan en la noche

sorprendidos por las luces de las luciérnagas amándose,

asombrados por el canto áureo de las proporciones

en las caracolas que arrojan las mareas sobre las playas vírgenes;

hablo de aquellos que arremolinan sus fibras

como en el glissando de un arpa

o lanzan su sangre constelada al cosmos de la carne,

impregnándola de sueños y claridades o de oscuros presagios a veces.

Hablo de corazones con ojos de llanura para ver los paisajes del silencio,

no hollados aún,

esperando a surgir temblorosos y alzarse goteando materia de hierbas y flores,

corazones absortos, hechizados por el espacio

donde se mueve el cuerpo del amante,

para los cuales ese cuerpo tiene un sabor de mundo

y todo lo necesario para la redención.

Tendrá que estar compuesto por átomos antiguos,

con una eternidad a cuestas para presentir todos los dolores de la felicidad,

para reunirse tomados de la órbita

tal como diminutas lunas ya desde el principio de su danza,

mirando siempre más allá de su círculo en lo astral inferior.

Estará hecho de fibras como un mar de sargazos,

como el cielo enramado de un bosque en otoño

o su suelo arropado de hojas descoloridas,

a veces un tejido de aurora boreal,

un manto confeccionado en el telar de los rayos solares,

alguna red de manos que acarician y adelantan la entrega.

Estará hecho de espacios catedrales

y ventrículos igual que un planetario de los dioses,

huecos donde resuenen todos los vientos y tormentas, las músicas añejas,

y válvulas del tiempo semejantes a la cristalería

de un eterno y doloroso reloj de agua o arena.

Costa de los AbrazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora