LA NOTICIA

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Llegaba a Pozuelo agobiado de tanta gente en el metro. Era de esos días que lo que menos me apetecía era sentir el agobio de la hora punta. Pero Madrid es lo que tiene, gente, gente y más gente por todas partes. Últimamente ese ahogo me quitaba la energía, esa que nunca me había faltado y lo único que me pedía el cuerpo era salir de la gran ciudad e irme al campo, a Asturias, que siempre fue mi paraíso.
Pero veía que ya todo daba igual. No sabía cuánto tiempo me quedaba, ya no volvería a ver mi idílico lugar, pero lo único que sabía era que mi fin estaba cerca. Se lo tenía que contar a los míos e iba a empezar por María y no tenía ni idea de cómo hacerlo sin hacerles mucho daño. Habían sido mi razón de vivir durante años y ahora tantas ilusiones, tantos sitios que ver, tantas cosas que hacer con ellos, se diluía.

María vivía en Pozuelo desde poco después de quedarse viuda de Marcos, hacía ya 15 años, en un accidente de tráfico, siendo Patri aún un bebé. El dolor es de imaginar. Ellos, muy enamorados y toda una vida por delante de sueños truncada por un conductor borracho que se saltó la mediana en la A5, a la altura de Quismondo, cuando venía de trabajar de Cáceres.

Marcos era mi amigo de la infancia, éramos inseparables. Y, aunque teníamos un grupo de amigos en común, siempre íbamos juntos. Yo vivía dos pisos por encima de él en el barrio de Aluche y hasta concidiamos en la misma clase. Él era el guapete de la pandilla y lo potenciaba con gimnasio y mucho deporte. Y cuando empezamos a salir de fiesta, ya con más edad, conocimos a María y sus amigas en una discoteca. Nos enamoramos los dos de ella solo verla. Sencillamente perfecta. Pero como era obvio se quedó prendada de Marcos.
Al final su grupo de amigas y nuestro grupo de amigos nos hicimos inseparables. Viajes, fiestas, tapeos, toda una juventud juntos. Ellos cada vez más enamorados y yo muriéndome de envidia, siempre de flor en flor, buscando a alguien que me hiciera olvidar a María, pero lo único que encontraba era defectos en todas.
Al final yo me casé antes que él, sin estar enamorado, sencillamente porque tocaba y porque mi hijo Toño venía de camino. Seguimos siendo inseparables, ahora las dos parejas. Hasta seguimos viviendo en el mismo barrio cuando ellos se casaron.
Hasta el fatídico día que me quedé sin mi amigo. Un día de esos de no querer recordar.
Siempre fuimos el uno para el otro, como hermanos, nos confesábamos todo. Hasta le decía que el día que se separara de María me iría yo con ella y siempre me decía, mejor tú que un desconocido. Siempre de risas y siempre de buen humor, pensando en qué hacer juntos o con las familias.

Pero se me fue uno de mis pilares y ahora me tocaba irme a mi. Sentía miedo, frío, pero sobre todo soledad. Aunque tenía a los míos era algo que me hacía sentirme terriblemente solo.

Al poco tiempo del accidente y queriendo cambiar de aires, María se mudó con Patri a Pozuelo. Tenía un buen trabajo en un bufete de abogados y eso le permitió comprarse un bonito chalet de dos plantas con jardín. Eramos como una familia. Seguimos estando juntos en cumpleaños, Navidades y demás eventos que nos pasaba en la vida. Hasta fue la que llevo nuestro divorcio convenciéndonos de que fuera de mutuo acuerdo.
Desde entonces nos volvimos inseparables. Eramos un apoyo el uno en el otro y aunque, ella no me decía nada, sabía de sobra que siempre había estado enamorado de ella, no había estado ciega todo este tiempo.

Pero hoy la cosa era que no la llevaba buenas noticias, no sabía ni cómo empezar ni como decírselo, pero allí estaba yo, caminando hacia su casa, como un alma en pena, sin hacer caso a mí alrededor.

- Alberto ¿No me saludas?

Miré desconcertado. Era Patri que se había cruzado conmigo

- Hola Patri. Perdona. Voy pensando en mis cosas y no te he visto.
- Ya me he dado cuenta. Mi madre me dijo que venías. Pasadlo bien.

¿Pasadlo bien? Pobrecita. No sabes lo que la espera. Con lo que la quiero y el daño que la voy a hacer.

- ¿Vas para Madrid?
- Si, quede con Lucía. Vamos a charlar de nuestras cosas.
- Dale un beso de mi parte que hace días que no la veo.
- ¿Tú qué tal Alberto?
- Yo bien. Pasadlo genial guapa.
- Adiós Alberto. Como siempre, cuida a mi mami.
- Chao guapa, sabes que siempre lo haré.

MI FUERZA....MI RAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora