Cepeda
- Cepeda tío, cuanto tiempo, ¿qué tal el vuelo?
- Lo dormí entero, así que bien. - Ricky echó una carcajada y me dió una palmada en la espalda. - ¿Tú qué tal?
- Como dios. Te va ir bien aquí, ya verás.
- ¿Les has hablado de mí ya?
- Algo les he contado, pero prefería que te conocieran antes. Vamos, no querrás llegar tarde a tu entrevista, ni yo al trabajo.En veinte minutos ya habíamos llegado al bar donde, si todo salía bien, empezaría a trabajar, Bar Ocaña.
- Buenos días Ricky, este debe ser Cepeda, ¿verdad? - Le preguntó un hombre de mediana edad.
- El mismo. Yo me voy a poner a trabajar que ya son las doce. Suerte amigo.
- Pues encantado Cepeda, yo soy Cosme Ocaña, el dueño del bar. - Me extendió la mano y sonrió.Me indicó que fuera hacia su despacho mientras él avisaba a su mujer, con quién también llevaba el bar, para que acudiera a la entrevista de trabajo con él.
Estaba realmente nervioso, las pocas entrevistas de trabajo que me habían hecho hasta el momento habían salido mal, y no podía cagarla en esta también, Ricky había apostado por mí y hasta me había pagado el vuelo hasta aquí, no podía fallarle.- Hola! Yo soy la mujer de Cosme, Belén. Encantada.
- Encantado. - Les esbocé una sonrisa tímida a los dos.
- Nos ha dicho Ricky que tienes experiencia como camarero.
- Sí, mis padres tienen un bar también, y solía trabajar allí para sacarme algo de dinero. No se me daba mal, o al menos eso era lo que decían ellos. - Ambos rieron y se miraron cómplices, todo parecía ir bien.
- ¿Y de qué os conocéis Ricky y tú? Nos ha hablado muy bien de ti. - Preguntó Belén, desviando un poco el tema principal por el que estábamos los tres reunidos.
- Nos hicimos amigos en el colegio, y debimos compaginar muy bien porque aquí seguimos. - Sonreí al pensarlo y ellos me miraron con ternura.
- Bien, pues toma tu uniforme, empiezas ahora mismo.¿Así, sin más? ¿Tan rápido? Había sido demasiado fácil, demasiado fácil como para no pensar que se trataba de una broma pesada.
- Aunque tendrás que rellenar tu expediente para que podamos verlo. Por lo demás no tenemos ningún problema en hacerte ya el contrato.
- Por mí perfecto, puedo empezar cuando queráis.Sinceramente me costaba creerlo. Tan solo habían pasado seis meses desde el día en el que lo eché todo a perder, en el que pensé que se acababa todo, en el que, una vez más, Ricky me salvó el pellejo. Después de aquel día pensaba que no volvería a levantar cabeza, y me equivoqué, como siempre.
Salí de aquel despacho con una sonrisa infinita y Ricky me abrazó al verme. Sabía que si ellos me habían contratado tan rápidamente era porque él estaba detrás de todo esto, era un amigo verdaderamente increíble.- Gracias por confiar en mí, de verdad.
Me fui a donde Ricky me dijo para ponerme el uniforme de trabajo, que solamente era un polo negro con el logo del local.
Nada más quitarme mi camiseta básica gris noté como se movía el pomo de la puerta de la sala donde me encontraba.- Ay dios mío, lo siento. - Me dijo una niña de bastante menos edad que yo. Estaba con dos niñas más y, mientras ella se tapaba los ojos para no verme sin camiseta, las otras dos miraban sin perder un detalle. Me hizo gracia.
- No te preocupes. - Me puse el polo que me acababan de dar y me acerqué a ellas. - Pero no deberíais estar aquí, ¿estáis solas?Me miraron extrañadas y la que antes había hablado frunció el ceño. Pero no tardó mucho en contestarme al comprobar la vestimenta que llevaba.
- Ah, eres el nuevo. Yo soy la hija de los dueños del bar, Aitana.
- Vaya, no sabía que tenían una hija. Lo siento. - Menuda metedura de pata. - Pasad entonces, que yo ya me iba.
- Por mí quédate. - Murmuró una de las otras dos niñas, aunque no muy bajo, porque llegué a escucharla. Ellas rieron ante el comentario y se despidieron de mí.Al salir de allí me encontré con Ricky en la barra, quién me cogió del brazo para ver mis muñecas. Me sorprendía que no lo hubiera hecho antes, en ese aspecto era demasiado sobre protector.
- No lo has vuelto a hacer desde entonces, ¿no?
- Te prometí no volver a hacerlo.