Capítulo 4. Tienes que despedir a Cepeda.

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Aitana

Abrí los ojos y lo primero que vi fue un borroso torso semidesnudo, me costó deducir quién era.

- ¿Qué haces? - Me había despertado sin acordarme de que ese tal Cepeda había pasado la noche aquí.
- Perdón. - Se acabó de vestir rápido ante mi extrañeza al verlo así. - Pensé que no te despertarías y decidí cambiarme aquí.
- Pues me has despertado, podrías hacer un poco menos de ruido. - Reproché.
- Buenos días a ti también, pequeña.
- ¿Qué te he dicho de llamarme así? Anda pírate a trabajar y déjame dormir tranquila.
- Menudos humos. ¿Quieres que te recuerde quién me despertó a mí en mitad de la noche? - Fruncí el ceño y se rió de mí. - Anda, descansa. Hasta luego.
- Hasta nunca.

Conseguí dormir dos horas más. Al levantarme me encontré a mí madre en la cocina y, cómo no, me preguntó qué tal había pasado la noche con Cepeda. Evité los detalles y me limité a soltar un “bien” con mala cara.

- Por cierto cariño, han llegado los vecinos esos de los que te hablé la semana pasada. Tienen una hija de tu edad y la han matriculado en tu instituto. Podrías pasarte a visitarlos y así conoces a la niña, ella no conoce a nadie por el barrio y he pensado que tú la podrías integrar.
- Buf mamá, que pereza.
- No seas mala, seguro que os lleváis bien. - Le hice una mueca de aburrimiento y me acarició la cabeza despeinándome el flequillo. - Me voy al bar, te quiero. - Después de darme un beso en la frente abrió la puerta para irse y me despedí de ella dándole un beso en la mejilla.

Había quedado con Marta y Ainoa así que me fui a arreglar.

- ¿Y cómo fue dormir con ese tío bueno en la misma habitación?
- ¿¡Pero os queréis callar!? Lleváis toda la mañana hablando de él, dios, qué pesadas.

No aguantaba más, parecía que no sabían hablar de otra cosa. Me sentía apartada e ignorada desde que ayer lo vimos por primera vez.

- Tú también te pones pesada hablando de Vicente y te tenemos que aguantar...
- No es lo mismo, ¿vale? - Dije alzando la voz. - Mira, paso de vosotras. No quiero pasarme el día hablando de alguien que no me cae bien.

Me fui de allí sin dejarlas contestar, es cierto que ya estaba de mal humor antes de quedar con ellas y no debería haberlo descargado todo contra mis amigas, pero me habían hartado.

- Papá, tienes que despedir a Cepeda.
- ¿Qué? ¿Por qué? - Preguntó mi padre abriendo mucho los ojos, a causa de su sorpresa.
- No me inspira confianza, cualquier día nos la juega.
- Ricky confía en él, y yo confío en Ricky, por lo tanto también confío en él. Además, no me parece mal tío, hace bien su trabajo y eso es lo importante.
- Agh. - Dije por lo bajo. - Mira papá, no me cae bien, y no me gustaría tener que verlo todos los días.
- ¿No crees que estás siendo un poco egoísta? - Me volvió a preguntar, esta vez haciéndome sentir culpable.

No le contesté, agaché la cabeza y salí de su despacho.
Vi a Luis limpiando una de las mesas del bar y, al verme, me saludó sonriendo. Al fin y al cabo él no tenía la culpa de nada, ¿por qué me costaba tanto ser amable? Supongo que no empezamos con buen pie. Le saludé seria con la mano y me senté en la mesa donde siempre me solía sentar.

- ¿Qué va a tomar, pequeña?
- Hoy no tengo el día para tus idioteces.
- Tienes los ojos rojos, ¿has llorado?
- No te importa. - Resopló y se sentó en la silla de al lado.
- ¿Y si te dijera que sí me importa?
- ¿Por qué te iba a importar?
- ¿Y por qué no iba a importarme? Cuéntame qué te pasa, anda. - Su insistencia me hizo sonreír, aunque oculté la sonrisa mirando hacia el lado contrario de donde él estaba.
- No me ha pasado nada, he tenido un mal día, nada más.
- ¿Quieres que te cuente una cosa?
- ¿El qué? - Esta vez sí lo miré. Su pulgar rozó suavemente mi mejilla, limpiándome la lágrima que caía sobre ella.
- Graciela ha vuelto por el bar y hemos estado hablando. Me ha invitado a su casa mañana, tengo el día libre, y le he preguntado si te podías venir, para que pudieras pasar la tarde con Vicente. Ya he hablado con tus padres y les parece bien. No me mires así, no les he dicho que es tu novio.
- ¿NOVIO? ¿Pero qué dices? Ojalá...
- Di a entender que sí lo era, ¿entonces qué es?
- Nada, es el chico que...me gusta, pero él pasa de mí.
- Pues aprovecha que mañana vas a estar en su casa. - Me guiñó el ojo y luego me dió un codazo.
- Qué va hombre. No voy a ir.
- ¿Por qué?
- Porque me daría vergüenza! Y no sabría qué decirle y haría el ridículo y... - Me frenó antes de que continuara.
- Y seguramente te lo pasarás muy bien. Vas a ir, sí o sí.

Me sonrió de la manera más bonita que había visto nunca y no pude evitar devolverle la sonrisa. No entendía por qué se portaba así conmigo, quizás solo fuera porque era la hija de sus jefes, seguramente fuera eso.

- ¿Esta noche te quedas a dormir también? - Pregunté inconscientemente, sin pensarlo dos veces.
- ¿Qué pasa? ¿Quieres que me quede? - Me preguntó sorprendido, aunque con un tono de burla.
- Yo...no, bueno, es que...
- Tengo que irme a atender una mesa, luego hablamos. Y sí, sí que me vuelvo a quedar. Espero que no te moleste.

Y la verdad es que no me molestaba para nada, quería que se quedara, algo que hasta a mí me sorprendía.

Volveré. (Aiteda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora