Capítulo 5. Estúpido error.

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Aitana

- Hasta mañana, Luis.
- ¿No era Cepede?
- Eres tonto. - Dije riendo en bajo para no despertar a mis padres, que dormían en la habitación de al lado. - ¿Sabes? Hacía mucho que nadie me llamaba Luis.
- Pues ahora ya te lo llama alguien. - Sonreí y apagué las luces de la habitación.
- Anda, que descanses pequeña.

Cerré los ojos y, para cuando los volví a abrir, Luis ya no estaba en la habitación, ya se habría despertado. Fui hacia la cocina y allí estaba, desayunando.

- Qué madrugador, buenos días Cepede. - Le dije divertida. Para ser lunes me había levantado con muy buen pie.
- Hola.

Aunque él parecía que todo lo contrario, mis ojos se abrieron como platos inconscientemente al oírle y lo miré extrañada, “menudo borde”, pensé.

- ¿Estás bien?
- Como cualquier lunes por la mañana. - Dijo muy serio, a pesar de que la frase tuviera un toque de humor.

No puedo negar que me sentara un poco mal que me hablara tan borde, pero tendría sus motivos y no eran asunto mío. Días malos tenemos todos.

- Oye, ¿y por qué tienes el día libre? - Le pregunté, intentando mantener la conversación.
- Los lunes no trabajo, eso dice mi contrato. - Contestó seco.
- Ah, vale...

Mis padres ya se habían ido al bar y estarían allí hasta la tarde-noche, por lo que después del colegio me tocaría comer con Luis y, viendo los humos que tenía hoy, no me apetecía mucho.

- Hasta luego, Luis. Me voy ya.
- Adiós.

Nada más llegar al colegio le pedí perdón a Marta y Ainoa por como me había comportado ayer, se merecían una buena disculpa.
Luego les conté cómo había estado Luis conmigo hoy, en comparación a los otros dos días. Necesitaba saber su opinión.

- Ya empezáis con los problemas de pareja.
- ¿Pero qué pareja? ¿Qué dices?
- Dormís juntos, se refiere a ti con apodos cariñosos... - Rodeé los ojos y les di una colleja floja a las dos, acto que solo provocó que se siguieran riendo.
- Sólo dormí una vez con él, y fue porque en mi cama no era capaz. - Reproché indignada. - Aunque, hablando de parejas...esta tarde igual voy a casa de Vicente.
- ¿QUÉ? - Exclamaron perplejas.

Les conté un poco el motivo, pero la profesora llegó y no pude terminar de hablar.
Con ella iba una niña que parecía un poco más alta que yo, de pelo castaño ligeramente ondulado.

- Hoy se incorporará a la clase una nueva alumna, Amaia. Portaos bien con ella. Mira, puedes sentarte en ese pupitre de allí, el que está vacío.

Y ese pupitre vacío era el que estaba al lado del mío.

Me pasé todas las clases mirando hacia ningún lado, sin hacer caso a nadie, pensando en qué le podría haber pasado a Luis hoy. No entendía por qué le daba tantas vueltas al asunto, pero lo cierto es que me preocupaba.
Sonó el timbre que indicaba el final de las clases por hoy, y nada más escucharlo recogí rápido mis cosas para volver a casa, no me apetecía pararme a hablar con nadie.
Al llegar a mi portal vi que Amaia, la chica nueva, estaba esperando el ascensor en mi mismo edificio. Sería la vecina de la que me habló mi madre, no me había dado cuenta hasta ahora. Lo cierto es que poco había hablado con ella hoy, tenía la cabeza en otras cosas.
La saludé y decidí subir por las escaleras, vivía en un segundo piso así que no supondría mucho esfuerzo.

- Hola Luis, ¿qué tal?
- Bien. Tienes ya la comida en la mesa.

Seguía borde y seco como esta mañana. Pero no me molesté en insistirle más. Cuando me quisiera hablar normal, ya lo haría.
Acabé rápido de comer y me fui a mi  habitación a echarme un rato, estaba agotada y tan sólo eran las tres y media de la tarde, se notaba que era lunes.
Dos horas después, Luis entró en el cuarto, ya me había despertado de la siesta pero seguía tumbada en la cama.

- Nos vamos a casa de Graciela, venga, arréglate.
- Creo que prefiero no ir. - Me miró con gesto enfadado y rodeó los ojos.
- Aitana, quieres ir, y lo sabes. Deja de hacer el tonto. - Tenía razón, pero se me habían quitado un poco las ganas al estar así con él.

Acabé aceptando y me vestí, ya que tenía el pijama puesto, y después de cambiarme de ropa unas diez veces, por fin salimos de casa.
Llegamos a casa de Vicente y este me saludó dándome dos besos, se me subieron los colores al momento pero, por suerte, solo Luis lo notó, aunque no pudo evitar reírse. Lo miré avergonzada y me dedicó una mirada tierna que me hizo sonreír.
Él y Graciela se pasaron toda la tarde en la habitación de ella, haciendo a saber qué. Mientras que Vicente y yo estuvimos en el salón, él jugando a la Play sin hacerme el más mínimo caso y yo callada, no me sorprendía nada, ni estando en su casa me haría caso, pasaba de mí.
Cuando mi aburrimiento estaba a punto de sobrepasarme por completo, vi a Luis saliendo de la habitación de Graciela, sin camiseta. Mis amigas tenían razón, el chico no estaba mal, nada mal.
Poco después de esa escena vinieron los dos hacia el salón, ya nos íbamos, y yo apenas había conseguido hablar con Vicente, pero sí lo suficiente como para saber que andaba detrás de una chica, y esa chica no era yo. Nada nuevo, la verdad.

- ¿Qué tal te lo has pasado con Vicente? - Me preguntó Luis mientras caminábamos hacia casa.
- Bah, ha pasado de mí durante toda la tarde, pero me lo esperaba. ¿Y tú con Graciela?
- Bueno, ella no ha pasado tanto de mí. - Le salió una sonrisilla pícara y lo miré molesta. - ¿Qué pasa? ¿Te celas?
- Me celo de que a ti la tarde te haya salido genial y a mí todo lo contrario.

No dijimos nada más, seguimos caminando y un rato después llegamos a casa. Abrí la puerta con mis llaves, ya que él no tenía, y le indiqué que entrara.

- No, no, hoy no duermo aquí.
- ¿Qué? ¿Y eso? - Pregunté realmente sorprendida y algo apenada.
- Ya sé que no te gusta esto de verme todos los días, y que te caigo mal y todo eso. No quiero ser un estorbo para ti. Procuremos no volver a hablar si es lo que quieres. Pero, mira Aitana, necesito este trabajo, así que te agradecería que no volvieras a intentar despedirme. - Se notaba el enfado en sus palabras, no había conocido todavía esa faceta de él y me sorprendió un poco.
- Yo...Luis...lo siento. - Ahora que ya entendía todo me sentía aún peor. Mi padre le debió comentar lo que le dije ayer y, con toda la razón del mundo, a él no le sentó bien.
- Que da igual Aitana, ya está todo solucionado.
- No, no da igual. Es que soy tonta. Ayer no estaba de buen humor y la pagué contigo, no debería haberlo hecho, lo sé. Pero no me caes mal...y me gusta verte a diario, me gusta mucho. - Al decir eso me puse roja de nuevo y noté la sorpresa en su rostro, que ya no parecía enfadado.

No dijo nada, volvió a sonreír tiernamente y nos quedamos el uno en frente del otro, agaché la cabeza y él extendió los brazos para abrazarme, quedando mi cabeza escondida en su pecho, casi abdomen. Me sacaba al menos tres cabezas.

- De verdad que lo siento. Sé que necesitas el trabajo y mereces tenerlo. He sido una egoísta. Pero no te enfades, por favor.
- No me enfado tonta, no sería capaz. - Sonreí y me separé de él.
- ¿Te quedas a dormir entonces?
- Ya tengo el hotel pagado para esta noche, ahora no puedo hacer nada.
- Vale...
- Esperemos que esta noche no tengas pesadillas, pequeña. Hasta mañana.

Al oír esa palabra no pude evitar sonreír. “Pequeña”, llevaba todo el día sin decírmelo y, aunque parezca raro, lo echaba de menos.
Entré en casa y mis padres estaban en el salón, me acerqué a ellos para saludarles.

- Papá, sobre lo que te dije ayer, lo de Luis...pues que no lo tengas en cuenta, no iba enserio. En realidad me cae muy bien y no me gustaría que lo despidieses, se merece el trabajo y sí que es un buen tipo. - Confesé, tragándome todo mi orgullo.

Los dos sonrieron y yo me fui a mi habitación. Me acosté en la litera de abajo, olía a él, a la colonia que suele usar. Y allí me quedé dormida, entre las sábanas donde él había dormido ayer y antes de ayer, en las que tenía miedo de que no volviera a dormir, por culpa de mi estúpido error.

Volveré. (Aiteda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora