El borde de la Moral

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Misterios del Alma

Segunda Parte

Último año en Hogwarts. Por fin era una adulta que podía tomar sus propias decisiones. Miembro de la Casa más leal, amigable y fraternal de todas, Hufflepuff, la primera von Bismarck que no era Slytherin ¿Había hecho algo especial ante tal distinción? En realidad nada, ninguna profecía divina, ni ningún logro increíble. Simplemente había aceptado ser Hufflepuff, la Casa de los leales. Un futuro brillante la esperaba, con el prestigio de ser sangre pura, descendiente de una larga línea de magos alemanes. El mundo a sus pies, con las ventajas que deseara para hacer lo que quisiera.

¿Y qué había hecho cuando cumplió la mayoría de edad en las vacaciones? Volver a Hogwarts, cursar el último año de estudios, encerrándose en un lugar de niños buenos, mientras compartía clases con diferentes Casas, unos ruidosos, otros prepotentes y otros que querían jugar a ser los chicos malos del castillo. Una letanía. Un total aburrimiento. Y estaba ahí, por propia decisión, mirando las velas flotantes en esa oficina, con la respiración agitada, sabiendo que ese era su lugar. Si, había tomado la correcta decisión al declinar la oferta de su padre cuando le dijo que podía quedarse en casa y no asistir al último año de estudios.

Si, pertenecía a Hogwarts, estaba feliz al estar ahí porque la mayoría de la gente que le importaba estaba ahí.

Para ser alguien carente de moral, que solo se movía por la lealtad a los suyos y la felicidad que estos podían tener... Gretel en verdad tenía algo por las personas de buen corazón. Ellos eran su brújula de moral. Tal vez fuese un deseo de compensación ¿Quién sabía? Pero algo en la bondad que brillaba en una mirada sincera la dejaba sin argumentos.

- ¿Estas bien? ¿Te hice daño?

La voz masculina la hizo retirar su mirada del techo. Siempre había querido hacerlo sobre un escritorio. Por muy ególatra que sonara, estaba segura que se debía ver endemoniadamente atractiva, completamente desnuda, sobre la dura madera y con las piernas recogidas a los costados, como un pequeño festín a los ojos de su amante. Y tal vez tenía razón, porque él había sido endiabladamente salvaje, la había sacudido con cada placentero arrebato. Casi le dolían los dedos por sostenerse del borde del escritorio para no terminar cayéndose. Pero no cambiaría nada, había visto estrellas por unos preciosos segundos y lo había sentido estremecer como nunca cuando jadeó su nombre.

- No tienes que preocuparte. –Gretel se apoyó sobre su codo, enderezándose un poco y dejó salir su aliento para apartar un mechón rubio que caía sobre su mirada- Solo pensaba.

- Espero que no en alguna tarea que tengas que hacer.

Ella rio, abiertamente y se mordió el labio inferior, dándole una larga mirada. Por amor a toda la comunidad mágica, ese hombre era increíblemente atractivo. Ahí, sentado sobre el cómodo sillón, observándola con todo el cuerpo relajado y desnudo para ella. Le gustaba que fuese tan lampiño, sin vello alguno sobre su pecho y apenas unos cuantos en los brazos y piernas. Tan perfecto, cálido, dorado, podía cubrirla con su cuerpo y cobijarla.

Aunque no era la primera vez que se dejaban llevar por la pasión, esa ocasión había sido única. Por culpa de esos moralismos ridículos que él tenía sobre esperar a que ella alcanzara la mayoría de edad, Gretel sentía que estaban igualándose del tiempo perdido. Lo había esperado por años, paciente, insistente, derrumbando las buenas intenciones del hombre hasta que no pudiese escapar. Después de todo ¿Qué era la moral? Solo una línea de normativas y buenos juicios que podía mantener el equilibrio social, pero a veces eran un tonto tormento. O, como en su relación, había tardado las cosas entre ambos por un par de años ¡Endemoniados largos años!

Cazando Desafíos [Cacería] «Hey Arnold!»Where stories live. Discover now