Capitulo 1

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Cuando mis oídos escucharon la canción Imagine de John Lennon, mi ídolo desde los trece años, pensé que era una balada mágica, por el simple hecho de que te hacía soñar y pensar que si hay esperanza, que te animaba a creer, que abra un futuro mejor, con paz y amor pero luego en God habla de que ya no cree en nada, solo cree en él y en Yoko. Al escuchar eso fue increíble, porque pensé que él tenía una fe incondicional. Pero resulta que después di vuelta las canciones, primero escuche God y después Imagine, algo se aclaró y entendí que no hay que creer en pensamiento del otro sino en el de uno mismo.

El sueño se acabó,

¿Que puedo decir?

El sueño terminó.

Ayer.

Yo era el tejedor de sueños.

Ahora la tejedora de sueños soy yo.

Todas esas cosas rondaban por mi cabeza mientras revolvía el café que estaba en la taza azul enfrente de mis ojos.

La noche anterior me había desvelado mirando La bella y la bestia sin recordar que al otro día tenía clases y debía levantarme temprano.

Volviendo a la taza, que le salía vapor, seguía revolviendo.

-¿Rudy vas a beberte el desayuno o debo tirarlo como todos los días desde que te conozco?-, esa perra a la que escuchan hablar es mi madrastra, Vilma.

Ella es la típica madrastra de Cenicienta, con el único beneficio de que mi padre está vivo. Vilma tenía unos cuarenta y tantos, era la mujer con más operaciones del mundo, no se como no se le cae el pelo de tanto teñirlo de negro intentando tapar la marca de la vejez "las canas", esos cabellos blancos que le crecen a mujeres viejas como esa. Tenía una obsesión con el negro esa señora, todas sus prendas eran negras, salvó su ropa interior la cual era muy repugnante. Vilma tiene esa nariz respingona y los ojos más oscuros que vi, sus zapatos son opacos y podría decir que hasta su alma también lo es.

Ella no es nada comparada lo que era mi madre. Atenea Rose ese era el nombre de mi querida progenitora, la cual conocí un corto tiempo de mi vida. Murió cuando tenía un año, de una enfermedad rara que desconozco, ella era la mujer más bella que he visto, tenía rizos dorados que le llegaban a la mitad de la espalda, unos ojos color café, sus labios eran redondeados y su nariz recta igual que la mía, era delgada y siempre en todas las fotos que vi llevaba colores, era un arcoiris andando.

Mi padre dice que me parezco demasiado a ella, un alma libre y única, claro que soy igual a mi madre salvo por los ojos, los míos son azules como los del océano y mi cabello es igual al de ella. Trato de parecerme a Atenea, eso me reconforta.

-Tranquila Vilma, ya me iba-.

Esa mujer agota mi humor, me quita las ganas de hacer cualquier cosa.

Tome mi mochila violeta que estaba en la silla contigua y me la colgué a la espalda. Salí por la puerta de adelante a toda prisa, así no dejaría que esa perra dijera nada. Maldigo el maldito día en que Jeremy Rose se casó con cruella de vil. Mi bicicleta está apoyada en la pared de afuera, fue un regalo de mi padre a los 16 años, un año después sigue teniendo la pintura rosa intacta, llevaba un canasto de paja adelante de ella. Me subí en la bici y deje atrás esa casa infernal. Llegue a la conclusión de que detesto todo.

Era otoño y estábamos a principios del año, las hojas caían dejándose llevar por la brisa que corría esa mañana, era un lindo día, un lindo día como para que alguien lo arruine. La calle estaba media húmeda porque ayer a la noche estuvo lloviendo, así que debía andar con cuidado o derraparía. La escuela quedaba solo a unas cinco cuadras de mi casa, llegaría en unos minutos. La secundaría Novalucce reventaba de alumnos. Cada uno de ellos dejaba sus bicicletas en su debido lugar, otros bajaban del colectivo y después estaban los motorizados los chicos que se creían malos solo por tener una moto. Los árboles naranjas estaban en todas partes rodeando el instituto. Deje mi transporte en el aparcamiento para bicis y subí los pequeños escalones que hay para ingresar al lugar. Mi amiga Lily me esperaba en uno de los bancos ojeando uno de los libros de Filosofía, era fanática de esa materia.

Wabi SabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora