parte 12

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CREONTE.- No lo sé. De lo que no comprendo, prefiero guardar silencio.

EDIPO.- Sólo lo que sabes podrías decirlo con total conocimiento.
CREONTE.- ¿Qué es ello? Si lo sé, no lo negaré.
EDIPO.- Que, si no hubiera estado concertado contigo, no hubiera hablado de la muerte de Layo a mis
manos.
CREONTE.- Si esto dice, tú lo sabes. Yo considero justo informarme de ti, lo mismo que ahora tú lo has
hecho de mí.
EDIPO.- Haz averiguaciones. No seré hallado culpable de asesinato.
CREONTE.- ¿Y qué? ¿Estás casado con mi hermana?
EDIPO.- No es posible negar la pregunta que me haces.
CREONTE.- ¿Gobiernas el país administrándolo con igual poder que ella?
EDIPO.- Lo que desea, todo lo obtiene de mí.
CREONTE.- ¿Y no es cierto que, en tercer lugar, yo me igualo a vosotros dos?
EDIPO.- Por eso, precisamente, resultas ser un mal amigo.
CREONTE.- No si me das la palabra como yo a ti mismo. Considera primeramente esto: si crees que alguien
preferiría gobernar entre temores a dormir tranquilo, teniendo el mismo poder. Por lo que a mí respecta, no
tengo más deseo de ser rey que de actuar como si lo fuera, ni ninguna otra persona que sepa razonar. En
efecto, ahora lo obtengo de ti todo sin temor, pero, si fuera yo mismo el que gobernara, haría muchas cosas
también contra mi voluntad. ¿Cómo, pues, iba a ser para mí más grato el poder absoluto, que un mando y
un dominio exentos de sufrimientos? Aún no estoy tan mal aconsejado como para desear otras cosas que no
sean los honores acompañados de provecho. Actualmente, todos me saludan y me acogen con cariño. Los
que ahora tienen necesidad de ti me halagan, pues en esto está, para ellos, el obtener todo. ¿Cómo iba yo,
pues, a pretender aquello desprendiéndome de esto? Una mente que razona bien no puede volverse torpe.
No soy, por tanto, amigo de esta idea ni soportaría nunca la compañía de quien lo hiciera. Y, como prueba
de esto, ve a Delfos y entérate si te he anunciado fielmente la respuesta del oráculo. Y otra cosa: si me
sorprendes habiendo tramado algo en común con el adivino, tras hacerlo, no me condenes a muerte por un
solo voto, sino por dos, por el tuyo y el mío; pero no me inculpes por tu cuenta a causa de una suposición
no probada. No es justo considerar, sin fundamento, a los malvados honrados ni a los honrados malvados.
Afirmo que es igual rechazar a un buen amigo que a la propia vida, a la que se estima sobre todas las cosas.
Con el tiempo, podrás conocer que esto es cierto, ya que sólo el tiempo muestra al hombre justo, mientras
que podrías conocer al perverso en un solo día.
CORIFEO.- Bien habló él, señor, para quien sea cauto en errar. Pues los que se precipitan no son seguros
para dar una opinión.
EDIPO.- Cuando el que conspira a escondidas avanza con rapidez, preciso es que también yo mismo planee
con la misma rapidez. Si espero sin moverme, los proyectos de éste se convertirán en hechos y los míos, en
frustraciones.
CREONTE.- ¿Qué pretendes, entonces? ¿Acaso arrojarme fuera del país?
EDIPO.- En modo alguno. Que mueras quiero, no que huyas.
CREONTE.- Cuando expliques cuál es la clase de aborrecimiento...
EDIPO.- ¿Quieres decir que no me obedecerás ni me darás crédito?
CREONTE.- ...pues veo que tú no razonas con cordura.

edipo reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora