Decisiones

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Hacía frío y era tarde. Tan tarde como siempre, tan tarde como me gustaba. Porque siempre me gustó estar donde no había nadie y lo encontraba en las madrugadas. Era mi momento, siempre fui más de noche que de día y siempre me encontraba en la oscuridad. No sé muy bien por qué, o tal vez si lo sé pero prefiero no contarlo, o quizá prefiero no saberlo. Porque a veces siento que me conozco y otras tantas que nunca lo haré. Pero esa noche, esa noche supe que tenía que marcharme para encontrarme de verdad, para reconciliarme conmigo misma y para luchar por mí, solo por mí.

Y así fue, tanto que a la mañana siguiente dejé mi trabajo. Hacía poco que había terminado la carrera y estaba trabajando en un pequeño periódico de Elche haciendo ilustraciones, nada del otro mundo pero al menos me gustaba. Era una de mis pasiones, dibujar. La otra, la música. Aunque en esta última confiaba menos, quizá porque nadie me apoyó nunca aunque no tengo nada que reprochar, yo era la primera que nunca creí que pudiese dedicarme a ello. No di demasiadas explicaciones en el trabajo, simplemente dije que habían surgido algunos cambios en mi vida y debía marcharme de la ciudad. Realmente no mentí, algo en mi estaba cambiando y la manera de descubrirlo era buscándome en otro lugar y dejar atrás todo lo que me oprimía el alma.

Lo siguiente fue avisar a mi casera, el contrato de alquiler terminaba en seis meses y sabía que perdería la fianza pero eso tampoco me frenó. Esto fue lo más fácil, solo tuve que escuchar sus quejas durante 10 minutos y pedirla tan solo dos días para dejar el piso libre. No había mucho que sacar de allí, una bici vieja, un par de cuadros y lienzos y cosas básicas. Siempre me gustó la sencillez. Parecía que todo iba genial, a estas alturas ya no podía echarme atrás.

Siempre dejas para el final lo más difícil, o al menos así era yo. No sé si por miedo o por pena. Avisé a mis padres de que iría a comer y así fue. Mientras comíamos solté la bomba. Sabía que nos les haría ilusión, pero confiaba en que respetasen mi decisión como últimamente hacían. Es cierto que tiempo atrás no lograban entender muy bien el rumbo de mi vida o a mí en general, pero en el último año comenzaron a, al menos, respetarme. Sus caras fueron un poema, desde luego que debí haberlo pensado antes y poner la cámara a grabar porque literalmente se quedaron con la boca abierta durante tres minutos. Joder, fueron muy largos y el silencio demasiado denso. Pero mi madre rompió el silencio y nunca se me olvidará lo que me dijo:

-No sé por qué has decidido marcharte pero si no nos lo has contado ya dudo que lo hagas. No te preocupes cariño, nosotros siempre estaremos aquí para ti.- Y me abrazó tan fuerte que supe que por muy lejos que estuviese ella siempre estaría en mí.

Me encantaba como era capaz de hacerme sentir siempre. Siempre estuve extremadamente protegida por ellos, era hija única y durante muchos años vivieron obsesionados con la idea de que nunca debía faltarme de nada y que ellos eran los únicos responsables de todo lo que pasase en mi vida. Por suerte poco a poco fueron viendo que no me gustaban las cosas fáciles, que me gustaba experimentar, que la sobre protección era contraproducente porque me hacía querer ir más rápido de lo que debía fuera de casa. Tardaron, pero lo entendieron. Por eso en el fondo sabía que aceptarían mi marcha, otra cosa es que les hiciese felices pero yo ya estaba empezando a pensar primero en mi felicidad por encima de la de los demás.

Después de comer fui a tomar algo con las chicas, ellas eran mis piezas complementarias del puzle. Últimamente no nos veíamos todo lo que nos gustaría pero entendimos que era algo normal en la vida adulta. Trabajo, compromisos, estudios, parejas... digamos que poco a poco iban apareciendo en nuestras vidas otros factores importantes. Aun así sabíamos que lo que nosotras teníamos era solo nuestro y que perduraría por encima de todo. Ana, Laura y Eva me miraron con ojos radiantes. Eran miradas profundas, de esas que casi te duelen. Me querían por encima de todo y en cuanto dije que me marchaba entendieron que lo necesitaba. Me apoyaron en todo y estaban tan nerviosas o más que yo ante la avalancha de nueva información. El sabor agridulce estaba presente, me iba en dos días y éramos conscientes de que por diferentes motivos esa sería la última tarde en la que podríamos estar todas juntas, al menos de momento. Eso sí, la disfrutamos muchísimo.

Quizá debería haberme despedido de alguien más, pero decidí que así era suficiente. En el momento en el que decidí dejar atrás parte de mi vida incluía hacerlo con algunas personas también. Me costó asimilarlo, pero cuando tienes a alguien tóxico en tu vida la mejor decisión es alejarte, es aprender a quererse a uno mismo por encima de cualquier cosa, priorizar tu propio bienestar. Estaba segura de lo que hacía, ahora sí.

...

Dos maletas no muy grandes y una mochila fue todo lo que necesité para poner rumbo hacía Madrid, mi nueva ciudad. No tuve mucho tiempo de organizarme pero era ahora o nunca. Ni siquiera llegué a la ciudad con piso. Algunas amigas me habían contado que en Madrid era fácil encontrar algún hostal barato para pasar unos días así que me fui a la aventura. En mi cabeza todo tenía sentido, mis planes eran llegar, estar un par de días buscando habitación y trabajo y en una o dos semanas como mucho estar en mi nuevo hogar, eso sí, asumiendo que tendría que compartir piso viendo los precios de Madrid. Maldita burbuja inmobiliaria.

Llegué, recuerdo muy bien, un viernes por la mañana. Madrid estaba lleno de gente, bullicio por todas partes y un ritmo muy ajetreado. Me bastó mirar un par de páginas por internet para encontrar un hostal más o menos céntrico que entrase dentro de mis posibilidades. Cuando entré en la habitación fui consciente de que ya lo había hecho. Había tomado la decisión más importante de mi vida hasta ahora y tenía en mis manos la oportunidad de empezar a ser quien siempre había querido ser. Libre de prejuicios, de antiguos sentimientos y libre de mi misma, al menos de mi yo del pasado.

Me tumbé en la cama y empecé a pensar qué hacer, acababa de llegar y quería que mi primer día fuese mágico. No conocía Madrid y quería dejarme llevar por la magia que tenían sus calles, según me habían contado. Caminé por el centro perdiéndome entre sus encantos, comí unas bravas y un bocadillo de calamares siguiendo la recomendación de un simpático camarero y visité un par de museos que me dejaron sin palabras. Qué bonito es el arte y que maravilloso es poder disfrutarlo en todas sus expresiones.

Estaba muy cansada pero sentía la necesidad de ver cómo eran los atardeceres en la gran ciudad. Elegí Malasaña para buscar una buena terraza donde poder tomarme una cerveza bien fría que me evadiera un poco todos los pensamientos encontrados que navegaban en mi cabeza. Había mucha gente. Mucha gente y muchos bares, muchas terrazas llenas de vida y risas. Me encantó la sensación de disfrutar viendo a los demás disfrutar. En serio, creo que es una de las sensaciones más maravillosas y reales del mundo. Mirar hacia una mesa y ver a un grupo de personas riendo e imaginarme qué es lo que les puede hacer tan felices me produce alegría. Aunque otras veces creo que lo hago para no usar el tiempo pensando en qué me puede hacer feliz a mí. Supongo que esta es otra de las preguntas existenciales que recorren mi mente a menudo.

Mi cerveza llegó a la mesa acompañada de unos frutos secos. Quizá desentonaba un poco sentada sola rodeada de tanta gente, pero aprender a disfrutar de mi misma y mi soledad era algo que también estaba haciendo.

Empecé a escuchar unos acordes de guitarra y de repente una maravillosa pero sutil voz hizo que me girara al instante. Una chica alta, morena, con una luz especial sujetaba su guitarra. "Perfect" de Ed Sheeran comenzaba a sonar. No pude apartar la vista durante toda la canción. Esa chica tenía algo que te atrapaba desde el primer momento sin duda. Fue increíble.

Era tarde y decidí volver al hotel, mi día de vacaciones había terminado de la forma más maravillosa posible pero la realidad era que al día siguiente debía comenzar mi búsqueda de piso y trabajo. Sería duro sin duda, pero tenía toda mi energía para conseguirlo.

Una ducha rápida y poner el aleatorio de spotify fue todo lo que necesité. Escuché un par de canciones y cuando ya iba a dormirme empezó a sonar "Perfect". Qué casualidad, aunque no sabía si existían...

Lo único que tuve claro después de volver a escucharla fue que ya nunca me parecería tan perfecta si no era en la voz de aquella chica. 

EfervesenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora