Capitulo I

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24 de agosto, 2016

Mierda, mierda, mierda. Voy tarde, me levanté tarde y ahora haré que lleguemos tarde a la escuela. Esto me pasa por creer que era buena idea quedarme leyendo cómics en DrawTuns hasta tarde.

Camino rápidamente de un lado a otro en mi habitación tratando de terminar de preparar mi mochila con lo necesario para las clases de hoy.

—¡Emma, Keith ya está aquí!—grita mamá desde la parte de abajo de la casa

—¡Está bien, bajo ya mismo!—grito devuelta

Me desespero al no encontrar la calculadora y termino halándome el pelo por querer lanzar el cepillo que estaba usando en ese momento para peinarme, sin sacármelo del pelo antes. Suerte que no uso peluca.

Suelto un pequeño grito de frustración y decido olvidarme de la maldita calculadora y de peinarme, no tengo tiempo y tras que yo llegaré tarde, haré que Keith llegue tarde también. Cierro la mochila. Quizás un poco (demasiado) salvaje; me he pinchado el dedo índice de mi mano derecha en la cremallera y ahora tengo un pequeño corte.

Definitivamente no es mi día. Respiro profundo intentando calmarme, no tengo mucha paciencia y hay veces que cuando las cosas me salen mal consecutivamente, me desespero y solo logro que me salgan peor. Luego de calmarme un poco decido caminar hacia mi espejo y echarme un último vistazo.

Acomodo un poco el uniforme del colegio al igual que intento "peinar" mi cabello con mis manos, haciendo todo lo posible por evitar el contacto con mi dedo herido.

Definitivamente he cambiado, quizá no del todo, pero en varias cosas sí. Ya no tengo el pelo largo, me lo corté hace poco, tuve lo que Becca, mi mejor amiga, llama "un ataque de loca". No es como si me molestase, me agrada tener el pelo corto ahora. También dejé de pintármelo, ahora tengo mi color natural, azabache, nuevamente. Sin embargo, estoy muy pálida, algo realmente normal en mí ya que no salgo mucho que digamos y cuando lo hago, me aseguro de untarme bloqueador solar. Eso sí, mi palidez hace que resalten un poco mis pecas, al igual que el rosado de mis labios.

—¡Emma, ya van 10 minutos y no has bajado! ¡Llegarán tarde, por el amor a las fresas!—grita mamá, causando que dé un pequeño salto al estar tan sumida en mi reflejo

—Mierda—mascullo—¡Voy por ahí!—grito mientras busco mi celular y cojo mi mochila

Salgo corriendo de mi habitación hacia el baño para hacer lo último de mi rutina mañanera, lavarme la boca. No puedo ser como la gente normal y lavármela rápido que me levanto, o antes del desayuno, me quita el apetito. Aprovecho que estoy en el baño y busco unas vendas para colocarme luego en el dedo.

Termino y bajo las escaleras como alma que lleva el diablo.

—¡Nos vemos, ma'!—exclamo mientras paso por su lado—¡Hola, Keith!—saludo girándome hacia dónde está él, al lado de mi madre

Ambos se me quedan mirando como si de repente me hubiese salido un tercer ojo.

—¿Qué?—pregunto soltando la manija de la puerta y cruzándome de brazos

Keith se ríe.

—Nada, solo que es algo realmente extraño verte correr—responde.

Ruedo los ojos.

—Idiota.—mascullo mientras lanzo una mirada al reloj que llevo en mi mano derecha, lanzo un chillido—¡Mierda, Keith, vámonos o realmente llegaremos tarde!

Él cae en cuenta y rápido se despide de mamá. Ambos nos apuramos hasta llegar a su auto. Yo por mi parte, lanzo mi mochila a la parte trasera del auto; él, en cambio, es más cuidadoso.

Los amores fallidos de Emma: El primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora