Capítulo VIII

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24 de septiembre de 2016

Me doblo a recoger las llaves de mi casa que cayeron al suelo mientras intentaba jugar con ellas entre los dedos y Becca continúa caminando y hablando sobre cómo nos dividiremos el trabajo de ciencias.

—Así será más fácil para ambas—comienza a atarse el cabello en una cola de caballo suelta—. Entre las dos discutimos la introducción y la conclusión, pero luego tú te encargas de las reacciones y usos, y yo de las clasificaciones y los métodos de obtención.

Asiento.

—Tenemos que hacer todo lo posible para que la información que encontremos provea detalles del autor y el año para las referencias—comento pasándome una mano por el rostro y agilizando mi paso para llegar a donde ella.

Resulta que la profesora de química prefiere introducir el tema de los grupos funcionales con presentaciones de los estudiantes. Supongo que es para saber cuál es la mejor manera de tocar el tema. No es que me queje, después de todo las parejas para el trabajo quedó a discreción de nosotros mismos, por ende estoy complacida con que mi pareja sea mi mejor amiga. De lo que sí quiero quejarme es del hecho de que ya están comenzando a bombardearnos con exámenes y proyectos. Va a ser algo complejo balancear 9 cursos a la vez.

—Ya está, ¡vamos a partir esta presentación! —exclama Becca alzando sus brazos y riendo.

Seguimos caminando mientras reíamos y nos molestamos la una a la otra. Íbamos de camino a casa de mi abuela paterna. Es costumbre visitarla cada dos semanas especialmente cuando mi familia paterna cargaba la costumbre de siempre estar unida. Así que cada dos semanas se reunían en casa de algún familiar, ya sea la casa de mi abuela o mi tía. Como ya es algo que se hace regularmente mi abuela suele esperar a que yo llegue a su casa para luego partir juntas si es que la reunión de esa semana no es en su casa.

—¿No sabes si la reunión esa en casa de tu abuela? —pregunta Becca

—Creo que sí, hace como tres semanas que no la hacen ahí—respondo encogiéndome de hombros.

Becca se queda en silencio por unos segundos, algo que da a conocer que está contemplando cómo decir lo que está rondando en su cabeza sin que la otra persona salga a la defensiva. La conozco, bueno, debería, digo después de tantos años siendo amigas. Sería insensato que ella sí conociese mucho sobre mí, pero que yo no de ella.

Su voz me saca de mis pensamientos.

—Oye, Em—la miro y se queda en silencio por meros segundos—, los otros días cuando tropezaste y te quedaste atrás, ¿por qué tardaste tanto? —finaliza

—No fue nada serio, Bee—frunzo el ceño—, solo me topé con los dos chicos que solían ser vecinos tuyos antes de que te mudaras para acá.

—Ah, Henderson y Nik, ¿por eso solamente tardaste? —se cruza de brazos y ladea su cabeza un poco hacia la derecha—Tomando en consideración esa situación, tú hubieses huido—murmulla.

—Ganas no me faltaban—rio—, Nik comenzó a hablar y no soltó su agarre y luego me abrazó—coloco un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y paso mi mano por mi cuello—, fue algo...raro.

—Nik, siempre ha sido así de amistoso y demostrativo—Bee ríe.

—Lo mismo dijo Catriel—murmullo.

Siento que alguien posiciona su brazo alrededor de mi hombro y me sobresalto, es muy fácil sorprenderme y asustarme.

—Hola, pequeña muletilla—dice alguien a mi oído— y hola, pastilla mentolada—por los apodos rápido entiendo que se trata de Andrés.

Los amores fallidos de Emma: El primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora