No puedo ser como antes

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Seto fue llevado hasta su habitación por la gentil mano de un rey. Este le miró detenidamente mientras le ofrecía un vaso para beber.

¿Crees que estoy fingiendo?—preguntó el castaño.

Es que puede que esté un poco desconcertado—dijo el melado y de pronto los labios del otro, siguiendo su mano que había tocado su cara, se impusieron sobre los propios mientras el vaso caía y el líquido cristalino se derramaba. Joey sorprendido fue halado hacia él y sin resistencia fue rodeado por sus brazos mientras sus labios no se apartaban de los suyos. De pronto estaba bajo él sintiendo la presión de su cuerpo y luego sus besos bajaron por su cuello

Voy a hacer que te olvides de todo—le prometió y el rubio quiso hundirse en esa promesa. De pronto se sintió estremecer al sentir como la mano del otro se arrastraba desde su cintura hacia la fina línea que separa sus muslos. De pronto sus labios fueron invadidos y mientras la lengua exploraba su boca un dedo seguro entró por su entrada en un movimiento.

Joseph se arqueó, y arqueó más, mientras tanto una lengua desesperada y un intruso perturbador y decidido lo invadían de manera avasalladora. Su cuerpo de pronto estaba enardecido y dispuesto a subyugarse mientras otro dedo con la misma impaciente fuerza se colaba junto al otro y se movía a su compás.

Los gemidos eran cada vez más sonoros tanto que eran preocupantes. Pero él ya no conservaba el control porque se lo había otorgado a él. Otro dedo, más empuje, más lascivia, más deseo mientras los labios del otro ahora recorrían y mordían su pecho. Quería decir algo pero su boca estaba enjaulada. Su voz se había ido y solo podía emitir gemidos de placer.

¡Dime que me perteneces!—le murmuró ronco al oído Seto—Sé que es irrespetuoso. Que eres el rey pero necesito escucharlo—

Todas sus fuerzas eran para acceder a su deseo, mientras Joey intentaba aferrarse a sus hombros en medio de esas caricias lo dijo—Soy... tu-yo—costaba mantener la lucidez suficiente para contestar ahora con sus dedos dilatándolo y su piel rozándolo.

Quiero ser tu dueño—dijo el castaño mientras bajaba su pantalón--¡Que me obedezcas!—mientras lo quitaba—Que seas solo mío—mientras elevaba sus caderas y se preparaba para poseerlo luego de haber quitado sus dedos--¡Lo necesito!—mientras dirigía su duro falo hacia la entrada con su mano—Me quema las entrañas el deseo de hacerte mío—expresó mientras entraba y embestía a la vez.

Joey nunca había sentido eso. Ni siquiera cuando fue suyo antes. Eso era nuevo y aterrador... Aterrador porque estaba dispuesto a dejar que ese hombre lo dominara por completo y aterrador porque ese hombre que estaba junto a él, aunque tenía el rostro de su amado Seto no se parecía a él en nada en ese momento.

Mientras lo embestía furiosa y necesitadamente el ojos azules le preguntó a su oído--¿Era así antes?—

¡N-o!—respondió Joey con esfuerzo.

No puedo ser como antes... Te necesito de esta forma—dijo el castaño--¿Lo entiendes?—El sexo duro golpeaba con su próstata de tal manera que su cuerpo se debilitaba, su cabeza parecía que iba a explotar y sus brazos se sostenían con todas las fuerzas que quedaban a su espalda--¿Lo entiendes?—preguntó más alto Kaiba, con esfuerzo.

¡S-i!—respondió Wheeler también con esfuerzo, poca voz y tratando de mantenerse en el filo de la cordura. Las embestidas eran brutales pero no dolorosas. De alguna forma estaba llegando al éxtasis de esa manera tan brutal y despiadada.

¿Vas a aceptarme así? ¿Vas a ser mío así?—preguntó Seto con todo su ímpetu.

¡S-i!—respondió el melado.

¡No te oigo! ¡Respóndeme más fuerte!—le urgió el otro con tono cortante y demandante.

¡SI!—gritó el rubio.

¡Síguelo repitiendo hasta que acabe!—le ordenó mientras embestía más y más duro dentro de él.

¡Si!-¡Si!-¡Si! ¡Si!-¡Si!-¡Si!-¡Si!—Joey estaba escalando hasta la cima.

¡Mas fuerte! ¡Quiero oírte gritar!—gritó el ojos azules mientras corrían los segundos hacia atrás para encontrar el clímax para ambos, mientras sus pieles se derretían a temperaturas volcánicas y se raspaba una a la otra provocando más y más calor.

¡Si! ¡Si! ¡Si! ¡Si! ¡Si! ¡Te amo!—gritó al final sintiendo el devenir del final—Si soy tuyo—muy cerca de sus labios. Se fundieron en un beso justo antes y lucharon por mantenerlo durante aunque sus cuerpos parecían querer quebrarse al hacer presión para el lado contrario. 

Rey de dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora