7. El ejército negro

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En un principio parecía fácil, pero solo eso: parecía

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En un principio parecía fácil, pero solo eso: parecía. Entrenar a los vampiros, que ya estaban viviendo en el castillo, era una tortura. Iba a llevar un siglo conseguir buenos soldados. No era casualidad, al haberse criado como demonios, carecían de disciplina y miedo. Para colmo, la predicción de Griselda se hacía más evidente. Las cruzadas arrasaban con todos los pueblos cercanos, imponiéndose en nombre de Dios, estaba claro que su mayor logro sería exterminar a los hijos del Diablo y su nido de depravación.

Por eso mismo, las cabezas de la hermandad: Vlad Dragen, Bladis Arsenic, Katherine Belmont, Griselda Báthory y Klaus Nosferatu, alzaban las banderas con las insignias de sus familias mientras se encontraban debatiendo sobre sus próximos movimientos.

—Tomemos el ejército de algún rey —expresó Griselda, sin inmutarse—. Los demás vampiros son unos indisciplinados, ya es tarde para que aprendan algo, necesitamos una acción ahora.

—¿Qué rey? —preguntó Katherine—. Lo dices como si fuera fácil. No tenemos un ejército formal, ¿cómo vamos a tomar uno mejor que el nuestro?

—¡Dinero, querida, dinero! —bramó Griselda como si fuera obvio—. ¡La lealtad se compra, la vida, el poder! ¿De verdad crees el cuento de que son fieles a sus amos?

—¿Pero qué ejército sería el más adecuado? —preguntó Vlad—. De nada nos sirven un montón de inútiles con armadura, necesitamos el mejor ejército.

—¿Por qué un ejército real? —indagó Nosferatu—. Surqué los mares y conocí muchos luchadores mejores que los perros de un rey. Se supone que somos demonios, no necesitamos hombres de valor, de honor, necesitamos mercenarios. Gente despiadada y ambiciosa, temibles, sin escrúpulos.

—¿No sería peligroso para nosotros? —Bladis arqueó una ceja.

—No si somos más inteligentes que ellos —respondió Griselda—. Y tú, Nosferatu, ¿conoces a alguien que entre en esos parámetros?

—Giovanni Leone —farfulló con seguridad—. Eran piratas, como yo, pero decidieron pisar tierra, y su negocio se transformó. Comenzaron a organizar sus actos delictivos, a someter a la gente y brindarles protección a cambio de riquezas, sin embargo utilizaba a los pueblerinos como su ganado, era el verdadero rey tras las sombras. Después de mi tripulación, ellos eran los más peligrosos: un montón de mortales. Pero Giovanni lo sabía bien, que yo no era un humano, por eso prefería mantenerse al margen de mis transacciones. Fuimos aliados hasta que nuestros caminos se bifurcaron.

—Suena como alguien complicado —susurró Vlad—, y perspicaz.

—Lo es —admitió Klaus—. Le gusta estar en la cima, bien podría ser un demonio, sus hombres son los más fuertes y aterradores. Solo por ser amante de la libertad y un empedernido hereje es que no ha ascendido en la sociedad.

—Tal vez haya una posibilidad de someterlos —pensó Griselda—. Que ellos crean en la mentira. Si creen que nosotros somos descendientes de demonios, nos tendrán que tratar con cuidado. Si les otorgamos la libertad que desean, no tendrán por qué sentirse atados. Hay que proponerles una alianza, no un trabajo.

Mil años de arsénicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora