IV

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Querido diario:

Mi plan va según lo previsto, solo tuve que retrasarlo un tiempo porque un virus se aferró a mi cuerpo y estuve tres días moqueando por los rincones. Sí, Brandon ya me considera, por ahora, una amiga.

Hemos ido a tomar café juntos a una tienda cerca de la Universidad. Justo ayer, me acompañó a casa después de que terminásemos un trabajo en la biblioteca. Por supuesto, he sido bastante sutil y no ha descubierto mis intenciones reales.

Aunque no es un mal chico. Es agradable salir juntos. Siempre me divierte con su humor negro muy peculiar, además de todas sus ocurrencias. Hace dos días fuimos al cine y comenzó una guerra de palomitas con un niño que estaba dos filas por delante. Por supuesto, me uní a la batalla y defendí nuestro fuerte, hasta que, como era de suponerse, nos echaron del lugar. Esa noche reí como no lo hacía en mucho tiempo. Además, es  tan torpe y despistado que, el mismo día que me expulsaron de clase de Física, se confundió de salón y no le permitieron entrar al que le tocaba por llegar tarde. Es todo un desastre.

Ethan sin dudas es muy diferente. Él tiene un carácter más serio, fingiendo madurez todo el tiempo. Le gustaba hacer bromas cuando estábamos juntos, pero más de una vez tuve que pretender que me daba gracia algún chiste. No niego que me gustaba mucho, pero de haber conocido primero a Brandon nunca me hubiese fijado en él.

De hecho, creo que me gusta Brandon

Ni siquiera sé por qué escribí eso. Claro que no me gusta, solo forma parte de mi venganza... Nada más ¿Me oyes? Es un objeto al que debo manipular para obtener mi premio, solo eso.

Emma se sintió sofocada por un minuto. Sin dudas, había algo en Brandon que llamaba su atención, pero no se lo permitiría a sí misma.

《 No me gusta Brandon, solo es un chico agradable 》, intentó convencerse frente al espejo.

Miró la hora en su teléfono y suspiró: era hora de comenzar a alistarse.

Salió de la ducha y se quedo viendo su tatuaje, ese que se encontraba en lo alto de su muslo derecho.

Keep Always Your Smile

Sonrió instantáneamente, casi como un acto reflejo. Unas pocas lágrimas escaparon de sus ojos celestiales al recordar a su padre.

—Mi pequeña —dijo Renato pegado a la frente de su hija.

—Papá —Emma reprimió un sollozo. No quería entristecer a su padre en sus últimos instantes de vida —No me dejes, por favor.

—Cielo —le secó una lágrima —Ya he cumplido mi meta en esta vida —cogió su mano y comenzó a trazar un corazón en su palma, mientras la pequeña de catorce años escondía su dolor en una sonrisa —Tuve un buen y honrado trabajo, una hermosa esposa y una perfecta hija ¿Qué más podría desear?

—¿No puedes desear quedarte con nosotras? —la ingenuidad se hacía obvia en sus palabras.

—Aunque quiera, ya ha llegado mi hora, cariño —un ataque de tos lo reprendió.

—¿Papá? —Emma miró preocupada a Renato. No le quedaba mucho oxígeno por llevar a sus pulmones.

—Tranquila, no me iré hasta que me prometas algo —dijo con las pocas energías que le quedaban.

—Lo que sea.

—Prométeme siempre mantener tu sonrisa.

Ella asintió, sonriendo para su padre.

—Así me gusta —acarició su mejilla —Ahora vete, quiero descansar un rato.

Emma abrazó a su padre por última vez. Secó sus lágrimas con las mangas del abrigo gris que llevaba puesto y salió de la habitación sin mirar atrás.

Meneó su cabeza y sorbió por la nariz, sin quitar la sonrisa de su rostro. No importara lo mal que se pusieran las cosas, ella siempre sonreiría a su padre.

Miró su armario y escogió un vestido color salmón que se ajustaba a su cuerpo. Recordó la expresión de Brandon al verla llevar aquello, en especial su notorio sonrojo.

《 ¿Por qué me importa eso? 》, se dijo y comenzó a desvestirse.

Optó por un pulóver negro y ancho, seguido por unos shorts de mezclilla verde oliva. Unas medias altas hasta sus muslos culminó el conjunto y una trenza alrededor de su cabellera fue lo último que hizo antes de salir de su habitación.

—¿Mamá? —dijo, asombrada de ver a su madre en la mañana.

—Hola cielo, ¿Cómo amaneciste? —lucía cansada, como si no hubiese pegado ojo en toda la noche.

—Bien —Emma depositó un beso en la frente de su madre.

—¿Puedes preparar hoy el desayuno? —la miró, casi suplicando.

—Claro —la pelinegra se preocupó —¿Pasó algo, mamá?

—Solo estoy algo cansada —acarició su brazo.

—¿No vas a trabajar hoy? —Emma cogió unos huevos y los echó en el sartén.

—Me tomé el día libre —Martha se encogió de hombros.

—¿Segura que puedes hacer eso? —dijo Emma terminando de freír los huevos.

—Ya hablé con mi jefe, no te preocupes.

Emma terminó el desayuno en silencio. Sentía que algo en sus palabras estaba mal, que su madre estaba mal y no pretendía contárselo.

—¿Ketsup? —Martha asintió y la chica terminó de decorar el plato con una carita sonriente —Aquí tienes.

—Gracias —su madre agarró el tenedor y dio un bocado —Delicioso —su boca aún llena de huevo triturado.

—¿De verdad que no pasa nada, mamá? —Emma no se rindió.

—Vete a clase, tus amigas deben esperarte afuera.

—¿Cómo sabes que...? —cayó de repente —La cámara de la mirilla —Martha asintió —Regreso en la tarde.

—Cuídate.

Emma cerró la puerta tras ella y saludó a sus amigas, aunque no lograba dejar de tener ese mal presentimiento.

—¿Cómo te va con Brandon? —Emile golpeó su antebrazo ligeramente.

—¿Qué pasa con él?

—Los hemos visto muy juntitos últimamente —Hannah sonrió pícaramente.

—No hay nada entre nosotros, si es lo que piensan —señaló a ambas.

—Aún —exclamó Emile.

Emma rodó los ojos.

—Dejen de inventar historias —se abrieron paso por los pasillos de la Universidad —Esto no es un libro.

—Pero si lo fuese, sin dudas sería de romance —Hannah guiño un ojo a Emile.

—Ustedes dos, están locas —Emma entró primero al salón de clases.

—¿Ya se besaron? —insistió Hannah.

—¡No! —Emma sintió que se sonrojaba, pero eso la molestó. No quería aceptar que le gustaba Brandon.

—Mañana hay una fiesta en la casa de Gregory —Emile levantó sus cejas, con una mirada insinuadora.

—¿Ese que tanto te gusta? —contraatacó Emma.

—Exacto —aceptó serenamente la acusación —Por eso vendrán conmigo.

—Por supuesto —Hannah estuvo de acuerdo y ambas miraron a la morena.

Emma vio una oportunidad de oro para seguir con su plan.

—Cuenta conmigo —dijo y las otras chocaron los cinco.

—Pasamos por tu casa a las ocho —Hannah asintió ante las palabras de Emile a Emma.

—De acuerdo.

—Silencio, por favor —la profesora entró a la clase y las tres se miraron con entusiasmo.

Esa noche, Brandon caería a sus pies. Estaba plenamente segura.

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