○Desencanto●
La barba de dos días en su rostro de daba un descuidado aspecto que él, personalmente, detestaba. La higiene personal era como una ley de vida, mantener todo bajo control era su forma de mantenerse sereno, no podía permitir tener nada fuera de lugar.
Se puso frente al espejo del baño analizando su perfil, debe afeitarse ese horrible barba, no le gusta, eso es lo que consigue tras un agetreado fin de semana en que apenas durmió.
Tras un baño escoje cuidadosamente su ropa, un traje negro de camisa blanca y corbata borgoña.
Tougo Sakamaki, el titan que ha caído.
¿Quien será el sucesor del Rey?Es lo que dice el titular principal del Times entonces su desayuno se endulza, sabe bien quien es el sucesor y en definitiva no es su hermano.
Reiji Sakamaki es un empresario inglés de ascendencia japonesa con nacionalidad de primer grado, sin duda sus rasgos asiáticos se veían muy poco, estaban prácticamente ocultos, y lo único que lo delata es su nombre, pero ahí están, como una maldición tatuada que le recuerda de quien es hijo. Reiji es un maniático del control y el orden absoluto, todo está donde el quiere que esté.
Entró en el auto mientras su chófer le daba un nimio Buenos días Señor a lo que él contesta con un asentimiento de cabeza. Su teléfono vibra en el bolsillo de su saco, Reiji lo saca sintiéndose fastidiado casi de inmediato.
-Si, madre -dice con un tono hosco, ella jamás lo llamaría, salvo para reclamar alguna cosa. He sido testigo de como te conviertes en un hombre. ¿Eh? Eso es completamente ridículo, lo peor de todo es que aún no es capaz de odiarla del todo como ella se merecía por tantos años de abandono.
-No has llegado a las seis -dijo por el otro lado se la linea con ese tono educado y frío que la caracteriza tanto.
-Me disculpo, estaba ocupado -decidió que no debía decirle el por qué no había asistido al cuarto concierto de su hermano como director de orquesta. No quería ir, punto.
-He estado llamándote toda esta última hora. ¿Que has estado haciendo?
-Voy rumbo al trabajo, madre, y quisiera no ser interrumpido mientras hago mis labores -un par de educadas palabras más y colgó. Beatrix era una mujer que nunca supo como realizar bien su papel de madre, ninguna mujer que se llame a si misma madre es perfecta, pero ella era una verdadera y completa desgracia. Pasó todos los años de su infancia mimando a Shu hasta el punto que él no la soportaba ¿Y que hacía Reiji? Mendigar su amor como un perro tras ella, pegado a la falda de su vestido intentando atrapar las migajas del cariño que ella desperdiciaba en su hermano mayor, intentando ser perfecto, sólo para ser deliberadamente ignorado por quien debería ser su mayor protectora.
Memorizó libros completos, técnicas, canciones para complacerla. Todo lo que Beatrix ordenaba a Shu que hiciera él iba y lo hacía mejor; sin embargo, sus esfuerzos (que redoblaron según los años) fueron en vano para Beatrix, pero muy provechosos para si mismo, fue entonces que se notó metido en esa mediocre espiral y decidió salir de ese círculo vicioso.
En lo único que nunca pudo ganar a Shu, fue en la música, él era un prodigio en eso.
-Buenos días Señor Sakamaki -saludó su secretaria pasándole una bandeja con la correspondencia del día.
-Buenos días Señorita Claire -contestó tan frío y educado como siempre. Caminó hasta sentarse tras su escritorio.
- La señorita Phoebe acaba de llamar. ¿Podría usted pasarse por el despacho del presidente? -Reiji acomodó sus lentes mientras revisaba las cartas una por una. Su padre tenía un supercomplejo de poder. Tougo tenía un peculiar estratagema para que sus empleados nunca jamás olvidaran quien era él; consistía en llamar a sus subordinados a su oficina (la más grande del edificio) para tratar temas que podrían haber resuelto por teléfono fácilmente. El hombre no dejaba exento de sus pretensiones ni a su propio hijo.
Reiji era el director general de la empresa Makai fue elegido por los miembros de la Junta directiva y casi nadie sospechaba que en realidad es un completo manipulador cuando de conseguir lo que desea se trata. ¿Cuál fue la primera recomendación que Reiji había hecho a la junta? Que la empresa debía invertir con denuedo en Bielorrusia y Rumania, con el desastroso resultado de ciento cuarenta personas perderían su empleo y habría que reajustar cuentas con los trabajadores restantes. Lo mejor de todo es que nadie sospechaba de su táctica y creían que la culpa era del presidente, osea, su padre.
Pero él no era un inhumano desalmado, no, tampoco era tan malo, tenía otras opciones beneficiosas para esos ciento cuarenta que le harían ahorrar a la empresa la dulce suma de seis millones de libras. Llamó con los nudillos a la puerta.
-Entre -dijo la voz profunda, tan conocida, de su padre. Reiji entró y fue recibido por la secretaria de su padre, la señorita Christa Phoebe. La mujer no habló, sino que cabeceó hacia el despacho del jefe. Christa era una mujer callada, bastante recatada y con un fantástico cabello plateado que suele amarrar en un moño al lateral de su cabeza. Conocía bien la historia de su padre con ella, aunque al sol de hoy no tenía ni idea de como era el rostro de su medio hermano menor.
Reiji avanzó a paso firme y llamó por segunda vez al despacho completamente personal del presidente y dueño de todo el edificio, cuando oyó el segundo <<Entre>> obedeció. Tougo alzó la vista de su improvisado campo de golf, estaba jugando con una pelotita Blanca y una taza que decía: El mejor jefe del mundo. Ya podría hacerse una idea de quien se la había dado.
-¿Has leído el informe de Bielorrusia?
Nada de <<¡Hola! Buenos días, hijo. ¿Que tal tu fin de semana?>> Sólo un seco y escueto <<¿Has leído el informe de Bielorrusia?>>. Definitivamente Tougo debía trabajar en sus bienvenidas.
Él es un maestro que domina desde las sombras, como él rey que mueve a sus peones en un tablero de ajedrez. Todos deben obedecerle.
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The Second [Reiji Sakamaki]
Fiksi PenggemarLa decepción es uno de los más desagradables sentimientos que habitan dentro del hombre. Es mucho mejor no tener sentimientos. Ella estaba tan decepcionada como él, su cuerpo indiferente recostado del balcón sólo le afirmaba la teoría de que... uno...