CAPITULO 2 "UN EXTRAÑO REY DE UN EXTRAÑO LUGAR"

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Se levanto de la cama y abrió la puerta, había logrado determinar que los ruidos se escuchaban en la parte de abajo de la casa, al parecer alguien susurraba en la sala. Salió de su habitación y se asomó por las escaleras, algo inútil ya que no podía ver nada desde esa posición. Llamó a sus padres en dos ocasiones pero estos parecían no responder. Entonces, se armó de valor y decidió bajar las escaleras lo más despacio posible.

Aquel ruido se hacia cada vez mas fuerte y claro, era como si husmearan en la sala. Al estar ya completamente en el nivel inferior pudo observar a un hombre que parecía olfatear el árbol de navidad, como si rastreara algo. Alfred tragó fuerte, su personalidad impulsiva escondida le hizo acercarse a tocarle el hombro a ese hombre de aspecto extraño, acto seguido, aquel intruso rápido volteo a verle, haciendo que el joven diera pasos hacia atrás y ponerse en guardia. El intruso portaba unos atuendos muy llamativos en tonalidades, azul y negro, era rubio y traía atado el cabello con una cintilla.

Aquel sujeto no parecía estar asustado al ser descubierto, por el contrario traía una mirada traviesa y curiosa. Al darse cuenta del joven, lo recorrió con la mirada y acorto aquella distancia que había marcado.

-Bonjour….- olfateó de cerca al joven -Fresas… quizás cerezas-

-¿Disculpa?-

-Oh mon cherí, guardaba tu aroma en mi memoria, hueles a cerezas-

-¿Ah?- sacudió su cabeza -¿Quién eres y que haces en mi casa?-

-Oh~ que descortesía de mi parte al no presentarme, mi nombre es Francis Bonnefoy, rey de Rat’ ah- clavo sus ojos azules de forma insistente en el joven, el cual le miraba desafiante- Vamos, no pongas esa cara, no me veas como tu enemigo, yo solo he venido en busca de un pequeño de madera, nariz grande, sombrero y bufanda, tiene un exquisito aroma a malvavisco-

-El cascanueces…- susurro.

-Increíble, pareces conocerlo bien mi joven doncello, dime dónde esta y me iré- extendió su mano para acariciar con el dorso de mano la melena rubia del joven.

-¿Por qué lo deseas?- alzó una ceja y alejo esa mano de su cabello.

-Lamento no poder decirte, sin embargo te puedo cambiar ese favor por otro, dime donde esta el cascanueces y te regalare un beso- de nuevo esa mano se acerco, pero ahora a tocarle el mentón con su dedo índice.

-¿Yo para que necesito un beso tuyo?, no tengo idea de donde esta, sal de mi casa ahora mismo o llamare a mis padres y ellos a la policía- le empujo con ambas manos.

-Calma dulzura, no hay que ponernos serios, si no sabes el paradero de dicho muñeco déjame buscarlo, se que esta aquí, puedo sentir su dulce fragancia, la de gente de Rat’ah tienen esa peculiar habilidad de reconocer el olor de las personas, mi olfato no me miente, el cascanueces esta aquí, ¡no me iré hasta llevarlo conmigo!- sentenció.

-No lo harás- ese rey le daba mala espina, pese a que no entendía bien ese asunto del muñeco, el tal Francis parecía no tener buenas intenciones – No entiendo porque el interés en un muñeco de madera, aunque fuese elaborado con una madera fina no es tanta, su costo debe ser bajo o nulo- pensaba aquello ya que su tío Arthur se lo había obsequiado y tan rico no era.

-Pequeño- le palmo la cabeza- Ese muñeco quizás no tiene valor monetario alguno, pero… si interfieres en su búsqueda, no me va a quedar de otra que llevarte conmigo y serás tu quien pague su deuda-

-¿Deuda?, hahaha ¿Cómo va a ser que un muñeco inerte de madera te deba algo?, no tiene vida, hahahahaha, si que me has hecho reír, además ese lugar que mencionas no existe, no seré bueno en los estudios pero, jamás he oído hablar de un lugar así-

ALFRED Y EL CASCANUECESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora