La caja de Pandora

36 4 1
                                    

Cedric se sentó en la silla de madera, mirando una vez más aquella pequeña casa. La vista del rubio se perdió en la ventana, de nuevo en los manchones amarillos.
Los pasos de la joven lo hicieron voltear, si bien le parecía una persona normal como todas las de Marne había algo que le hacía sentir ciertas punzadas en el estómago, haciéndole pensar que su sistema estaba totalmente fallido.
Eva volteó a ver al ojigris, perdiéndose en cada rasgo del extraño que acababa de apodar y aparte resguardar en su casa. Era totalmente extraño haber encontrado a alguien tirado y aún más que éste le rezara una letanía de palabras desconocidas. Con la mente vagando sacudió la cabeza al ver algo pegado a la nuca del rubio.

—No te muevas —dijo mientras tomaba un paño remojado y un cuchillo de mantequilla.

Deslizando el cubierto por debajo de lo que Eva creía un animal hizo presión arrancando al supuesto bicho.
Un grito grave resonó por todo el comedor y Cedric se levantó tocándose la nuca, espantando a la chica.

—¿¡Qué hiciste!? ¿¡Qué es esto!?

—¿Qué dices? Mi abuelo decía que las sanguijuelas son de mala suerte —Eva se confundió por la respuesta.

—¡No, eso no! ¿¡Por qué arde!? —ahora Cedric se sujetaba la mano que había sido mordida.

—Se llama dolor —arqueando sus delgadas cejas la castaña solamente aplastó la supuesta sanguijuela.

Cedric no entendía que estaba sucediendo, la mano le ardía y la nuca igual, que decir de sus piernas que comenzaron a temblar inesperadamente a la par que su corazón se agitaba.

Agarrándose de la silla intentó no caer, sin embargo, el tiempo le faltó, terminando en el suelo en total desmayo.

Éxodo, Ciudad de Marne.

Trescientos años habían pasado sin que nada se le escapara de las manos a Nicholas Neo, era la primera vez que alguna oveja se le salía del corral y no lograba hallar pista alguna de ella.
En menos de un día ya tenía un problema más allá de la media prevista y eso era un mal presagio.

En el momento en que le avisaron que el dispositivo GEA de C34R1C había dejado de emitir señal —suficiente para procesar su ubicación— sintió frustración y negación hacia el problema. Nicholas no se consideraba alguien que se dejaba guiar fácilmente por arrebatos pero si se creía como alguien precavido, así que en cuanto la noticia cruzó su puerta mandó inmediatamente a borrar la existencia de aquel peón perdido. Es más fácil controlar un león a controlar toda una manada.
Nada como inventar alguna excusa sanitaria para que cada habitante de Marne cumpliera con la orden.
Después de todo era su trabajo como padre fundador de la Nueva Tierra, desde que la humanidad había reemplazado el único factor que mantenía al hombre atado todo había sido fructífero. Carecer de emociones reales era la respuesta para conseguir el ápice del conocimiento. Sin pensarlo más, Neo tomó el teléfono.

—Manden al grupo especial de choque, yo me haré cargo.

VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora