Si la sangre derramada de los inocentes fuese contada, no habría mar alguno que pudiera alojarla. Cedric sabía muy bien que el único pecado que cometió Eva fue coincidir con él, y ahora que su vida se reducía a nada, la culpa caía sobre sus hombros.
Con un simple movimiento el hombre sacó de su traje una pistola de eléctrica. El rubio, observando aquellos ojos postrados en la piel negra se sacudió desesperadamente, buscando una oportunidad de salvar a su redentora. En menos de un momento, sin siquiera protestar de nuevo, los bellos ojos de Eva dedicaron la última mirada a Cedric, volviéndose tan vacíos como una fosa. La imagen, tatuada a fuego en la mente de él, lo hizo explotar.
—¡Eva! —con las lágrimas fluyendo cual río, Cedric gritaba en nombre de su libertad, hasta que un golpe en su nuca lo desconectó de su dolor.
Un instante que se disfrazaba de sueño se postró frente a él. Toda la semana en aquel lugar extraño pasó en su inconsciente, hasta llegar a aquellas palabras en donde podía volver a escucharla diciéndole que siempre estaría a su lado.
Sus ojos, abriéndose, captaron todo el blanco posible de la habitación. Unas correas sujetaban sus muñecas y piernas fuertemente.
—¡Suéltenme! —a pesar de los amarres el rubio no dejó de retorcerse—. ¡Quiero estar con ella!
El sonido de unas pisadas le advirtió a Cedric que alguien estaba en la habitación. Una cabellera negra que combinaba con un rostro de aura oscura se reclinó sobre él.
—Nunca será posible —Polaris caminó alrededor de la blanca habitación, observándolo como un animal de prueba—. Lamento que aquella joven muriera… —dijo a los pies de la camilla, observando directamente a Cedric, con el cinismo a rebosar en la mirada—. Pero debía morir, de todos modos, no era relevante.
Las palabras del científico calaron hondo en el pecho del rubio, haciéndole forcejear. Llorando del coraje le gritó a Polaris, cada vez más fuerte a cada paso que éste daba.
Polaris, sacando un dispositivo GEA de su bata procedió a colocarlo en la ya cerrada herida del anterior.
—¡Todos ustedes son bestias, ya no existe la humanidad! —el fuego abundaba en la mirada de Cedric, quien, sin dejar de llorar sentía como el programa intentaba abrirse paso en su cerebro.
—¡El humano somos nosotros, el presente que transmuta a futuro! La sociedad que ha dejado atrás la debilidad para seguir adelante —el aliento de Polaris chocó con la cara del chico.
—Mentira, el humano está muerto, no hay futuro para el hombre una vez que la humanidad ha sido sacrificada para alcanzar el cénit del poder y el conocimiento —las brasas del fuego que residía en los ojos de Cedric parecía apagarse, soltando humo. Cayendo inerte en la camilla y dejando un fallo de instalación en su lugar.
Aquel día, en aquella habitación, el último humano de la Tierra había perecido. La humanidad no lo había matado, sino las bestias en la cual la sociedad se había convertido.
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Vacío
Science FictionYa no existe el odio, la tristeza no ha asolado la vida desde hace bastante tiempo, la rabia, el egoísmo, la avaricia y otros sentimientos negativos han desaparecido, sin embargo, con ellos el amor, la empatía, la gratitud y muchos más han perecido...