Renacer

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¿Cuánto había pasado desde la llegada de Cedric a ese tiempo desconocido? Quizá un par de días, aunque él sentía que habían sido solamente horas lo que le separaban de su delito y su llegada. Preguntándole a Eva, se sorprendió cuando le contestó que llevaba ya tres días ahí.

—¿Qué con esa cara, Cedric? —la castaña se rió al ver la estupefacción en el rostro ajeno—. Anda, vamos por algo que necesito, deja ya de pensar en eso.

Haciendo caso, Cedric se levantó de su silla fijando la mirada en un retrato al cual no había prestado atención antes. Era una simple foto donde aparecía una Eva mucho más joven con un chico a su lado.

—¿Es tu hermano?

—¿Quién? —Eva nunca había hablado con alguien de ese tema—. Ah... No, es alguien que conocí hace un par de años.

Cedric sabía lo que era una relación de noviazgo, pero allá en Marne ya no era una costumbre, simplemente la gente se reproducía mediante centros de fertilidad, sin perder tiempo.

Eva se apresuró a salir de la cabaña mientras esperaba a su nuevo amigo, si es que podría llamarse así. El rubio, mientras caminaba, no dejó que la puerta de su curiosidad se cerrara.

—¿Él se fue? —las preguntas respecto a ese tema hacían sentirse melancólica a Eva. Sin embargo, Cedric no sabía eso, a penas empezaba a experimentar aquello que llamaban emociones.

—Sí... Un día simplemente no volvió, seguramente regresó a aquel lejano lugar del que hablaba—el resentimiento podía notarse en las palabras de Eva y eso le interesó aún más al rubio.

—¿Lo querías, cierto? Es eso que llaman... —le era difícil decir algo al chico ya que esos temas nunca le fueron relevantes.

Interrumpiendo la dolorosa plática, que ya empezaba a calarle un poco, Eva hizo que la atención de Cedric se desviara hacia un cartel.

—¿Un baile?

—¿No has ido a uno? —aquello era inverosímil para Eva, el chico parecía haber nacido hace una semana—. Parece que no tienes vida.

Cedric no supo si aquello era una broma o una ofensa pero sí supo que le ardió un poco internamente. La nueva emoción, enojo, brotó inofensivamente.

—Vamos.

—¿Seguro? —burlonamente Eva lo miró incrédula—. No durarías ni un segundo.

—Puedes apostar que sí puedo —una sonrisa se postró en los labios del rubio, iba a demostrar que él podía, aunque no supiera bailar ni jota.

—Entonces vamos, juntos.

Una punzada le recorrió el vientre a Cedric. Aquella sonrisa retadora que le daba Eva hacia que su piel se pusiera de gallina. Tenía un poco de nervios y, tal vez, miedo, pero también sentía emoción.
La tan llamada alegría se extendía por  cada vena y arteria del cuerpo del rubio, durante el camino de compras con la castaña no dudó en preguntar sobre más cosas, cuando se encontraban de regreso un pensamiento cruzó la mente de Cedric y, sin controlar sus palabras, volteó a admirar el perfil de Eva, diciéndole:

—Yo no haría eso, no te dejaría.

VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora