Pasado

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El campo parecía susurrar cada vez que el viento chocaba con el pasto alto del lugar. La cálida tarde, era ideal para el pequeño rubio que corría por su propio mundo.

—¡Eric! ¡Ya está la comida! —la dulce voz de su madre había hecho al rubio salir de su juego.

En aquella pequeña casa de campo solamente eran ellos dos contra todo el mundo, al menos así lo veía el pequeño hasta que días atrás unos hombres blancos se paraban afuera de la ventana, haciendo un ademán de silencio. Muchas veces le había preguntado a su madre quienes eran pero ella solamente respondía que debían ser invenciones de su mente. Sin embargo algo cambiaría esa noche.

Asomándose por la ventana, pudo ver que ahora aquellos hombres no le pedían su callar, sino que todos ellos extendían sus manos.

Los pasos de su madre hicieron que apartara  su vista de los hombres. Ella, mirándolo cariñosamente hizo que todo se le pasara, Eric pensaba que estando con ella no habría nada de que preocuparse, lo iba a proteger siempre.

Sintiendo el cansancio del juego Eric se dejó arropar por su progenitora, deseando un día más que, sin saber, nunca llegaría.

Entre las estrellas de la noche los ojos del pequeño se abrieron, sin apuros y encorvándose observó por la ventana un destello azul. Aquella luz parecía estar llamándolo, así que bajándose de su cama caminó hasta salir de su casa, yendo lentamente hacia la hipnotizante puerta mística, la cual le llenaba de curiosidad.

Sus dedos rozaron el haz y como un insecto en la telaraña de su depredador se adentró en él.  

En su interior pareció como si el negro lo consumiera, sus fuerzas cayeron por los suelos. A su alrededor se oían voces en un idioma que no conocía. La inocencia de Eric se mezcló con arrepentimiento, queriendo solamente regresar con su madre y que aquella sensación fuese un mal sueño.

—Mamá… —apenas susurró para él, pensando en aquella mujer que le había dado más que la vida, aquella a quién, segundo a segundo, sus rasgos se borraban, dejándolo en un confuso descanso.

El aire que empezaba a faltar en los pulmones del rubio fue devuelto de golpe, haciendo que su cuerpo se levantara y sus manos pasaran por su cuerpo y cama, como si de aferrarse al colchón todo fuera a comprobar su bienestar.

Sus ojos tardaron en entender que ya no estaba en ese sueño totalmente extraño, pero no se demoraron en dejar fluir las lágrimas. Cedric se talló las mejillas limpiando el agua de las mismas, intentando entender que era esa presión que reptaba por su garganta y pecho.

Recordar la imagen de aquella mujer causaba aquellas reacciones en él. No podía parar, el miedo y la realidad golpearon su mente. Cedric había perdido no solamente su nombre sino que también su familia, su única familia, todo aquello fuera de la comprensión humana le había sido arrebatado por una sociedad que entendía otras cosas y había olvidado otras.

VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora