3. Interrogatorios, pt.1

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Han pasado más de 2 horas y hasta ahora la policia no ha interrogado a ninguno de los muchachos, quienes se mantienen en silencio en la oficina principal, no porque no quieran hablar, no del todo, sino porque uno de los oficiales está en la entrada de la oficina dando rondas cada pocos minutos
Los están vigilando, lo saben.
La razón, es más que obvia. La policía cree que ellos podrían saber algo.
Y quizás tengan razón.
De vez en cuando, alguno de los chicos se levanta para ir al baño o tomar un poco de agua, pero ninguno de ellos tiene el valor de tardarse más de dos o tres minutos. ¿Qué tal si al tardarme de más, me hace ver más sospechoso? Es un pensamiento que a más de uno les pasa por la cabeza. Ninguno quiere arriesgarse a eso, a ser más sospechoso de lo que ya lo son.
La directora Teressa pasa de un lado a otro, hablando por teléfono. Su rostro refleja genuina y enorme preocupación. Claro que es normal, cuando uno de tus trabajadores es asesinado en el área de trabajo, hay demasiadas cosas que atender, aclarar y arreglar. Los chicos tienen miedo de que demasiado estrés pueda hacer que Teressa explote, no sería la primera vez.
En cierto momento, un teléfono comienza a sonar fuertemente. Todos los muchachos intercambian miradas, que al final terminan en una sola persona: Santiago. El chico toma su celular y se dirige hacia el oficial en la puerta de la oficina.
"¿Puedo responder?" Pregunta el muchacho, nervioso.
"¿Es importante?" Pregunta el oficial en tono frío y cortante. Esto sorprende no sólo a Santiago sino a otros de los chicos. Sabían que esto era algo serio, pero ¿de verdad están restringidos a llamadas? No es como si estuvieran bajo arresto o algo así...
¿O sí?
"Eh... sí, un poco." Dijo Santiago, su voz temblando.
"Que sea rápido." El oficial se hace de lado para que el chico salga de la oficina a tomar la llamada, pero su rostro aún permanece serio e inexpresivo.
Santiago sabe que aunque salga de la oficina, su llamada debe ser no sólo rápida, sino además dando la menor información posible. No puede arriesgarse a que alguien escuche la conversación. Ni el policía ni sus amigos. En cuanto sale de la oficina responde a la llamada, pero no habla, no hasta que está a una distancia considerable y echa una mirada sobre el hombro para asegurarse que nadie lo observa.

"¿Por qué vuelves a llamar? Te dije que era mejor que no lo hicieras por ahora." Dice rápidamente el chico, su voz ya no tiembla, es firme y segura. Pero eso no quiere decir que no siente una punzada de temor con esa llamada.
"Necesitaba saber más." Dice la otra persona en la llamada.
"Te dije que te mantendría informado conforme supiera algo más, o que en sí pudiera hablar." Santiago hizo una pausa, sintiendo que le falta el aire. "Nos van a interrogar."
"¿A todos ustedes?" Pregunta la otra persona.
"Sí. Quiero creer que es porque, bueno, todos trabajamos con Roberto." Contestó Santiago, su voz volviendo a temblar un poco. Contrólate. "Trabajábamos." Se corrigió.
Hubo un silencio al otro lado de la línea. Santiago sabía la razón. Él no estaba feliz. En lo absoluto.
"Voy a ir." Anuncia.
"No. Estás demente. No es buena idea... eso te haría ver sospechoso también y..."
"Lo siento, no escucharé eso. Llego en veinte minutos."
"¡Fernando, no!" Pero era tarde, Fernando había terminado la llamada. "Mierda, mierda, mierda." Murmuró Santiago y titubeó antes de volver a la oficina. Debía entrar inexpresivo, como si la llamada que acabara de tomar no lo preocupara más de lo que ya estaba.

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Cuando Santiago regresa, se sorprende de no ver al oficial en la entrada. Sus amigos siguen sentados, pero están hablando ahora, parecen bastante ansiosos, y eso es mucho decir viniendo de Santiago.
"Ya interrogaron a Teressa, Citlalli y Mariana" Le dice Nancy, en cuanto entra. "Seguimos nosotros, pero no sabemos quién va primero."
"¿En verdad creen que nosotros tenemos algo que ver en la muerte de Roberto?" Dice Mateo, su voz es una mezcla de preocupación y como si estuviera ofendido.
"No necesariamente. ¿Qué jamás vieron La Ley y El Orden o algo así?" Respondió Yael quien estaba parado y caminando de un lado a otro. "Sólo es... protocolo."
Varios asintieron, pero no parecían más aliviados.
¿Y qué tal si no?" Pregunta Daria, su tono de voz, usualmente alegre y lleno de vida, ahora parece helado y triste.
"¿A qué te refieres? ¿Crees que alguien de verdad pudo haber matado a Roberto? ¿Uno de nosotros?" Preguntó Karen, también parecía ofendida por ese comentario.
"No, sólo quiero decir que..."
"¿Armando?" Preguntó el guardia, una vez más de vuelta en la entrada de la puerta. Todos se congelaron, palabras y movimientos detenidos en ese momento y bañados por una escalofrío. Pero Armando... Armando sintió que el suelo se tambaleaba y que una mano fría se le posaba en el hombro. El muchacho alzó una mano para identificarse, porque por esos segundos no encontraba su voz. "Ven conmigo, por favor." Dijo el oficial.
Ambos salieron de la oficina.
Una vez más, nadie dijo una sola palabra. No tardarían en ser los siguientes.
Nadie decía nada, además, porque las palabras de Daria rondaban sus cabezas y en el fondo, muy en el fondo (o quizás no tanto en algunos casos) si tuvieran que apuntar a un posible culpable del asesinato de Roberto, ese sería sin duda Armando.
Armando es su amigo, pero eso no quitaba el hecho de lo pasado entre Armando y Roberto. Todos sabían su historia. A fin de cuentas, tanto Roberto como Armando eran parte del grupo de amigos, compañeros de la misma oficina.
Y todos sabían que Armando estaba aterrado de Roberto.
Y era justificable, dado el hecho de todo lo que Roberto le había hecho.

ManiaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora