11. La Verdad Pt.1

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Esta es la verdad.

Al menos, lo es desde la perspectiva de Roberto Hernández.

Roberto estaba sumamente feliz. Tenía un excelente y, se animaría a decir, perfecto grupo de amigos.

Armando, que comenzó siendo como su mejor amigo, quien lo comprendía por completo en muchas cosas que todo el mundo alrededor de Roberto ignoraba. Con él, Roberto sentía que podía ser él mismo y no temer a nada. Armando, que terminó siendo su novio.

Luego estaba Yael. Al inicio, Roberto no sabía que sentir respecto a este chico tan impulsivo y alocado, pero Roberto pudo encontrar algo sumamente cierto de él: era la clase de amigos que siempre está allí para ti, y dispuesto a cualquier cosa.

Nancy, que desde el punto de vista de Roberto, era una de las chicas con más estilo y personalidad que él jamás pudo conocer. Junto con ella, Roberto podía hablar por horas sobre grupos musicales y ella siempre tendría alguna buena recomendación.

Al igual que con Yael, Roberto no sabía que esperar de Santiago. Pero Roberto pudo notar grandes similitures entre él y Santiago. Ambos aficionados a la lectura, para empezar. En cuanto comenzaban a hablar de algún libro o autor, los dos podían charlar por horas.

Karen, la chica ruda, resultó ser una gran amiga para Roberto. Ella era la primera amiga lesbiana del chico y por más raro que suene, él siempre quiso una. Y Karen, a pesar de su dura personalidad, parecía adorar a Roberto, y los abrazos nunca faltaban.

Finalmente, pero no menos importante, Mateo. Roberto veía su personalidad reflejada en Mateo. Pero jamás le dijo esto, porque tenía miedo que fuera demasiado raro. Al mismo tiempo, Roberto en verdad apreciaba cada momento con Mateo.

Es por eso que el día de la fiesta de la alberca, era como un sueño en la tierra para Roberto Hernández. Sus grandes amigos, con los que había pasado ya cientos de horas en la oficina y fuera de ella, y aún así, sentía que cada momento con ellos eran sumamente valiosos y únicos. No se enfadaba de ellos. Y, lo que era incluso más sorprendente, es que parecía que ellos no se enfadaban de él.

Pero eso no duró mucho tiempo más, no después de ese gran día de la fiesta en la alberca.

Es gracioso, pensó el muchacho, cómo lo que piensas que puede ser de los mejores momentos de tu vida, comienza a ser de los peores.

Siendo justos y realistas, las cosas malas comenzaron pocos antes de esa fiesta. Era como si de una presa se tratara: cierto, quizás desde la fiesta todo estalló y el agua se desbordó, pero desde antes ya se podían ver señas de las grietas o del agua aumentando radicalmente, amenazando con inundar todo. Roberto creyó que podía controlarlo, pero poco a poco se dio cuenta que eso no era algo sencillo.

Armando estaba extraño. Distante. Pero, como todo buen soñador, Roberto confiaba que este viaje, esta noche, esta oportunidad, sería más que suficiente para vencer cualquier problema que su relación estuviera enfrentando.

Ese problema, era más que nada malentendidos. A veces la gente no le toma importancia a la falta de comunicación. O a la forma errónea de ella. Pero Roberto sabía perfectamente lo que eso podría causar en cualquier tipo de comunicación. Desde hace días Armando estaba frío y distante, y Roberto odiaba eso. En verdad lo odiaba. ¿Acaso quiere romper conmigo? Se preguntaba el muchacho. Pero luego se tranquilizaba pensando en que era algo absurdo. Armando estaba profundamente enamorado de él. De hecho, fue él quien le rogó a Roberto ser pareja. Roberto en verdad quería estar con él, pero sabía la regla de oro de la atracción: hazte el difícil.

Y eso hizo, y por primera vez en su vida, sentía que en verdad alguien lo amaba y haría lo que fuera por él. Roberto no se podía sentir más feliz y orgulloso.

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