Trekking (Parte 2)

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No faltaba mucho para llegar al pueblito donde almorzaríamos (o eso venía diciendo el guía hacía media hora) y los niños ya empezaban a quejarse. Pese a que habían descansado en teoría hacía poco, mentalmente yo temía que los chicos comenzaran a lloriquear o peor aún, a hacer una pataleta, se sentaran a hacer berrinches y no quisieran caminar más. Ya era medio día y por donde estábamos no corría mucho aire así que el sol, ayudado con el clima seco, lograba calentar bastante. Sus papás supieron manejarlo sabiamente y con la promesa de sombra, descanso y comida, los chiquillos retomaron el paso, llegando incluso a adelantarnos  dirigir el grupo. 

-¿Quisieras tener hijos?

Me pregunté mentalmente si algún día las intervenciones e ideas de Sabrina dejarían de sorprenderme y de parecerme que aparecían de improviso. 

-¿De dónde sacas esas preguntas?

-¿Por qué nunca respondes?

-Claro que contesto -repliqué.

-Contestas, pero no respondes mis preguntas -dijo ella.

-¿Tú quieres tener hijos?

-No lo sé -se encogió de hombros -¿Recuerdas que te dije que no me gustaban mucho los niños en general pero que con mis sobrinos era diferente? Siempre he pensado que si tengo hijos también lo sería e incluso mejor. Antes estaba segura... ahora siento que no sé a qué edad encajaría. No sé qué quiero hacer con mi vida. Es difícil meter niños en un plan que no tienes.

-Ah...

-¿Y tú?

-Deberías dejar de soltar preguntas así.

-¿Así cómo? -ladeó la cabeza como con curiosidad.

-Personales. 

-Porque me interesan. Me intriga. Me gusta saber cómo piensa la gente. Siento que algunas respuestas pueden ser muy reveladoras de cómo una persona ve el mundo. Eso se me hace interesante.

-No lo había visto así. 

Caminamos unos pasos más en silencio. El camino iba ligeramente en subida, por lo que era más fácil cansarse y debíamos recuperar el aire. El sol obligaba a entrecerrar ligeramente los ojos. 

-¿Quieres tener hijos? -insistió.

-Pareces disco rayado -comenté en tono burlón.

Esta vez no dijo más pero siguió instándome con la mirada.

-Creo que sí -contesté finalmente -Me pasa igual que tú... Lo que pasa es que tengo ganas de hacer tantas cosas... Y quiero hacerlo a esta edad. Quiero recorrer lo más que pueda del mundo, lograr algo con mi fotografía. Si tengo hijos quiero dedicarme a ellos, ser lo mejor padre posible. Y lo ideal para mi sería hacerlo con una pareja estable, de por vida. Para eso tendría que encontrar a alguien. Es toda una historia. Es complejo. Eventualmente me asentaré en algún lado. Sería cuestión de ahí... de ver qué pasa. 

Nunca lo había pensado y al tener que hablarlo me di cuenta que me preocupaba ligeramente que mis dos ideas de vida pudieran terminar no encajando. Ella pareció comprenderme y me hizo sentir cómodo, como acompañándome sin decir palabra. El guía nos sacó de ese momento, señalando el pueblito con entusiasmo. 

Llegamos agotados, muertos de hambre y acalorados por el sol y las horas de caminata. Nuestros cuerpos agradecieron el descanso y la sombre, pero sobre todo recibir vasos de bebida helada. Sabrina habló con la señora que preparaba el almuerzo y le rogó que la dejara ayudar. Solo cuando prometió obedecerla en todo, hacer lo que dijera a la manera que se le indicara y tras mucho insistir en que no lo hacía sintiéndose obligada sino que realmente sería algo que disfrutaría y valoraría mucho. 

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